Olatz Barriuso-El Correo

  • Es evidente que Sánchez se cree su propia leyenda y está decidido a resistir. Pero en los dos años que quedan hasta 2027 las cosas sólo pueden ir a peor

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, además de autoproclamarse «capitán» de la «familia» socialista -cada palabra que pronunció ayer estaba estudiada al milímetro, como el maquillaje para hacerle parecer (más) consternado-, se encargó de hacernos saber, por dos veces, que a las cinco de la tarde estaba sin comer. Todo, por la inusitada duración de una comisión ejecutiva que da la medida de la vitalidad de la «democracia interna» en el PSOE. El mismo mensaje subrepticio -el de venderse sin rubor como adalid de la limpieza- encerraba la sobreexplicación del asunto de las auditorías. Que al final van a ser dos porque cuando anunció la primera fiscalización externa de las cuentas del partido -ayer, «la organización»- ya había una a punto de ver la luz y Pedro Sánchez no lo sabía.

Ahí está el drama, en realidad, del shock en el que vive el PSOE desde la semana pasada. En lo que Pedro Sánchez ignoraba pese a que sucedía delante de sus narices, en su círculo más cercano de confianza, en el que, como no le quedó más remedio que admitir, estaban Ábalos y Cerdán. Koldo no, precisó, para dejar claro que en el cesto sólo había dos manzanas podridas y no tres porque García no era de su cuerda. Tampoco se vengan ustedes arriba.

Que, según la Guardia Civil, el aizkolari y el hasta hace nada todopoderoso ‘número tres’ del PSOE comenzaran sus andanzas en Navarra hace una década no le dice nada al presidente. Los que custodiaban sus avales como si les fuera la vida en ello, la ‘banda del Peugeot’, eran ya unos truhanes de tomo y lomo, presuntamente, cuando le ayudaron a resucitar políticamente frente a Susana Díaz (y Patxi López) en 2017, pero, en esos momentos, el líder estaba ocupado en empezar a forjar su leyenda. Por algo el famoso ‘Manual de Resistencia’ se publicó cuando llevaba menos de un año en Moncloa.

Seis años después, Sánchez da muestras de que se sigue creyendo su propia leyenda. O que no le queda más remedio que hacer como que se la cree. Así que, efectivamente, toca resistir. Aunque no haya asedio, sino verdades dolorosas; ni hostigamiento de los «lobbys oscuros» que ayer volvió a convocar sino indicios desarmantes.

El presidente dejó claro que se atrinchera en el búnker de La Moncloa y tira las llaves. Ni elecciones ni congreso extraordinario ni ‘superdomingo’ ni gaitas. Los gurús de los que se rodea le han recomendado «dimensionar» la crisis y no hacerse el harakiri. Cosa de dos golfos que le engañaron, oiga. Y ya que se trata de encastillarse a base de tópicos de Sun Tzu, al de ‘resistir es vencer’ suma ‘la mejor defensa es un buen ataque’. Así que vuelta al narco del barco, a los papeles de Bárcenas, a la sede pagada con dinero negro. Fue notorio cómo (posiblemente después de escuchar a PNV y Bildu escandalizarse por dejarles sin argumentos al dar por bueno el informe de la UCO), Sánchez se afanó ya en hablar de esperar a la sentencia.

Bien, esperemos. El problema, lo que hace aguas en la estrategia del presidente de apretar muy fuerte los dientes, es que los dos años que quedan hasta las elecciones de 2027 no son inocuos. Primero, y sobre todo, porque no es descartable en absoluto que la basura siga aflorando a la superficie a paladas. Y que, cercados ya por toneladas de letales bombas fétidas, a ‘los socios’ les dé por empezar a saltar del barco. El PNV ya dejó caer ayer que permanecerá «vigilante». Seguramente, el día que los aliados dejen de necesitar a Sánchez más de lo que Sánchez les necesita a ellos empiece la desbandada. Las vendas pueden empezar a caer, ojo, si no antes, cuando en 2026 las elecciones en Castilla y León y Andalucía empiecen a dar la medida de la profundidad del agujero. Pero hasta entonces toca seguir silbando y dándose golpes de pecho mientras se grita ‘traición’ o ‘transparencia’, según el día.