Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 22/12/11
Un comentario de la remera Maralhino me obligó ayer a bucear en la hemeroteca en busca de la pieza que citaba. Estaba en el Diario de sesiones del Congreso que recogía la sesión parlamentaria del 15 de enero de 2007, en la que el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, compareció para hablar del atentado de la T-4, perpetrado 16 días antes.
A lo largo de su intervención, Zapatero dejó constancia de un rasgo de carácter: su confianza en que su palabra prevalece sobre la evidencia. Lo dijo así:
“Todos los españoles me escucharon (oyeron) decir el día 29 de diciembre que tenía la convicción de que estábamos mejor que hace cinco años y que dentro de un año estaríamos mejor. Señorías, aunque no es frecuente entre los responsables públicos, quiero reconocer el claro error que cometí ante todos los españoles.”
Incluso sus errores eran un factor de distinción. También dejó sentada en varias ocasiones la idea de que el proceso de paz, su proceso de paz, estaba roto, así lo dijo:
“El 30 de diciembre ETA, con su brutal atentado, puso fin al alto el fuego permanente que había declarado. Con ello, rompió el diálogo y el proceso de paz. (…)
ETA desperdició la oportunidad de contribuir, por medio de su definitiva desaparición, a un mejor futuro para todos y con esta decisión ETA se empeña en prolongar una actividad criminal que se extiende ya por más de cuatro décadas. (…)
En los hechos, ETA ha roto el alto el fuego declarado por ella misma, ha puesto punto y final al proceso de diálogo, ha clausurado la oportunidad abierta.
En los propósitos, ETA trata de amedrentar a los ciudadanos por medio del terror, de condicionar el comportamiento de las instituciones, de torcer la voluntad de los demócratas. Pero ni los ha conseguido en el pasado ni los va a conseguir ahora, ni los conseguirá nunca.
El criminal atentado del 30 de diciembre supone el mantenimiento de la violencia, que es radicalmente incompatible por principio con el diálogo. (…)
El intento que se abrió a partir del pasado 22 de marzo no ha fructificado. ETA le ha puesto sangrientamente su punto final. No cabe ahora sino enfrentarnos a las consecuencias que se derivan de ello.
El Gobierno, con el apoyo que he solicitado a Sus Señorías, las afrontará con todo rigor, firmeza y determinación, porque es la respuesta adecuada, porque es su obligación democrática y porque también es eso lo que desean hoy los ciudadanos.
De acuerdo con todo ello, el Gobierno expresa, una vez más, su máxima firmeza en combatir y perseguir la violencia y el terror. (…)
Y quiero afirmar ante Sus Señorías que nunca habrá dialogo con violencia, ni con intentos de perpetuar la violencia, nunca; nunca.”
El libro de Jesús Eguiguren pone en solfa y resalta las mentiras presidenciales aquí reproducidas. Él, con permiso o bajo la orden de Zapatero, continuó con su misión y siguió negociando con los terroristas a partir de ese día, 15 de enero de 2007 y hasta el 5 de junio de dicho año, fecha en la que ETA declaró acabado el proceso de paz. Pero fue poco y porque se empeñó Tony Blair, dice ahora la versión oficial.
El líder de la oposición, Mariano Rajoy Brey, el campeón de la crispación por aquel entonces, hizo un discurso del que voy a reproducir los dos primeros párrafos y los dos últimos [Recuerden que la víspera de ese debate, toda la oposición de la oposición acudió a una manifestación contra ETA y el PP cuyo comunicado final se encargó a Almudena Grandes. Primero se pensó en Rosa Regás, que tenía más gracia, pero nos privó de ella aquel día una afección de garganta]:
Señorías. Como decía Confucio, el hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor.
Este es el caso del señor Rodríguez Zapatero. Todo lo que nos cuenta está muy bien, pero aquí hemos venido a decir la verdad. Y la verdad es que estamos ante la historia de un fracaso que no se quiere reconocer.
(…)
Sé que mis palabras, señor Rodríguez Zapatero, podrían haber sido más agradables. Lamento que la materia que nos ocupa y el respeto a la verdad no me lo permitan. Pero no olvide que tanto si le gusta como si no le gusta, a la hora de la verdad, su único aliado fiable seré yo.
Si las cosas se ponen feas —lo cual no es imposible—, cuando se apaguen las luces de la fiesta y haya que apretar los dientes, el único que estará a su lado seré yo. No me gustaría, si llega ese momento, tener que repetir este mismo discurso.
Nada más y muchas gracias.
Cuatro años, once meses y cinco días después, ante la indiferencia total de los suyos, Zapatero, que ya había acumulado al fiasco de la negociación todos los errores posibles de gestión, pudo comprobar que Mariano Rajoy era un tipo de palabra, que le ofreció la única compañía que sintió en el hemiciclo al final de la investidura:
“Yo creo que usted acertó y se equivocó, como todos, por otra parte, pero usted ha tenido un gran honor: el de ser presidente del Gobierno de su país, de España, y yo así lo veré siempre”.
Tal vez debería haber escrito hoy sobre el nuevo Gobierno. Nunca volverá a haber una ocasión como la de hoy para el florilegio, pero me ha parecido útil este recordatorio de unos hechos y unas palabras que a muchos les sonarán a nuevos: la política al servicio de las palabras, es decir, de la verdad, y no al revés. Un hombre de palabra, lo nunca visto.
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 22/12/11