Alvaro Nieto-Vozpópuli

Millones de españoles conviven con el confinamiento como si no pasara nada grave. Ahora abren los bares y pronto se reanudará la Liga. Poco importa todo lo demás.

Dijo el presidente del Gobierno en su comparecencia del pasado sábado que «España es el país del mundo donde se siguen las reglas de confinamiento con mayor disciplina». No desveló Pedro Sánchez cómo ha llegado a semejante conclusión o si se trata de uno de esos rankings manipulados que lleva dos semanas esgrimiendo ante la prensa (y que hasta la CNN le ha reprochado), pero es evidente que tiene parte de razón.

Los españoles se han tomado con sumisa obediencia uno de los encierros más duros del planeta. Hay trifulca política en el Parlamento, por supuesto, pero no manifestaciones ni altercados en la calle, algo que sí está sucediendo en Estados Unidos, Alemania o Reino Unido, y eso que en alguno de esos países la restricción de las libertades es infinitamente menor que en España e incluso ya están volviendo a la normalidad.

En medio de una catástrofe sin precedentes, con más de 26.000 muertos de momento, los españoles hacen gala estos días de su carácter especialmente dado al disfrute: aprovechan el confinamiento para practicar las recetas de la abuela, salen a la calle cada vez que tienen oportunidad para quemar las calorías excedentes y aplauden con entusiasmo a las ocho de la tarde.

Ayuda sobremanera el hecho de que millones de personas puedan seguir cobrando un salario relativamente digno gracias a los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) a pesar de haber tenido que abandonar sus trabajos. En algún momento dejarán de percibir ese dinero (la última fecha fijada es el 30 de junio), y será ahí cuando buena parte de ellos se den cuenta de que esto no han sido unas vacaciones pagadas, sino una transición hacia su ‘nueva normalidad’: el paro.

Ocio, sí; negocio, no

España tomó tarde medidas contra el coronavirus y va camino de ser el país que más tiempo necesite para salir de la epidemia. Ni el Gobierno tiene prisa, ni sus ciudadanos parecen impacientes después de dos meses en arresto domiciliario. No obstante, y consciente de la dureza del confinamiento, el Ejecutivo de Sánchez ha puesto en marcha una lenta ‘desescalada’ para ir abriendo la mano. Y resulta que la medida estrella de la primera fase es… la apertura de las terrazas de los bares.

Mientras nuestros vecinos empiezan a activar sus economías, incluido el regreso a los colegios, en España se mantienen las limitaciones de movimientos, pero al menos se puede tomar cerveza

Es decir, mientras varios países de nuestro entorno empiezan este lunes 11 a activar sus economías, incluido el regreso a los colegios para permitir que los padres con hijos se puedan reincorporar a sus trabajos, en España se mantienen las limitaciones de movimientos, pero, eso sí, se permite tomar cervezas con otras nueve personas en torno a una mesa en aquellos lugares que hayan pasado a la fase 1. De igual forma, y para completar el clásico panem et circenses, ya han vuelto a los entrenamientos los equipos de fútbol y la intención del Ejecutivo es, como ya contó en primicia Vozpópuli, retomar la Liga cuanto antes para entretener al personal.

Mientras tanto, la principal multinacional española, Inditex, sigue sin saber cuándo podrá abrir sus tiendas porque, al superar en su mayoría los 400 metros cuadrados, no tendrán ese privilegio hasta la fase 2. Se trata de un auténtico misil del Gobierno en la línea de flotación de Amancio Ortega y de El Corte Inglés, que se han quejado sin ningún éxito al Ejecutivo, y que ni siquiera han contado con la solidaridad de otros actores empresariales que parecen estar muy cómodos con esta España en stand-by, singularmente los bancos, las telecos y las eléctricas.

Tumbados en el sofá

Y así estamos. Confinados, haciendo deporte cuando el Gobierno nos dice, desde hoy lunes tomando cañas en medio país y esperando ver pronto al Madrid y al Barça luchar por la Liga. Además, el Ejecutivo, que es muy bueno, nos paga a final de mes los ERTE y prepara ya la renta mínima para que puedan aguantar la situación aquellos de entre nosotros que están más necesitados. No es un panorama idílico, pero sí puede representar un escenario cautivador para aquellos compatriotas que tengan tendencia a estar tumbados en el sofá. Si antes trabajando como mulas ganaban poco más de mil euros al mes y ahora van a cobrar la mitad pero no tienen ni que aguantar al jefe, casi mejor seguir viendo Netflix y salir a pasear cuando nos diga Sánchez, que para eso es el que paga.

Nadie parece muy interesado en que se retome todo lo que tenga que ver con algo que suene a negocio. A nadie le importa que los empresarios no tengan certezas sobre cuándo podrán retomar la actividad, porque el cambio de fases se ha convertido en una caprichosa lotería. A nadie le preocupa la incertidumbre permanente en la que viven, con continuos cambios de reglas vía decreto ley a los que tienen que adaptarse.

Si alguien nos rescata para evitar la quiebra de España, lo hará a cambio de severos recortes, que padecerán los colectivos que hoy más ‘disfrutan’ del confinamiento: los funcionarios y los pensionistas

Cuando no queden negocios, ¿de qué piensa vivir la gente? ¿del Estado? ¿de los subsidios? ¿de las ayudas europeas? Cuanto más dure la fiesta, más dura será la caída… y la pagaremos nosotros. Y si alguien tiene que venir a rescatarnos para evitar la quiebra de España, lo hará a cambio de severos recortes, que padecerán en primera persona dos de los colectivos que hoy más ‘disfrutan’ del confinamiento: los funcionarios y los pensionistas.

Tendencia peligrosa

Y todo esto sucede a la vez que el presidente del Gobierno suelta cada sábado tres o cuatro afirmaciones falsas, por no llamarlas directamente mentiras. El último sábado alardeó de que su Ejecutivo se caracteriza por la transparencia informativa mientras omitía, por enésima vez, los nombres de los miembros del comité que supuestamente decide el ritmo de la ‘desescalada’.

También argumentó varias veces Sánchez que los cambios de fase responden al cumplimiento de criterios estrictamente técnicos, pero en la misma rueda de prensa reconoció que en realidad se trata de un proceso de negociación «bilateral» con las comunidades y que la decisiones se toman «de manera acordada». Si bien esto último sabemos que tampoco debe ser cierto, salvo en el caso del País Vasco, porque hasta se han quejado de ello algunos barones socialistas.

E igualmente tiene poco que ver con la verdad lo que dijo Sánchez de que «España es de los primeros países en afrontar la ‘desescalada»: precisamente nuestro Gobierno fue el último de un gran país europeo en desvelar sus planes de desconfinamiento y ni siquiera ha sido capaz de dar una fecha concreta de vuelta a la ‘nueva normalidad’.

Pero aquí no pasa nada. Ni se protesta por las mentiras, ni se protesta por el encierro. A lo máximo que llegaremos será a que alguien invente un ‘meme’ sobre las contradicciones del presidente para que luego lo comentemos entre risas tomando una cerveza en una terraza. Mientras España se hunde, nosotros a lo nuestro. Dos cañas, por favor.