TONIA ETXARRI-El Correo
El recurso a Estrasburgo tenía pocas probabilidades de prosperar
Dos meses y medio después de las elecciones autonómicas, el único avance institucional con el que cuenta Cataluña es un Parlamento paralizado, una carrera de relevos entre candidatos a presidentes de la Generalitat prófugos o presos preventivos y, en consecuencia, un desgobierno en el que parece haberse instalado cómodamente Puigdemont sin dar muestras de tener prisa por favorecer la puesta en marcha de la legislatura. Hoy, el Parlament debería estar celebrando la sesión de investidura del futuro presidente de la Generalitat. Pero como los propuestos hasta ahora tienen cuentas pendientes con la Justicia, condición indispensable en la lista que va imponiendo el propio Puigdemont, la legislatura no arranca. El presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent, decidió aplazar el pleno de hoy con la excusa inicial del comodín. Para aguardar el pronunciamiento del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la petición de medidas cautelares que iba a solicitar el abogado de Jordi Sànchez para pedir amparo sobre su derecho a salir de la cárcel para presentar su candidatura de investidura. Pero al tratarse de una vía con tan pocas probabilidades de prosperar, finalmente la defensa de Sànchez ha optado por posponerla, sin descartarla, para recurrir primero ante el Supremo. Con el recurso previo en instancias nacionales se dilatará aún más el tiempo parlamentario. Mientras, Torrent puede volver a evacuar consultas sobre otro candidato. El que imponga Puigdemont, que es quien marca el rumbo que, de momento, van siguiendo desde ERC forzados por las circunstancias.
Cataluña se juega perder la sala de mandos empresarial, entre otras cosas, como ha alertado Antón Costa, expresidente del Círculo de Economía. Un riesgo que no parece importar mucho a los desafiantes de la legalidad, que lo único que persiguen es la obstrucción de la normalidad. No les interesa que salgan a la luz todas las irregularidades que cometieron para poner en marcha el ‘procés’. Quedarían en evidencia. Las declaraciones del sustituto de Trapero al mando de los Mossos d’Esquadra, Ferran López, no tienen desperdicio. Al recordar, ante el juez, los hechos violentos del 20 de setiembre, cuando centenares de ciudadanos enfervorecidos destrozaron coches policiales y se incautaron de armas del interior de los vehículos, dijo que aquellos manifestantes iban bebidos y que temieron que usaran armas. Pero a Puigdemont le interesa seguir hablando de «Estado policial» y bloquear cualquier salida que no pase por la reposición de la declaración de independencia unilateral. Que siga el ruido aunque desde ERC una gran mayoría quiera apostar por la recuperación de la política pragmática. Que la toma de decisiones tan disparatadas como la renuncia a convocar elecciones por parte de Puigdemont dependiera de un gesto en la calle o de un par de tuits, como acaba de desvelar Santi Vila en la presentación su libro, refleja la inconsistencia de quien decidió pilotar la nave del ‘procés’ hacia el abismo.
Mientras el bloque independentista intenta maquillar sus diferencias, Puigdemont pasea su indignación abroncando a las instituciones europeas porque no reaccionan al veto judicial a la investidura del preso Jordi Sànchez. Pero las instituciones ya han dado una respuesta política al bloqueo catalán: el respeto al orden constitucional de los Estados miembros. Puigdemont cree, o eso dice, que un juez no puede «mandar» sobre la candidatura propuesta por partidos que representan a dos millones de votantes. No entiende, o eso dice, que el Parlament solo tiene poder sobre el juez como legislador. Es decir: sobre el contenido de las leyes que se aprueban en la Cámara. Pero las cuestiones de procedimiento, como en todas las democracias, están sometidas a control judicial.
Así estamos. Teniendo que explicar que la ‘p’ con la ‘a’ se lee ‘pa’.
Ayer, la ANC se manifestó en la calle para exigir la república catalana mientras Òmnium piensa en gobiernos de amplias mayorías. Se tensa el pulso entre pragmáticos e ‘Illuminati’, pero siguen en manos de la CUP. Al prófugo de Waterloo no le importaría volver a pasar por las urnas. Una posibilidad que ha indignado hasta a los Comunes. El tiempo no corre a favor del independentismo. Aunque se empeñen en obstruir un gobierno dentro de un marco legal, están contra la pared. Saben que no pueden vivir en el bloqueo permanente.