EL CORREO – 06/04/15
· El acuerdo suscrito por Artur Mas y Oriol Junqueras busca dar la vuelta a unas encuestas que pronostican una caída del respaldo a la secesión de Cataluña.
· El mundo soberanista está decepcionado, desanimado y hasta pesimista sobre las posibilidades de que el proyecto separatista culmine con éxito. Sin embargo, el proceso catalán no se detiene. Esa es al menos la intención de sus principales impulsores: Artur Mas, Oriol Junqueras y Carme Forcadell.
Una vez más, cuando parecía que todo estaba a punto de encallar, como consecuencia de las continuas peleas y los recelos entre Convergencia y Esquerra, un pacto de última hora, más bien un «preacuerdo», ha vuelto a recordar que la cuestión independentista está viva, justo en el momento en que desde muchas tribunas empezaban a darla por muerta. Y seguirá viva, aunque cada vez más debilitada, hasta el 27 de septiembre.
Lo que ocurra a partir de las elecciones «plebiscitarias», según la definición de CDC y ERC, ya es otro cantar y dependerá de las urnas. Si las fuerzas que defienden la secesión –Convergència, Esquerra y CUP– obtienen una mayoría absoluta clara –nadie se atreve a día de hoy a fijar un tope para no pillarse los dedos demasiado pronto, ni a decir si la mayoría tiene que ser en escaños o en votos– pondrán en marcha la hoja de ruta que Mas y Junqueras pactaron la pasada semana y que sitúa la proclamación de la independencia en un horizonte nada lejano de dos años, en marzo de 2017.
La cuenta atrás, por tanto, ha empezado. Mas y Junqueras se han visto obligados a ponerse de acuerdo, a romper la dinámica negativa en la que había entrado el secesionismo y a doblar el órdago contra al Estado, porque de lo contrario corrían el riesgo de que el proceso se «enfriara» demasiado a sólo seis meses de las elecciones catalanas, según reconocen desde el propio mundo soberanista. CDC y ERC, que se exponían también a un castigo en las municipales, necesitaban lanzar un mensaje de unidad, firmar una tregua, después de meses, desde el 9N, de desencuentros, peleas y disputas electorales. Tenían que escenificar, además, que el llamado proceso catalán va en serio y que si las últimas encuestas son negativas para los intereses del independentismo es, precisamente, por la falta de consenso entre las dos grandes fuerzas, como repiten desde la Asamblea Nacional Catalana con asiduidad.
Según el CEO (el CIS catalán), se está ante un cambio de tendencia. En marzo, el porcentaje de catalanes que rechazaba la independencia se situó en el 48% de la población, frente al 44% favorable. A finales del año pasado el ‘no’ aventajó al ‘sí’ en sólo un punto, por primera vez desde octubre de 2012, después de la primera manifestación multitudinaria de la Diada, que situó el ‘sí’ a la independencia en máximos históricos del 56%. El CEO también sacudió en marzo a CiU y ERC, que por primera vez desde 1984 no sumaban la mayoría absoluta. Para obtenerla, tendrían que añadir los escaños de CUP, lo que supondría un tripartito de Mas con la izquierda radical independentista.
Ruptura
La respuesta a la caída del fervor independentista ha sido, en este caso, aumentar el desafío. La idea de Mas y Junqueras es iniciar esta vez sí el proceso hacia la proclamación de la «República catalana», redactar una Constitución en 10 meses, poner en marcha las estructuras necesarias del nuevo Estado y convocar un referéndum sobre la Constitución 18 meses después del 27-S, cuyo resultado favorable permitiría la proclamación de la independencia.
Por si había alguna duda, Mas dejó claro que Convergencia ya no tiene nada que ver con la formación que pactaba en Madrid con PP y PSOE durante años, que ahora es un partido inequívocamente independentista. El presidente de la Generalitat, que lidera una federación que obtendría hoy la mitad de los escaños que conquistó en 2010, fía su suerte al 27-S. Aunque el resultado es incierto y cuanto más se radicaliza la formación nacionalista peor le va en las encuestas. El riesgo es quedarse cada vez más sola: en 2012, seis partidos –CDC, UDC, ERC, Iniciativa, EU y CUP– con representación parlamentaria pusieron en marcha el proceso soberanista, ahora lo apoyan CDC y ERC y puede que también –aún no ha firmado– la CUP.
La apuesta es fuerte. Por primera vez desde su fundación en 1978, Convergència afirma por escrito que el proceso no podrá quedar, en «ningún caso, supeditado a la vigencia jurídica o a eventuales impugnaciones». Para el 9-N, Mas aceptó la suspensión de la consulta por parte del Tribunal Constitucional y se sacó de la manga una versión rebajada. La renuncia sentó como un tiro en Esquerra y desde entonces los recelos no han desaparecido. Con su compromiso a no acatar la legalidad constitucional, Mas, que ya acumula una querella por el 9-N, anuncia que está preparado para el choque de trenes. Miquel Iceta (PSC) le ha recordado que va hacia el «precipicio» y puede que hacia la «prisión» y el Gobierno central le ha advertido con activar la vía penal.
EL CORREO – 06/04/15