Editorial, EL CORREO, 16/9/11
El PNV, entre el temor a la consolidación de Bildu y la recuperación del terreno perdido
El documento remitido por el EBB a las bases jeltzales para su debate con motivo de la renovación de los órganos de dirección del PNV fija el objetivo inmediato de «recuperar el liderazgo institucional» de Euskadi «no como signo o pretensión hegemónica». La salida del Gobierno vasco tras las autonómicas de 2009, primero, y el paso a la oposición en Gipuzkoa y Álava, después, han colocado al partido de Urkullu en una situación desconocida desde el restablecimiento del autogobierno. A pesar de lo cual los dirigentes nacionalistas se debaten entre el temor de que los cambios introducidos en el panorama político vasco -en especial la eclosión de Bildu- vayan mucho más allá de un episodio coyuntural y su necesidad de preservar la esperanza de recuperar el terreno perdido. La consecuencia síntesis es el enunciado de un futuro soberanista para Euskadi a alcanzar «actuando con inteligencia», tanto en relación con el Estado como respecto a Europa, mediante el logro de un «nuevo estatus político». Así es como el EBB presidido por Urkullu soslaya el desafío que para sus propósitos representaría el mantenimiento al alza de la alternativa auspiciada por la izquierda abertzale. Pero quizá la muestra más palpable de la encrucijada estratégica a la que se enfrenta el PNV es que en su ‘Horizonte 2015’ concibe el engarce de Euskadi con la España constitucional como una relación en la que los vascos seguiríamos obteniendo todas las ventajas de nuestra pertenencia a una realidad compartida deshaciéndonos de los muchos inconvenientes que, a juicio de los jeltzales, conlleva tal vinculación. Se trata de una visión tan ventajista como irreal no solo del pasado y del presente, sino especialmente del futuro de la relación entre los vascos y los demás españoles, que describe a estos como un lastre para el potencial de Euskadi sin reconocer la prima que el Concierto supone en la unidad de mercado, especialmente cuando se combina con el acceso a las partidas de los presupuestos generales del Estado. Además, para que los jeltzales pasen de sentirse «el Partido» a operar como una formación más, con sus legítimas aspiraciones y una representatividad inevitablemente limitada, no basta con que apelen retóricamente a la participación y la transparencia, sino que tendrán que renunciar a la administración partitocrática del poder que ostentan.
Editorial, EL CORREO, 16/9/11