Luis Ventoso-El Debate
  • El PP está estancado y Vox, fuerte y al alza, pero lo realmente relevante es que la oposición suma más de 190 y se acabaría la coalición antiespañola de Sánchez

Al margen de las manipulaciones de Tezanos, de naturaleza ya casi lisérgica, todas las encuestas mandan a Sánchez a casa si hubiese elecciones en estos momentos (que no las habrá, porque hasta 2027 se pegará con Loctite Súper Adhesivo a su colchón de la Moncloa). Por lo tanto, la noticia relevante es que se acabará la coalición antiespañola que mantiene a Sánchez en el poder sin ganar siquiera los comicios.

El sondeo de Target Point para El Debate deja a Sánchez con 110-112 escaños, con una caída de unos diez respecto a 2023. El PP ganaría de nuevos los comicios, pero aparece estancado en su cifra de las últimas generales: 137 escaños. El globo de gas de Yolanda se desinfla por completo, quedándose con solo 12 diputados, un tercio de los que tenía. Y el partido más en forma es Vox, que pasa de los 31 de su pinchazo de 2023 a 57-59. La formación de Abascal ha encontrado la ola buena y ha subido punto y medio en intención de voto solo desde julio hasta aquí.

Sánchez, también conocido como Gran Jefe Pato Cojo (o incluso Pato Laqueado) está acabado. La oposición de centro y de derecha goza hoy de un colchón de 17 escaños sobre el listón de la mayoría absoluta. Es casi imposible darle la vuelta al calcetín en solo año y pico. Aunque siempre puede haber sorpresas con cierto olor a chamusquina, como ocurrió en las extrañas elecciones estivales de hace dos años.

No nos dejemos engañar por la pompa del poder, el empalago ególatra y el cañón televisivo: Sánchez es un zombi político. La corrupción galopante le ha dado la puntilla, sobre todo porque ha destrozado su imagen internacional. La prueba de su debilidad es que el PSOE pierde 4,7 puntos en intención de voto a pesar del desplome de Sumar, que se deja 4,9 puntos. Salvo que logre llevar su propensión a la trampa a unos extremos inimaginables incluso para él, Sánchez está de salida.

El PP vive la paradoja del ganador tristón. Sigue siendo el más votado, pero repetiría los 137 escaños de 2023, lejos de su sueño de 150 para intentar gobernar en solitario con apoyos puntuales. ¿Qué le pasa al PP? En primer lugar, le ocurre que gobierna en casi todas las autonomías. No puede limitarse a vender una expectativa. Le toca fajarse con los desafíos reales (y este verano hubo de afrontar la catástrofe de los incendios, con Sánchez poniéndose de canto).

En segundo lugar, el PP paga el dilema de la manta corta. Tenía que elegir entre taparse los pies o la cabeza. Intentar pescar a su izquierda, buscando a desencantados del PSOE, o a su derecha. Han apostado por el híper centro. Han renunciado a dar una batalla de ideas en favor de valores conservadores y cristianos y algunos de sus votantes se han ido a Vox.

El PP ha intentado reaccionar endureciendo su dialéctica contra Sánchez, lo cual está bien. Pero sigue sin resolver su problema clave: ¿Cuál es su manera de ver la vida? ¿Qué tipo de España quiere? ¿Una de derechas y con los valores que se le suponen a la misma, incluida una visión liberal de la economía con impuestos bajos… o aspira a ser una suerte de PSOE de la era de Felipe González con mayor prudencia contable? Aun así, cuando se acerquen los comicios, el tirón del voto útil les dará algunos escaños más de los que hoy se le atribuyen.

Vox cuenta con la ventaja de que encaja como un guante en un mundo enormemente polarizado y donde se está viviendo un retorno al nacionalismo. Además, la jugada de dar plantón a los gobiernos autonómicos con el PP, aun siendo irresponsable, les ha salido bien, porque les vuelve a permitir predicar sin dar trigo, impartir lecciones desde la barrera. Por último, a diferencia del PP, sus ideas-fuerza están absolutamente claras (gusten o no): combate frontal a la inmigración, lindando incluso con la espinosa teoría del Gran Remplazo, apuesta por el Estado-nación y señalamiento de una supuesta gran coalición PSOE-PP, según la cual Sánchez y Feijóo vienen a ser lo mismo. Todo adornado con una dialéctica muy rotunda, que alguna vez incluso va demasiado lejos (una persona de la importancia de Abascal no puede llamar en un acto estelar de su partido «chulo de putas» a Sánchez, por mucho que millones de españoles detesten al personaje).

Entonces, ¿a dónde vamos? Mi pronóstico es que Feijóo será presidente y que Vox le permitirá ser investido, aunque con desdén. Pero jamás entrarán en una coalición con él, en la esperanza de que se vea forzado a apoyarse en el PSOE postsanchista. Además, ideológicamente a Feijóo puede gustarle más como compañero de viaje un nuevo PSOE que Vox. Si el PP patina y elige pastelear y entenderse con los socialistas y hasta con Junts, los de Abascal recibirían un extraordinario regalo para afianzar un perfil único, en el sueño de cobrar en tres o cuatro años un volumen similar al del lepenismo, la AfD o Meloni, que les permitiese pelear en serio por el poder.

Pero no me hagan ni caso como pitoniso, porque soy de los que en 2023 creyeron que Sánchez estaba ya fuera. Y aunque hecho puré, ahí sigue. Incluso se permite el lujo de alentar el delito en sus mítines, animando las protestas radicales que ayer destrozaron La Vuelta y empañaron la imagen de España ante el mundo.