Francisco Rosell-El Debate
  • De paso, en su cruzada contra la energía nuclear, Sánchez cargaba contra estas centrales por no haber ayudado a la recuperación del sistema tras el apagón, cuando la víspera admitió que la luz volvió gracias a la conexión gala, donde la generación nuclear es el 70 % de su suministro

Cuando un usuario habitual del trayecto Madrid-Sevilla ve interrumpido su itinerario bajo el eufemismo «parada técnica», lo atribuye a otro más de los percances que acumula la antaño modélica alta velocidad desde su apertura para la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Sin embargo, la pausa técnica no era la de otras ocasiones permitiendo conectarse vía móvil. De pronto, como un eclipse, no hubo más mundo exterior que el que se divisaba por la ventanilla: un ignoto labrantío en el que, al fondo, se atisbaba la iglesia de un «poblachón manchego» que no era precisamente el Madrid de Umbral. A uno de los pasajeros, por contra, sí le resultaba familiar el paisaje y evocaba para sí la humorada de aquellos lugareños que plantaron mármol en una de sus casas solariegas con esta inscripción: «Aquí nació el conocido poeta cordobés Antonio Gala». En Brazatortas, nunca le perdonaron que ocultara su cuna.

Poco consuelo, empero, cuando los vagones comienzan a arder como calderos en lumbre y obliga a la tripulación a abrir puertas para que el aire fresco supla al acondicionado. Pese a la prohibición de no apearse, la mayoría saltó a respirar la primavera y estirar piernas antes de retomar la partida. Pero el calor del mediodía pasó factura, mientras agua y alimentos escaseaban. No había más novedades que las que trasladaban los clientes de algunas operadoras con cobertura y que cada cual interpretaba como quería abonando cualquier cábala. No faltaban quienes especulaban con que era otro ardid para tapar que su hermanísimo se encaminaba al banquillo como su «consuerte», Begoña Gómez, o que buscaba chafar la cumbre europea del PP en Valencia como cuando UCD debió suspender en 1981 su congreso nacional en Palma de Mallorca por una extraña huelga de controladores. No en vano, la malicia de Sánchez es inversamente proporcional a su idoneidad para su alta encomienda.

Pero, cuando más acuciaba la sed y el hambre, al otro lado de la valla que separaba la línea ferroviaria de la carretera, aparecieron unos bienquistos paisanos con agua y víveres. La solidaridad vecinal se hizo tal que la alambrada cedió tratando de proveer a los que se acercaban mediando un kilómetro campo a través. Luego, desde la población vecina de Puertollano, arribaron dos autobuses con su alcalde, Miguel Ángel Ruiz, al mando. Sin ser su estricta competencia al ser otro término, el edil de Puertollano se hizo cargo de los arrecogidos de Brazatortas a los que dio cobijo y abrigo en un pabellón, amén de cena en las casetas de la Feria de Mayo, donde fueron imprevistos visitantes de una fiesta sin luz, pero con corazón. Como con el Covid y la dana, sin necesidad de que nadie se lo pidiera.

Cuando a las 23:30, luego de once horas de apagón, se hizo la luz en Puertollano, el perplejo viajero pudo oír la voz espectral de alguien dizque presidente que bamboleaba la responsabilidad sobre un Gran Apagón tan previsible, por los demás, desde que un gafe como «Noverdad» Sánchez presumiera que tal calamidad jamás advendría en España. Oscilaba entre un ciberataque y el «regulador privado» Red Eléctrica quien engaña a ojos vista sabedor de que la compañía depende del Gobierno y él sostiene como presidenta a la exministra de Zapatero, Beatriz Corredor, luego de fracasar en la cartera de Vivienda. Claro que, atendiendo a lo dicho por Pilar Lucio, exconsejera socialista de Extremadura, sobre el Consejo de Seguridad Nuclear, tener conocimientos técnicos extraordinarios puede ser contraproducente. De ser empresa privada Red Eléctrica, sería, si acaso, otra privanza de Sánchez.

De paso, en su cruzada contra la energía nuclear, Sánchez cargaba contra estas centrales por no haber ayudado a la recuperación del sistema tras el apagón, cuando la víspera admitió que la luz volvió gracias a la conexión gala, donde la generación nuclear es el 70 % de su suministro. Tal obsesión explica que Sánchez pretenda fundirle los plomos a España alentando una economía de decrecimiento (o sea, de empobrecimiento). Ama tanto a los pobres que no quiere que dejen de serlo, al revés de él, su familia y sus amiguetes haciendo negocio privado con lo público.

Hace años, cuando el gran periodista José Oneto, director del mítico Cambio 16, le preguntó a Felipe González qué significaba para él la palabra «cambio» que figuraba en sus vallas electorales, éste le respondió: «Que España funcione». Para escamotear que España no funciona con él, el fuguista Sánchez pone a los españoles a mirar el cielo a la espera de otro comité de expertos.

Es inagotable su maña para vender el humo de los incendios que desata: desde su desatinada gestión el Covid con sus 130.000 muertos a su huida de la riada de Valencia que agravó con su nefanda política medioambiental. Con las plagas que jalonan ya su trayectoria, ejemplifica su incompetencia y su enfermiza pasión por mandar. Pero nunca entonará el «mea culpa» del expresidente Francisco Silvela ante las Cortes ni rogará a los españoles que tengan la caridad de juzgarle «por el único acto del que me considero culpable: el de haber tardado en declarar a mi país que no sirvo para gobernar».