Teodoro León Gross-ABC

  • Tal como se tiraban días atrás a Vargas Llosa a la cabeza demostrando una cortedad de miras a prueba de cualquier talento, han querido recortar al Papa a su medida

Nadie se sorprenderá demasiado al ver a Yolanda Díaz como viuda desconsolada de Bergoglio, a Vox dictándole al colegio cardenalicio cómo proceder ahora con responsabilidad, a Bolaños ejerciendo de Arias Navarro el 20 de noviembre de 1975 con el primer mensaje de luto por el Santo Padre, al portavoz de Podemos presentando a Francisco como si fuese un cruce de Castro y Chávez, o al PP sin acabar de estar seguros qué deberían decir para no decir nada. Ninguno hablaba del Papa sino de sí mismos. Actuaban, como de costumbre, aplicando el filtro partidista para tratar de empaquetar la realidad en un relato a su medida. Cuestión de rentabilidad; nada nuevo. El sectarismo, con la necesidad de ponerle un sello partidista a todo, se repite hasta el hartazgo.

La doctrina social de la Iglesia ha dado un poderoso liderazgo político al pontificado de Francisco con el foco en los desheredados, pero también liderazgo moral como vicario de Cristo. Y no es a elegir. Quienes han visto en él a una suerte de secretario general de Amnistía Internacional, reduciéndolo a una versión adulta de Greta Thunberg, pierden de vista que es el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, líder de la fe religiosa más influyente del mundo pero no un influencer de Instagram. Otros, aferrados a los pronunciamientos doctrinales de una moral restrictiva, terminaban por no ver que el cristianismo es inseparable de la impronta social junto a los perdedores. Unos no querían oírle hablar de «la crueldad con los inmigrantes» y otros no querían oírle hablar de los «sicarios del aborto», porque eso estropeaba sus relatos. Pero Francisco era ambos, aunque a izquierda y derecha rediseñaran un Papa a su medida al que reducir a sus marcos mentales más o menos estrechos, en detrimento de su mejor impronta: la capacidad de integración y conciliación de los contrarios, un valor excepcional en un mundo cada vez más polarizado, entre los líderes autoritarios que marcan este tiempo como plantea Gideon Rachman. Francisco pudo resultar incómodo en esto o aquello, pero honró el mensaje del Evangelio, por definición ecuménico.

Al final unos y otros, tal como se tiraban días atrás a Mario Vargas Llosa a la cabeza demostrando una cortedad de miras a prueba de cualquier talento, han querido recortar al Papa a su medida. Es, desde luego, un gran modo de demostrar que no han entendido nada. Y las etiquetas partidistas marcan el mínimo. Tal vez nadie supere el ridículo de María Jesús Montero –que además estuvo en el pacto de gobierno con Podemos en 2019 que incluía restricciones a la Iglesia hasta plantear la expropiación de todo el patrimonio– cuando dijo que «es una exigencia: si uno es católico, tiene que ser de izquierdas». A unos y otros se les ha visto demasiado el refajo. En definitiva, querían ver un Papa sanchista, un Papa comunista o un Papa de Vox. Y además delirantemente persuadidos de que así debe ser.