VICTORIA PREGO, EL MUNDO 06/02/14
· El lehendakari está buscando un sitio de honor para su partido para gestionar estos momentos y el momento en que ETA se disuelva definitivamente y la sociedad española, no sólo la vasca, pueda encarar el futuro con normalidad. El PNV no ha tenido papel en ninguna de las dos ocasiones relevantes en este proceso. Ni cuando Aznar decidió luchar y acabar con la banda sin dejarle ni un resquicio a la negociación, ni cuando Zapatero optó por lo contrario y alentó la negociación.
Ahora Urkullu quiere estar en la pomada, liderar el proceso y mediar entre la izquierda abertzale y Mariano Rajoy. Y este documento que contiene las líneas generales del Gobierno vasco es la plasmación de una situación ideal en la que ETA se habría disuelto y en la que el Gobierno español debería adelantarse, iniciando una política penitenciaria que acabara con la excarcelación de todos los presos etarras.
Eso sí, previo arrepentimiento de los presos excarcelables, que firmarían un documento ad hoc. En definitiva, aquí paz y después gloria con el único reconocimiento del daño causado. Eso es en aplicación de una llamada «justicia restaurativa», que considera que el daño se ha hecho a una persona y que el Estado debe quedar al margen de cualquier reclamación o compensación porque no es parte. De hecho, el delincuente en esta «justicia restaurativa» pasa a ser designado con el mucho menos claro término de «ofensor». Y con estas condiciones, al final todos a la calle.
Esto es lo que Urkullu propuso a Rajoy hace ya casi un año, esto es lo que está pactado con la izquierda abertzale y esto es lo que sin duda ha hablado en sus dos reuniones de estos días con el presidente y con el líder de la oposición. Pero este es un planteamiento inadmisible que premia a los asesinos por dejar de asesinar y por la hipotética disolución de la organización criminal que ha estado golpeando año tras año a la sociedad española, a la democracia y al Estado. Este plan pretende solventar la muerte de casi mil personas inocentes y la destrucción de la vida de sus familiares con una declaración de perdón que serviría de salvoconducto a los terroristas para iniciar su borrón y cuenta nueva, como si no dejaran nada, ni a nadie, atrás.
Porque en este plan no se hace la más mínima mención a la deuda inmensa que España tiene con quienes murieron a manos de ETA. De hecho, no constan más que como referencia necesaria para que sus asesinos puedan ser excarcelados. El presidente no podrá aceptar nunca un esquema tan sangrante y que deja a los principales actores, que son los muertos, en el más humillante de los olvidos.
VICTORIA PREGO, EL MUNDO 06/02/14