Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Ayer, en su asamblea anual, la patronal vizcaína celebró su 125 aniversario como heredera de las primeras organizaciones de productores de la provincia. El acto, aparte de para cumplir con el orden del día habitual en estas reuniones, sirvió para algunas cosas más. Por ejemplo, para despedir al lehendakari, que en última presencia ante la nutrida audiencia del empresariado vizcaíno hizo una ‘faena de aliño’, con un discurso excesivamente frío y falto de cariño y quizá cargado de autocomplacencia. Una frialdad que contrastó con el sonoro, sentido y prolongado aplauso que le ofreció la asistencia. Y sirvió para que Carolina Pérez de Toledo, la presidenta de Cebek, hiciese un necesario recuerdo de la época ‘irrespirable’ para los empresarios que impuso la banda terrorista. Reconoció que ese recuerdo pueda molestar a quienes restan importancia a ese lamentable tramo de nuestra historia o acostumbran a mirar para otro lado, para no involucrarse. Bien por ella.

Se refirió a los estudios que se elaboran actualmente y que apuntan a una merma del 24% del PIB y a la salida de decenas de miles de personas, la mayoría relacionados con el mundo empresarial, que huyeron del terror. Víctimas sin Memoria, ni Justicia reparativa. Como novedad propuso un plan para reconocer y atraer a quienes se fueron empujados por la violencia. Un plan que incentive su retorno con medidas fiscales. La idea es justa y conveniente, pero llega con décadas de retraso y dudo de su viabilidad actual. Carece del impulso político interno, que sería necesario, y me imagino que tampoco encontraría la comprensión externa que sería imprescindible.

En el conjunto de España estamos en medio de un debate áspero e interminable dirigido a reformar el sistema de financiación autonómica y ha de hacerse en medio de un clima político desquiciado. Sería inevitable que esta aspiración quedase contaminada con las pretensiones catalanas de alcanzar un modelo singular y similar al nuestro, de manera que terminaríamos metidos, Cataluña y Euskadi, en el mismo saco de la ingratitud, la insolidaridad y el privilegio. Una combinación digerible para Pedro Sánchez -digiere piedras de granito si el premio es su silla-, pero imposible de tragar para el resto, dirigido mayoritariamente por la oposición. Aparte de otros ‘detalles’ como la definición concreta de las medidas de apoyo y la elaboración de la lista de eventuales beneficiarios.

En otros países se ha intentado y en algunos se ha conseguido este tipo de esquemas, contando incluso con el beneplácito de la Unión Europea, así que, por intentarlo… ¡Que no quede!