IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Del verano no pasa que se acabe el cachondeo ése de la autonomía jurisdiccional y la separación de poderes

A por ellos, oé. Estaba previsto, incluso aquí anunciado modestamente: después del ciclo electoral, la mejor manera de cohesionar a los socios es legislar contra los periodistas y los jueces. Meterles ‘un paquete’, en este caso de leyes para qué sepan a qué atenerse. Ya está bien, hombre, de que los magistrados se empeñen en ser independientes y hasta algunos fiscales olviden de quién dependen. Del verano no pasa que se acabe el cachondeo ése de la autonomía jurisdiccional, la prensa crítica y la separación de poderes. Qué broma es ésta de buscar cosquillas y pliegues a la amnistía para oponerse a dejar en paz a los delincuentes. Verán ustedes como sí hay mayoría parlamentaria más que suficiente para embridar a toda esa gentucilla que se las da de emancipada y rebelde.

Hace tiempo que Sánchez se dio cuenta de que su verdadera y casi única oposición está en una parte del periodismo y, sobre todo, en la administración de justicia. Es en los medios de comunicación donde quedan patentes sus pifias, sus ocultaciones, sus mentiras. Es en los tribunales donde han encallado sus abusos de poder, sus pifias legislativas (ay, aquella del sí-es-sí), sus nombramientos discrecionales, su cúmulo de arbitrariedades políticas. Al principio respetaba las apariencias y mal que bien se aguantaba como podía, pero lo de Begoña ha despertado su instinto de fiera herida: se va a enterar de una vez por todas ese manojo de fascistas.

Era cuestión de tiempo que cayera por su peso el designio más característico de todo gobernante autocrático: el de acabar con cualquier barrera que impida o restrinja el paso al ejercicio ilimitado del mando. Hasta ahora el presidente venía aceptando un cierto ‘statu quo’ convencional que le obligaba por un mínimo decoro institucional a disimular su contrariedad ante los fracasos; éste es sin embargo el momento en que, cercado por derrotas y escándalos, ha decido arremeter sin tapujos contra cualquier linde jurídica, moral o simplemente democrática que le parezca un obstáculo. Ha entrado en esa suerte de paranoia del poder que detrás de cada toga, cada micrófono o cada teclado percibe un adversario. Y a los adversarios se les combate sin miramientos ni reparos. Al asalto.

Ya no se oculta en eufemismos ni rodeos. Quiere nombrar a los miembros del Supremo. Nada de concurso objetivo de méritos, como el presidente interino del CGPJ había propuesto: a dedo o, lo que es lo mismo, con una de esas comisiones de ‘expertos’ que o no serán tales –como los del Covid– o estarán bajo su control directo. Una pantalla para someter el poder judicial a la correlación de fuerzas del Parlamento, ya convertido a su vez en un mal disimulado apéndice del Gobierno. ¿Inconstitucionalidad flagrante? Ya está Pumpido para encargarse de eso. Echando mano del artículo 33, como se suele decir vulgarmente. Por si alguien no lo entiende: el del paquete.