Lo que está en juego con el contenido del pacto ZP-PNV no es, pues, únicamente la aprobación de los Presupuestos, sino el futuro de una democracia vasca que, con todas las limitaciones de la gestión actual, iba consolidándose tras los años de plomo etarras y el monopolio político ejercido de forma patrimonial por el PNV.
El episodio bíblico es de sobra conocido. Desde su nacimiento, Jacob aspiraba a la primogenitura que correspondía a su hermano gemelo Esaú, hasta que un día, acuciado éste por un desfallecimiento al regresar de la caza, aceptó vendérsela a cambio de un plato de guiso rojo. El orden natural de la herencia quedó así dispuesto para una alteración definitiva, que Jacob logró mediante el engaño al recibir la bendición de su anciano padre y con ello el derecho a ejercer sin disputa el dominio sobre la tierra y sobre su propio hermano.
Al modo de los viejos cuentos, el relato contenido en el Génesis ofrece una enseñanza inequívoca: cualquiera que sea la urgencia a la hora de atender una necesidad, conviene medir las consecuencias de una solución a corto plazo que pueda comprometer seriamente el futuro. Las lentejas saciaron por un momento el hambre de Esaú, a cambio de quedar reducido a una subordinación irreversible.
Algo parecido puede suceder en Euskadi si el presidente Zapatero no mide bien el alcance que para el futuro vasco puede tener el respaldo del PNV para la votación de los Presupuestos, sin medir el precio abonado por ello. De entrada, resulta lógico que los nacionalistas planteen el pago en oro de cada uno de sus votos, habida cuenta de la elevada utilidad marginal de los mismos, no sólo para la aprobación de los Presupuestos, sino para su consecuencia natural, la supervivencia del Gobierno Zapatero. Es un juego donde el PNV intentará maximizar sus ganancias, ya que si el presidente no toma en consideración otros elementos de juicio, se encuentra por entero a su merced. El antecedente de los Presupuestos de 2009 ya fue suficientemente explícito, y sirve para mostrar que las alarmas de hoy no sólo son el producto de la histeria reinante en la madrileña calle Génova. Sobre todo porque el precio pagado entonces, la suspensión por un año de la transferencia de las políticas activas de empleo, por encima de los intereses del Gobierno López, tuvo lugar a espaldas de la opinión, de manera que en la coyuntura actual no sólo es de temer la entidad de las concesiones hechas públicas, sino la adicional de aquéllas que tengan lugar en forma de acuerdos secretos. La forma habitual de hacer política por parte de Zapatero no sirve precisamente para inspirar confianza.
De momento, ya es conocido un éxito indiscutible del PNV: la transferencia de las políticas activas de empleo, bloqueada por su voluntad y signo de su permanente hegemonía en Euskadi, no sólo tendría lugar ahora, sino con una contrapartida económica en un 50% como mínimo superior a la cantidad previamente pactada por el Gobierno López. La coartada de que éste será el encargado de firmarlas -¡no iba a hacerlo el PNV en Sabin Etxea!- sirve sólo para destacar la subalternidad del Gobierno socialista en ejercicio. La baza electoral para 2011 es de peso: nada importa que haya un Gobierno vasco formalmente socialista, entregado a Madrid y dispuesto a vender los intereses vascos con pérdidas que sólo el patriotismo y la eficacia del PNV son capaces de subsanar. Incluso sin ocupar la Lehendakaritza, de la cual fueron desposeídos con «trampas» (Erkoreka dixit), el PNV dirige Euskadi. Los electores tomarán nota de ello.
La prioridad de Zapatero queda de este modo definida en lo esencial, con el PNV como interlocutor preferente, y llevada al extremo supone pasar por encima de sus correligionarios vascos, reducidos al papel de convidados de piedra. De momento, ¿qué pueden hacer sino esperar acontecimientos, lo mismo que los leales populares vascos, hacia quienes el político leonés nunca ha tenido siquiera una palabra de reconocimiento? Como en la letra del ‘Beotibar’co zelaya’, que sin duda desconoce, Zapatero puede pensar que las aguas volverán a su cauce cuando sea restaurada la alianza tradicional PNV-PSOE dominada por el primero. Cuanto está ocurriendo en Euskadi respecto a normalización de la vida política y social, más allá del tema ETA, debe resultar secundario.
Lo más grave en cuanto a concesiones posibles está por conocer, si bien la posición de fuerza nacionalista y sus exigencias ya manifestadas proporcionan indicios suficientes. Pensemos en el tema de la unidad de caja de la Seguridad Social, blindada por el Tribunal Constitucional, pero Erkoreka ya ha apuntado la vía para saltar la cerradura: socavarla sin una puesta en cuestión frontal, acudiendo a la normativa autonómica vigente. Recordemos que el artículo 18 2.b del Estatuto de 1979 asigna al Gobierno vasco «la gestión del régimen económico de la Seguridad Social». Así que el PNV sólo propone el puro e ingenuo cumplimiento del Estatuto: lo esencial es alcanzar los fines propuestos. Una vía de solución muy del gusto de Zapatero.
Y está la pretensión de que no haya más ‘trampas’: en las elecciones de 2011 las presidencias y las alcaldías deberán ir, según el PNV, a la lista más votada, con lo cual los nacionalistas se llevan la parte del león y evitan pérdidas casi seguras. Nada importa que la legislación vigente autorice las alianzas poselectorales, como es habitual en las democracias pluralistas, y que sin duda el PSOE esté dispuesto a utilizarlas, si ello es posible, para desplazar legítimamente al PP de administraciones tales como el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Y tal compromiso puede quedar muy bien en la sombra hasta que llegue el momento de su puesta en práctica.
Lo que está en juego con el contenido del pacto ZP-PNV no es, pues, únicamente la aprobación de los Presupuestos, sino el futuro de una democracia vasca que, con todas las limitaciones de la gestión actual, iba consolidándose tras los años de plomo etarras y el monopolio político ejercido de forma patrimonial por el PNV. Vale la pena que el presidente Zapatero piense en lo que supondría la ruina de la actual experiencia política en Euskadi, y no sólo en su supervivencia, eso sin olvidar que la misma responde asimismo al interés del PNV.
Antonio Elorza, EL CORREO, 12/9/2010