Un plan sin futuro

ALBERTO AYALA, EL CORREO 22/06/13

· El inmovilismo de la izquierda abertzale y su obsesión por no dar ningún as al PNV condenan el proyecto de paz.

De momento es sólo un borrador. El Gobierno vasco no tiene previsto aprobar oficialmente su Plan de Paz y Convivencia hasta dentro de tres meses, tras las vacaciones estivales. Lo hará una vez reciba y analice las aportaciones que tengan que hacer las fuerzas políticas con representación parlamentaria. Pero, aunque nadie habla de boicots y sí de poner sobre la mesa sus respectivas propuestas, lo cierto es que las posiciones de partida son tan antitéticas que el tren amenaza desde ya con descarrilar pese a que todavía no ha salido de la estación.

Sostiene el refranero que quien mucho abarca poco aprieta. La experiencia nos enseña que cuando se tienen ideas y objetivos claros lo mejor es ir al grano y no perderse por las ramas. Pues bien, del documento del Gobierno Urkullu elaborado por la secretaría de Paz y Convivencia que lidera Jonan Fernández (ex-concejal de HB, ex-Elkarri y ex-Baketik), se puede decir cualquier cosa menos que sea sencillo y directo. Por el contrario se trata de un max-mix con abundantes concesiones a la izquierda abertzale en el que los guiños aquí y sobre todo allá lo único que logran es diluir lo fundamental.

Y lo esencial en este asunto son apenas un par de cuestiones. Las de siempre. Las que nos unen a la mayoría de los ciudadanos. Que en democracia no es legítimo pretender imponer ninguna idea mediante el crimen, el chantaje y la amenaza, como ha pretendido ETA durante cuatro largas décadas con nulo éxito, pero causando un inmenso dolor. Y que jamás ningún demócrata aceptará que son iguales una persona acribillada a balazos por un comando etarra que un activista muerto cuando trataba de colocar una bomba. No mucho más, pero desde luego nada menos.

La izquierda abertzale sigue sin estar por la labor de asumir este suelo ético, estos sencillos principios que sí permitirían hablar de un auténtico tiempo nuevo. No al menos por ahora, según insisten en dejar meridianamente claro dirigentes como el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, o el portavoz, Pernando Barrena. Desgraciadamente. Si a ello añadimos que la izquierda abertzale no está dispuesta a permitir de ninguna forma que el lehendakari Urkullu y el PNV se apunten un tanto ni con este ni con ningún otro asunto en su batalla particular por la hegemonía en el nacionalismo –exactamente igual que hacen los jeltzales– no podemos sino colegir que estamos ante negro horizonte.

Estrategia del PNV

Sortu solo tiene en este momento dos objetivos. Mantener la unidad interna del movimiento a casi cualquier precio hasta que el terrorismo sea, de verdad, pasado. Y lograr la excarcelación de los etarras presos y el retorno de los huidos en el menor plazo de tiempo posible.

Hay suficientes indicios como para pensar que la izquierda abertzale tradicional cree seriamente que va a poder dar por cerrada esta página sin abjurar de su pasado. Sin admitir no ya el dolor que ha causado la violencia, sino lo ilegítimo de recurrir a ella. La gran pregunta, por ahora sin respuesta, es qué hará si pasa el tiempo y no hay movimientos relevantes en las cárceles –la sentencia sobre el ‘caso Parot’ jugará un papel importante–, y si ello dificultará el primer objetivo, el de la unidad interna.

Interrogantes de calado como para sospechar que el nuevo plan vasco de paz puede no llevar a ninguna parte. ¿Será por estas complejas perspectivas por las que el PNV y el lehendakari Urkullu han decidido poner el asunto en manos de Jonan Fernández en lugar de hacerlo en alguno de los pesos pesados del partido como pareciera corresponder a un asunto, en principio, de la máxima prioridad e importancia? Resulta difícil creer en las casualidades.

ALBERTO AYALA, EL CORREO 22/06/13