Alberto Ayala-El Correo

Es probable que quienes no siguen a diario la vida política se hayan sorprendido con el contenido de algunos de los wasaps que se cruzaban el presidente Sánchez y José Luis Ábalos cuando éste era aún su mano derecha. Yo también he seguido el serial y mi gran duda es qué busca Ábalos con una filtración que es posible que debilite algo más la imagen de Sánchez, pero que no recoge nada delictivo.

Quienes nos hemos acercado a la política desde el periodismo sabemos cómo se las gastan muchos de nuestros representantes. Sus juegos de poder, sus maniobras contra compañeros y adversarios. También contra los periodistas que juzgan hostiles. ¿Cuántos políticos estarían dispuestos a someter a la consideración pública sus comunicaciones? En el paquete incluiría también no pocas conversaciones entre políticos y periodistas.

Y es que suena casi a chiste pretender descubrir a estas alturas que los ministros Grande Marlaska o Margarita Robles no son precisamente socialistas ‘pata negra’. Que Pedro Sánchez ha hecho lo posible para deshacerse de barones críticos como el aragonés Lambán o Page. Que no han mejorado las perspectivas electorales del PSOE, como el andaluz Espadas o el castellanoleonés Tudanca. O que como el madrileño Lobato ‘osaron’ ir a un notario a registrar el papelito que le habían pasado sus superiores para cargar contra el novio de Isabel Díaz Ayuso para evitar así ulteriores problemas legales. Lo más delicado para el presidente: que al parecer contempló recuperar Castilla y León con algún tránsfuga. Por cierto, algo que consumó en su día Esperanza Aguirre (PP) en Madrid comprando a dos indecentes tránsfugas del PSOE.

Sabemos que Sánchez tiene mucho de ‘killer político’, como Felipe González o como Aznar. Que está dispuesto a conservar el poder, La Moncloa, a costa de demasiadas cosas, aunque como ahora apenas pueda gobernar. A costa de cesiones como indultar primero y amnistiar después a los líderes del fallido ‘procés’ catalán golpista. Saltarse promesas electorales cuando conviene. O cargarse señas de identidad históricas del PSOE. Sin contar con el blanqueamiento que ha regalado a EH Bildu, pese a su negativa a abjurar de los crímenes de ETA.

A Sánchez, es cierto, se le siguen amontonando los problemas y, de momento, los wasaps no son uno de ellos. Veremos si la UCO le genera o no alguno más con Santos Cerdán. Cuestión diferente son esos barones y baronesas que ha impuesto en varias regiones y que, según las encuestas, no están mejorando la intención de voto del PSOE. Así, Moreno Bonilla camina hacia otra mayoría absoluta en Andalucía -la comunidad, no olvidemos, que elige más diputados al Congreso en generales- pese al desembarco de la vicepresidenta María Jesús Montero. El PSOE tampoco repunta con el veterano Óscar López en Madrid. Y otro tanto sucede con las ministras Pilar Alegría en Aragón y Diana Morant en la Comunidad Valenciana del impresentable Mazón, que sigue aferrado al sillón por el tacticismo y los miedos de Feijóo.

Ahí sí tiene Sánchez otro gran motivo de preocupación, adelante las generales o sean en 2027. Y es que su lista de problemas crece, lo que pone cada vez más en duda que el PSOE logre resistir pese a su agenda social y a los interrogantes que sigue sin despejar el líder del PP.