LIBERTAD DIGITAL 07/05/14 – CRISTINA LOSADA
· El proceso de paz de Irlanda del Norte siguió a rajatabla el principio que algunos vienen propugnando aquí para el caso de ETA, y que formulan de esta bruta manera: que las víctimas del terrorismo no dicten la política hacia el terrorismo. No se piense que emplean el verbo dictar por error, tal y como si no hubiera estaciones intermedias. La exageración encubre lo que quieren decir, esto es, que se debe dejar de lado a las víctimas a fin de tomar decisiones como la impunidad para los terroristas.
Ya es chocante que quieran negar a las víctimas del terrorismo la capacidad de influir en política que le reconocerían a cualquier otro grupo. Pero aún es peor, porque las presentan como un estorbo para la paz, y como si fueran sólo ellas las interesadas en que se haga justicia. Cual si la renuncia a la justicia, que es uno de los cromos que proponen intercambiar por el cese del terrorismo, no tuviera otras consecuencias que las personales.
Tras la detención de Gerry Adams por un asesinato cometido por el IRA en 1972, se ha vuelto a oír que «la paz» ha de estar por encima de la justicia. O sea, que no hay que investigar ninguno de los asesinatos sin resolver relacionados con el terrorismo norirlandés. Se calcula que hay 1.800 casos pendientes, según el periodista Florencio Domínguez. Recuérdese que, a raíz de los acuerdos de 1998, todos los terroristas presos fueron puestos en libertad. En Irlanda del Norte, por tanto, se hizo el intercambio paz por presos y, como suele ocurrir, eso no puso un punto final a la exigencia de impunidad. Al contrario, la exigencia no cesa y se torna chantaje, como a raíz de lo de Adams: o impunidad o peligra la paz.
Veamos entonces cómo está esa paz. Porque si alguien pensaba que Irlanda del Norte es hoy un oasis de paz y reconciliación se habrá sorprendido al escuchar estos días a uno de los hijos de Jean McConville, por cuyo asesinato fue arrestado el jefe del Sinn Féin. Él sabe quiénes se llevaron a su madre, pero no quiere decirlo por miedo. Su miedo no proviene sólo de que, siendo él un niño, los terroristas le amenazaran. Es que el propio Adams le advirtió hace unos años de que revelar los nombres tenía peligro. Su temor no es una rémora del pasado: tiene su razón en el presente.
El profesor Rogelio Alonso, uno de los principales expertos españoles en terrorismo y en el caso norirlandés, ofrecía en este artículo de 2013 los datos sobre la persistencia de la actividad terrorista allí y formulaba un diagnóstico: el proceso de paz ha sido ineficaz para erradicar el terrorismo. La principal facción del IRA renunció a la violencia, sí, pero el terror no ha desaparecido. Este fracaso lo relaciona Alonso con los réditos políticos y la impunidad penal que obtuvo el IRA tras su debilitamiento operativo. Lejos de ser modélico, lo de Irlanda del Norte muestra los efectos nocivos de las concesiones políticas y la impunidad. Uno de ellos, no menor, es el fortalecimiento del Sinn Féin, un partido que sigue manteniendo que el terrorismo del IRA fue necesario. No extrañe que los proetarras siempre hayan querido que importemos el modelo norirlandé.
LIBERTAD DIGITAL 07/05/14 – CRISTINA LOSADA