ÁLVARO VARGAS LLOSA, EL MUNDO 19/01/13
· Lo sucedido en la planta de gas In Amenas, en Argelia, demuestra algo que no necesitaba confirmación pero que africanos, europeos y estadounidenses preferían no reconocer hasta ahora: que Mali va camino de ser el nuevo Afganistán, por tanto, el problema de todos.
Los países de África Occidental miraban a otra parte, como indica la reticencia a montar el ejército conjunto al que se habían comprometido para africanizar la respuesta al avance de yihadismo en Mali. Incluso Argelia, tan brutal en su solución a la crisis de los rehenes, había hecho de la negociación de lo innegociable -es decir, de los tratos bienintencionados con el terrorismo instalado en el norte de Mali- su divisa. Los estadounidenses, por su parte, habían decidido que los tres grupos islámicos que controlan esa zona -y especialmente el principal, la franquicia magrebí de Al Qaeda- no suponían una amenaza directa y por ello se limitaban a alguna misión de Inteligencia aérea desde una base secreta en Burkina Faso. Y los europeos…, bueno, como de costumbre esperando a que otros solucionaran el problema.
Y he ahí que Hollande decidió ser en política exterior todo lo claro que no ha podido ser en política interna, dada la perenne confusión que reina en el socialismo galo y la resistencia que le opone una centroderecha que parece haberse acordado temporalmente de que es liberal. Pero, aun así, los demás siguieron arrastrando los pies. Desde Washington llegaban, por vía de filtraciones a la prensa, críticas a lo pobremente planificada que estaba la operación francesa en el Sahel. Y desde algunas capitales europeas aterrizaban lo que Cohn-Bendit, exagerada pero oportunamente, llamó envíos de «enfermeras», mientras son los franceses los que deben poner los muertos (en realidad los británicos y los alemanes han dado alguna ayuda logística, pero nada muy en serio hasta ahora).
La crisis de los rehenes, manejada por Argelia con parecida impericia a la exhibida en otra crisis de rehenes masiva en 2003, ha cambiado por completo la perspectiva del conflicto. A partir de ahora nadie está a salvo mientras los grupos terroristas islámicos sigan fuertes en el norte de Mali y amenazando al sur (ya controlan Diabali y Konna, nada lejos de la capital).
Lo sofisticado de su armamento (tienen capacidad para atacar aviones y helicópteros), lo extenso de su red (hay grupos vinculados a ellos en todo el Magreb y el Sahel) y lo bien financiados que están (en parte con el dinero de los secuestros de años recientes) indican que el asunto no puede abordarlo Francia en solitario. Sería un suicidio.
Una última reflexión. Para la Primavera Árabe todo esto es malo. Si algo había roto esa ola esperanzadora era la falsa dicotomía entre dictaduras militares y terrorismo islámico. El hecho de que el beneficiario de la intervención en Mali sea el Gobierno de Dioncounda Traoré, títere de los golpistas que tomaron el país el año pasado, abonará en lo inmediato en favor de la tesis de que la alternativa al militarismo no es la democracia sino el yihadismo.
Desde Siria, Bashar Asad se frota las manos.
ÁLVARO VARGAS LLOSA, EL MUNDO 19/01/13