Javier Fernández Arribas-El Correo

  • Muchos no han aprendido casi nada, o sí, comprueban que la violencia es rentable

Esperanza, confianza y sensaciones excelentes para los católicos y los no católicos en el mundo. Así podríamos calificar las reacciones a la elección del nuevo Papa, León XIV, por un cónclave que duró un tiempo prudencial y que eligió un perfil muy completo para suceder a San Pedro al frente de la Iglesia católica. Un pastor espiritual para casi 1.500 millones de personas en el mundo, un líder muy influyente como jefe del Estado Vaticano. Habría que añadir en este mundo convulso que nos agobia un gestor con la capacidad y la experiencia demostrada para ser el consejero delegado adecuado. Además, se pondrá a prueba unas dotes diplomáticas imprescindibles para responder a los retos y amenazas que acechan un mundo polarizado, donde el orden mundial liderado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial se tambalea ante el empuje de China, Rusia y otros países emergentes que predican y ambicionan un orden multipolar. La lucha por la hegemonía económica, comercial y tecnológica entre China y Estados Unidos se ha trasladado al ámbito político, militar y social con conflictos tan graves como el de Ucrania, Oriente Próximo y, ahora, entre India y Pakistán. Nada es casual en este mundo. Paz, paz y paz en la plaza de San Pedro en Roma con el nuevo Papa frente a la ostentación para la guerra en la plaza Roja de Moscú con Vladimir Putin, Xi Jinping y Nicolás Maduro con el desfile de la victoria frente a los nazis. Han pasado 80 años y muchos no han aprendido casi nada, o sí, comprueban que la violencia es rentable en un mundo en crisis de valores y principios donde los populismos son el verdadero problema para la estabilidad y seguridad de un mundo donde los vividores pretenden acabar con las democracias liberales. Esa es la gran amenaza.

La primera intervención del papa León XIV fue meditada, preparada, escrita de su puño y letra, huyó de la improvisación y manifestó su afán por la paz con una afirmación contundente: el mal no prevalecerá. Robert Francis Prevost, 69 años, nacido en Estados Unidos, misionero con más de 40 años en el Perú, con los más pobres, teólogo, matemático, filosofo, prior de los agustinos y también miembro de la curia como prefecto del dicasterio para los obispos conoce bien la estructura de la Iglesia y a sus obispos. Tiene clara su dimensión social y misionera de la iglesia y sus dogmas. En pocas horas ha aterrizado con un perfil completo, con el recuerdo ya casi viejo de Francisco. Incluso ha hecho sombra a Trump, otro norteamericano con una forma de comportarse totalmente distinta.