Con su dimisión, queda al descubierto que las apuestas de Imaz (no poner veto al PP, fomentar pactos con los socialistas…) eran un brindis al sol para los más radicales de su partido y contribuían tan sólo a crear una ficción. De este pulso se puede concluir que, también en el PNV, han ganado los duros.
Imaz se va, antes de lo previsto, porque no ha podido con la inercia del aparato de su partido. Había aguantado con fortaleza la presión de ETA pero le ha superado la presión de un PNV que necesita que prevalezca una mayor tensión victimista para cohesionar el frente nacionalista. Tal como le gusta a Egibar, a los diputados generales guipuzcoano y alavés, al lehendakari, a buena parte del Gobierno vasco y de la militancia más radicalizada.
Es cierto que, por primera vez, pierde un pulso el jefe del partido frente al Ejecutivo vasco pero también es novedoso que la dirección del EBB haya estado asumida por un dirigente político que se había atrevido a dar un paso adelante hacia la modernidad y hacia los pactos transversales.
Ahora, con su dimisión, queda al descubierto que sus apuestas (no poner veto al PP, como explicó en Madrid el pasado mes de mayo, fomentar pactos con los socialistas…) eran un brindis al sol para los más radicales de su partido. Sus apuestas contribuían tan sólo a crear una ficción sobre su partido. De este pulso en el que el presidente del EBB ha resultado perdedor, se puede concluir que, también en el PNV, han ganado los duros.
El tiempo situará a cada uno en su sitio pero esta retirada del dirigente nacionalista más dialogante de los conocidos, cuestiona toda una estrategia pactista del Partido Socialista de Euskadi basada en una alianza de coaliciones transversales. Decía ayer un parlamentario del grupo nacionalista en el Congreso, que digamos lo que digamos los analistas, nos vamos a equivocar «en un 103%».
Pero los textos, como el algodón, no engañan. Y lo que sí ha dejado Imaz meridianamente claro es que su retirada de la política no tiene nada que ver con los motivos personales. Por ejemplo. Si Imaz se va para facilitar un proceso interno de cohesión, como escribió ayer, señal de que se ha percatado de que su idea de rechazar la consulta popular mientras no se dé un clima de ausencia de violencia, no tenía predicamento en la mayoría de jelkides. Hasta la portavoz del gobierno, Miren Azkarate, había rechazado sus tesis aunque citando únicamente al gobierno de Zapatero, escandalizada de que se dijera que una consulta popular podría dar «oxígeno a ETA».
Porque Imaz, en su polémico artículo de julio, decía, no sólo que una consulta planteada como acumulación de fuerzas para una confrontación política era muy discutible sino que, con la tregua rota, no hacía falta ser adivino para imaginar a ETA «matando en nombre de la defensa de una presunta voluntad popular no atendida».
El socialista Manuel Huertas se lamentaba por esta dimisión. Si volvemos al Pacto de Lizarra, será un paso atrás. Y los populares, como cabía esperar, se reafirmaban en que, no hay mejor pacto que el constitucionalista como alternativa al monocultivo nacionalista.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 13/9/2007