- En un caso nunca visto, pero de una lógica absoluta dada la composición de la mayoría que sostiene el Gobierno, estamos asistiendo al desmantelamiento de España perpetrado por el partido que gobierna España
Lo más deprimente de la inmensa farsa que hemos vivido en España esta semana no es cómo ha entrado y ha salido un prófugo de la Justicia de España dando un discurso ante las cámaras de múltiples medios de comunicación. Para mí, lo verdaderamente deprimente es lo que ha hecho el Gobierno. O, para ser más exactos, lo que no ha hecho. Que Sánchez y Grande-Marlaska opten por desaparecer es de no creer. Supongo que creen que cuanto menos se hable de lo sucedido, mejor.
Abracadabrante ha sido ver salir al ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes a intentar no hablar de lo sucedido en Barcelona, pero sí de las olimpiadas a donde había sido enviado en calidad de no se sabe cuál de las tres carteras que se agrupan en su persona en el Gobierno más numeroso de la historia de España.
En un caso nunca visto, pero de una lógica absoluta dada la composición de la mayoría que sostiene el Gobierno, estamos asistiendo al desmantelamiento de España perpetrado por el partido que Gobierna España. No es extraño ver en diferentes países partidos nacionalistas que buscan la ruptura de la unión política en la que están integrados. Hay múltiples ejemplos incluso en Europa. Sin ir más lejos los nacionalistas escoceses o los diferentes partidos nacionalistas de Bélgica. Pero en esos casos no hemos visto a un primer ministro del Gobierno central haciendo concesiones a los partidos que no gobiernan en esas regiones para poder seguir en el sillón él en la capital del Reino. El caso más notorio es el de Escocia, donde los conservadores –muy minoritarios– siempre han sido firmes adversarios de la independencia y donde los laboristas han sido aliados circunstanciales de los independentistas. Pero cuando David Cameron perpetró la iniciativa suicida de convocar un referendo sobre la independencia de Escocia fue el ex primer ministro laborista y escocés, Gordon Brown, a quien Cameron había derrotado en las anteriores elecciones, el que salió a apoyar al Gobierno conservador y pedir el no a la independencia. Imagínense a Sánchez saliendo a apoyar en nada a quien le haya derrotado en las urnas.
España vive la mayor crisis política desde la Restauración de 1975. Esto es mucho más grave para la democracia que el golpe de Estado de 1981. Tenemos un Gobierno cuya primera y más importante acción política consiste en terminar de liquidar la Constitución de 1978. Sé que a muchos lectores de El Debate no les gusta esta Constitución. Yo me mantengo en que, con los errores que necesariamente hay en toda obra humana, ha sido la mejor Constitución de la Historia de España. Y lo digo en pasado porque el principal logro de los seis años de sanchismo es la liquidación de la Constitución vigente. Y eso tiene muy difícil arreglo porque hasta el más ciego ve que redactar una nueva Constitución de amplia inclusión es hoy una ambición imposible. La voluntad de consenso que había en 1978 es la antítesis de la polarización de hoy. Hasta los que habían sido franquistas y los que habían estado en la oposición (sin mucho empeño por oponerse por más que ahora nos reescriban la Historia) estaban más cerca de un consenso que los españoles de la hora presente que tienen al frente del Gobierno a un presidente que ha roto España. Por su propia conveniencia. Y se queda de vacaciones mientras todo se derrumba. Sólo le falta ponerse a tocar la lira, como Nerón.