Un presidente cualquiera

IGNACIO CAMACHO – ABC – 10/01/16

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· Si el secesionismo aprieta el acelerador esperan semanas de tensión máxima. El Gobierno está en funciones, el Estado no.

Todo por el prusés. La deriva de la secesión está arrollando el sistema político catalán, cuya estructura ha quedado deconstruida y subordinada por completo al proceso rupturista. La pirueta final de la investidura demuestra que el soberanismo es consciente de haber tocado techo; en unas nuevas elecciones no repetiría siquiera el 48 por ciento de los votos, salvo que contasen en su bando los que pudiera recibir Podemos.

Por evitar un nuevo retroceso y el descalabro completo de lo que queda de su partido, Mas ha aceptado la entrega de su cabeza para presentarse como lo que en su día ofreció ser: un mártir de la independencia. De momento es sólo un dirigente descarrilado por su propio impulso. Las instituciones catalanas se han convertido en un mero soporte instrumental de este desvarío autopropulsado que ya nadie sabe exactamente quién controla, y en el que lo único claro es que puede ser presidente cualquiera. Han puesto a un Claudio encontrado tras las cortinas, a uno que pasaba por allí aunque bien es cierto que iba en la lista por delante del supuesto líder. Y pertenece al núcleo duro del separatismo, el de los doctrinarios del destino manifiesto.

El objetivo de esta cabriola in extremis es ganar tiempo para aprovechar el vacío relativo de poder en el Estado. En concreto, dos meses, si no seis, lo que tarde en formarse el nuevo Gobierno de España. En ese plazo, un Gabinete en funciones se puede encontrar con el desafío de la hoja legislativa de ruptura impulsada por la amalgama parlamentaria secesionista, cuyo desarrollo afectará con toda probabilidad a las negociaciones de investidura en Madrid. En teoría se trata de otro obstáculo más para el plan de alianza multipartita de Pedro Sánchez, que tendrá más difícil aún el acuerdo con los partidos sediciosos catalanes. Pero la lógica política se ha roto bajo una presión crítica; estamos ante una brújula averiada que puede acabar señalando cualquier punto cardinal. Ya no hay pronósticos.

Tal vez el nuevo Govern de Puigdemont aplique una táctica dilatoria, un tanteo de baja de intensidad hasta que se resuelva el puzzle nacional. Pero si aprieta el acelerador esperan semanas de tensión máxima en las que el único anclaje posible reside en las instituciones que no están sometidas al juego electoral. El Gobierno está en funciones, el Estado no. Es probable que el Tribunal Constitucional tenga que asumir decisiones de gravedad en una situación de vacío político inédita desde la Transición, donde al menos siempre hubo poderes ejecutivos firmes. Habrá que permanecer atentos al Senado, donde la Constitución residencia las respuestas excepcionales ante desafíos a la integridad territorial. Y tiene mayoría absoluta del PP.

Los vasos comunicantes entre Cataluña y el resto de España son ahora más delicados y frágiles que nunca. Y su equilibrio se puede romper con cualquier sacudida brusca.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 10/01/16