Kepa Aulestia-El Correo
El frontón Atano III de Donostia atenderá a la llamada a la unidad de un partido, el PNV, que de pronto se vio desconcertado ante el peligro de la división. Así lo señaló su hoy todavía presidente, Andoni Ortuzar, al explicar por qué renunciaba finalmente a la reelección. La larga despedida del cargo protagonizada por él, y la que su sucesor, Aitor Esteban, tampoco ha eludido al decir adiós a su tarea de portavoz en el Congreso de los Diputados, han ofrecido páginas de interés para la hagiografía jeltzale. Ortuzar refiriéndose a las piedras acumuladas en su mochila por tomar decisiones que afectaban directamente a personas próximas a él. Empezando por la que adoptó para apartar a Iñigo Urkullu de continuar un mandato más en Ajuria Enea. Esteban señalando a las y los jóvenes que la política es mucho más que el ruido que oyen, para terminar con un «Gora Euskadi askatuta» como de otros tiempos. Pero si algo ha dejado en el ambiente la última temporada de la serie es que el PNV es un partido de desconocidos. Como todos los demás.
Existe la presunción de que lo genuinamente vasco está constituido por personas que se conocen al detalle en tanto que forman parte de una misma familia o clan. En realidad es un mito interesado con el que nos engañamos los unos a los otros todos los días, procurando sobre todo desorientar a los demás. Pongamos que el PNV es genuinamente vasco, aunque no es como es porque sea vasco. Lo son también ELA, la izquierda abertzale, las ikastolas o las cooperativas de Mondragon. Pero lo característico de esos submundos es que, en realidad, no se conocen entre sí. Aunque simulen lo contrario. Andoni Ortuzar y Aitor Esteban han demostrado que, a pesar de las apariencias, tampoco se conocían entre sí. Fue lo que también descubrieron Ortuzar y Urkullu cuando éste supo que el partido no le iba a volver a presentar de candidato. Ocurrió lo mismo cuando Arzalluz le tomó la palabra a Ardanza, y le pasó el relevo a Ibarretxe.
Mañana Aitor Esteban se encontrará presidiendo un EBB del que no conoce a mucha gente, o les conoce bien poco. También a la inversa, los demás burukides se encontrarán con él casi por primera vez. Después de las noticias sobre críticos y oficialistas, sobre votaciones inesperadas en todos los batzokis, sobre un resultado final decantado con su correspondiente dosis de desdén mutuo. Con el vértigo que entraña percatarse de que tampoco se conoce a la que se supone es la familia propia. No es fácil saber si alguno de los oradores del Atano III evocará la gesta de Joseba Elosegi, el 18 de septiembre de 1970, en aquel mismo lugar. Prendiéndose fuego a lo bonzo ante el dictador Francisco Franco. Si alguien lo hace, deberá recordar que Elosegi no se veía en la necesidad de conocer a los demás. Le bastaba con conocerse a sí mismo.