Un poco de seriedad

EL MUNDO 12/12/14
VICTORIA PREGO

Que no es eso. Que la cosa no consiste en soltar tan frívola y ligeramente una ocurrencia fácil para dejar cerrado el asunto con la afirmación añadida de que «cuando yo llegue ya arreglaré todo esto». Estamos escuchando, y examinando, a Pedro Sánchez por ver si tiene o no hechuras de presidente del Gobierno. Y ese examen que hacen ahora mismo muchos electores se va a traducir dentro de un año en más o menos votos dentro de la urna. Por eso es inexplicable que el secretario general del PSOE vaya por la vida política como si fuera pisando cáscaras de plátano todos los días.

Un señor que aspira a gobernarnos no puede despachar el asunto del dislocado panorama retributivo en la Administración del Estado que se acaba de destapar hace dos días diciendo la simpleza de que todos los cargos que ganan más que el presidente del Gobierno lo que tienen que hacer es «bajarse el sueldo». Ese es un comentario propio de cliente cervecero y no muy largo de luces en una barra de bar.

Da reparo hacer unas mínimas precisiones a la solución que ha alumbrado el líder socialista para un problema de la envergadura del que nos ocupa. La primera, aunque produzca vergüenza aclararlo, es que los secretarios de Estado, los subsecretarios e incluso, mire usted, los presidentes de las compañías estatales, no se ponen los sueldos a sí mismos, sino que cobran lo que está estipulado en unas tablas oficialmente aprobadas y públicas. Aquí no estamos ante el capricho individual de unos cuantos individuos porque esto no es una república bananera, como parece sugerir la intervención de Pedro Sánchez.

Y por lo tanto, la redefinición del sistema retributivo en las administraciones públicas requiere primero de un consenso político amplio para abordar su reforma. Y luego de un trabajo ingente para establecer unos baremos racionales y que nos sitúen a la par de los países del mundo con los que nos relacionamos de igual a igual.

La tentación de sacralizar el principio de la alpargata para aplicársela con saña a nuestros representantes públicos no es nueva, pero es extraordinariamente demagógica y de efectos muy dañinos en una opinión pública muy castigada por la crisis pero tradicionalmente aficionada, además, a preferir la igualación por abajo de todo el que destaque de la masa media en dinero, honores o notoriedad.

Esa es la tentación que Pedro Sánchez tiene necesariamente que evitar porque le rebaja a la condición de líder populista, que es lo que menos interesa al elector que está pensando en considerar su candidatura como futuro presidente del Gobierno. Debe ponerse a la altura de la importancia del cargo al que aspira si es que quiere llegar a vestirlo con dignidad.