La comparecencia que ayer escenificaron Pedro Sánchez y su vice en el Museo Reina Sofía para explicar el bosquejo del pacto de Gobierno que deberá propiciar la investidura de Sánchez en compañía de otros, recordaba aquel momento histórico del primer viaje a Nueva York de Josep Pla. Era en 1954 y el gran escritor ampurdanés se sintió fascinado ante el gran espectáculo de luz que le ofrecía Manhattan. “Y todo esto, ¿quién lo paga?” preguntó el hombre con una lógica implacable.
En el Reina Sofía se citaron todos los negociadores del PSOE y de Sumar, más todos los ministros de Sánchez con dos significativas excepciones, ambas de Podemos: Ione Belarra e Irene Montero. Había también periodistas, porque de todo tiene que haber en la viña del Señor y porque alguien tenía que dar cuenta de todo lo que se les contaba, pero no tuvieron la capacidad de hacer preguntas. Los colegas aceptaron con mansedumbre el papel que se les había asignado y no hicieron preguntas.
Algo parecido a la pregunta de Pla me planteaba yo al oír las medidas que iban desgranando Yolanda Díaz y su presi, un suponer la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales, sin disminución de las retribuciones a los trabajadores. Pero era una pregunta retórica sobre la que los comparecientes no tenían dudas en absoluto. Las van a pagar ustedes, o sea, nosotros y la otra parte contratante, es decir, los empresarios. No hace falta romperse la cabeza para intuir el efecto que este encarecimiento salarial va a tener sobre el empleo. Eso por no hablar de los 10.000 millones de euros en los que Yolanda piensa aumentar la recaudación apretando a las empresas en el impuesto sobre sociedades.
La vicepresidenta Díaz combinó en su intervención su incapacidad de comprensión y su atroz lógica discursiva, de lo que fue un ejemplo luminoso su anuncio de que el Gobierno que salga de este comienzo de pacto piensa eliminar los vuelos cortos de la geografía española. Lo que ella dijo ayer en el Reina Sofía fue textualmente: “han de acabarse los vuelos con duración inferior a dos horas y media cuando haya alternativa en tren». Lo que decía exactamente el papel que firmaron estos dos fenómenos era: “impulsaremos la reducción de los vuelos domésticos en aquellas rutas en las que exista una alternativa ferroviaria con una duración menor de dos horas y media”, lo que no es exactamente lo mismo. La interpretación de Yoli significaría eliminar todos los vuelos peninsulares, lo que equivaldría al cierre de un buen número de aeropuertos españoles, salvo que Sánchez multiplique sus viajes en Falcon a todos ellos para compensarlos.
Ayer se dio el primer paso para la investidura. Solo les ha llevado 21 días de negociaciones desde que el Rey le hizo el encargo para volver a pactar con la coalición que ha mantenido durante toda la legislatura, la coalición progresista, como se hartaron de decir, o ‘copro’. Ya tiene Sánchez los apoyos de sus 121 escaños, los 31 de Sumar, los 6 de EH Bildu, a la espera de negociar los de los golpistas catalanes de uno y otro signo y de pactar con el PNV su mordida. En fin, que les ha quedado un programa copro, al que Santiago Rusiñol le habría encontrado semejanza con la escalera de gallinero: corta pero copro. Y ni una palabra sobre la amnistía y el referéndum.