Sarkozy cumplió como ministro, cuando aquí la izquierda le consideraba un facha, y sigue cumpliendo como presidente, rehabilitado ya por la izquierda gentil y liberal que encarna a nuestros ojos Carla Bruni. Ni en su propia casa le han querido nunca tanto. Ver a todo el Congreso aplaudiéndole era una experiencia extraordinaria.
Deberíamos invitar a los Sarkozy todas las semanas. Nos mantienen entretenidos, relajan el ambiente, traen asuntos de interés y van a ayudarnos a entrar en el G-20. Es verdad que este tío no da puntada sin hilo y se lo cobrará a su tiempo, pero más caras nos salen otras ocurrencias infructuosas de nuestro líder, un suponer, los 400 euros o la renta de emancipación.
Ver a todo el Congreso aplaudiendo de pie a este señor bajito, pero grande, era una experiencia extraordinaria. Punto para Zapatero, santo y bueno. Hasta que llegó la rueda de prensa y el agradecimiento equivocado: «España siempre agradece y agradecerá a Francia su apoyo en la Transición democrática para la consolidación de la democracia española», dijo en la comparecencia conjunta con el presidente francés. Probablemente encontrarán la frase algo redundante, pero su principal problema está en el contenido. Sabíamos que no era un economista. Ahora también sabemos que su especialidad no es la Historia Contemporánea.
La Historia de Francia no es una excepción en sus lagunas. Ya fue muy notable la afirmación que le hizo a Millás: «El origen de la izquierda se encuentra en los valores de la Revolución Francesa, que es una revolución ciudadana porque se enfrenta a quienes en esos momentos monopolizan el poder: la nobleza y el campesinado. De ahí salen todos los valores de la izquierda» (EPS, 23 de julio de 2006). Cualquiera que haya vivido la Transición española recordará la expresión el santuario francés, para el refugio que allí tenían los etarras, y donde recibían la consideración de refugiados políticos.
La tolerancia francesa frente a ETA rebasó los límites de la Transición: en 1981, llegó a la Presidencia François Mitterrand y las cosas no cambiaron. Ni siquiera con la victoria del PSOE en 1982. Los socialistas franceses veían con indulgencia a ETA por entonces y no hubo un solo gesto de colaboración con España.Esto podría preguntárselo al hombre al que ha enviado a Europa con otros descatalogados, como si no lo necesitara aquí. Ramón Jáuregui, delegado del Gobierno en el País Vasco, tuvo en 1983 la pertinente iniciativa de hacer traducir al francés la Constitución y el Estatuto de Guernica, con el fin de enviar sendos ejemplares a los diputados socialistas en la Asamblea Nacional Francesa y a los alcaldes del PSF en los Pirineos Atlánticos, para que cotejaran el grado de autonomía de los vascos de Hegoalde con los de Iparralde.
No fue hasta la llegada de Charles Pasqua al Ministerio del Interior, en 1986, cuando Francia empieza a colaborar con España y se pone en marcha el procedimiento de entrega inmediata de los terroristas detenidos en suelo francés. De ello dio cumplido testimonio el dirigente batasuno Tasio Erkizia con una frase lapidaria en 1993: «Desde hace siete años, Francia se ha convertido en el enemigo secular del pueblo vasco».
Sarkozy cumplió como ministro, cuando aquí la izquierda le consideraba un facha, y sigue cumpliendo como presidente, rehabilitado ya por la izquierda gentil y liberal que encarna a nuestros ojos Carla Bruni. Ni en su propia casa le han querido nunca tanto.
Santiago González, EL MUNDO, 29/4/2009