El Rey volvió a hacer un real discurso. Manda la tradición que el presidente del Gobierno haga su discurso con el balance de fin de año después, tras el último Consejo de Ministros, pero el de este año vino a ser el pasado lunes, por lo que los españoles tuvimos ocasión de ver a Su Sanchidad antes que a Su Majestad. Digo que tuvimos la ocasión, no que lo viéramos, salvo por obligación, porque estuvo tan sobrado en sus autoalabanzas y más desacomplejado aún de lo que suele, anunciando su predisposición a reunirse con un delincuente en el extranjero y mostrando su complicidad con un delincuente (éste en grado de presunción) al que su Gobierno tiene por fiscal general del Estado. No hubo un solo dato del balance no ya negativo, sino ni siquiera mejorable.

El balance global era de un optimismo irrefrenable: “España es hoy un país mejor de lo que era hace seis años, y en 2027 será mejor de lo que es hoy». El vaticinio hace recordar el que hizo Zapatero en su balance del 29 de diciembre de 2006 sobre la buena marcha de su proceso de paz:  «hoy estamos mejor que hace un año, pero dentro de un año estaremos mejor que hoy». Veinte horas después, ETA reventaba la T-4 de Barajas con una furgoneta cargada de goma dos y asesinaba a Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate.

El discurso del Rey nos habló, en cambio, de la España real, de la España que ha sufrido la DANA y cuyos ciudadanos se han esforzado en dar lo mejor de sí mismos con un gran ejercicio de solidaridad. Recordó la responsabilidad fundamental de todas las instituciones, de todas las Administraciones, de que la idea del bien común siga presidiendo los discursos y las decisiones políticas. No puso nombres propios ni citó expresamente al Gobierno de la Nación ni al Autonómico de Valencia, pero se entendía bastante bien. Reclamó que el consenso en torno a lo esencial “no sólo como resultado, sino también como práctica constante, debe orientar siempre la esfera de lo público. No para evitar la diversidad de opiniones, legítima y necesaria en democracia, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de la existencia de un espacio compartido”.

Echó una mirada al exterior, hacia ese escenario complejo y cambiante de Europa. “Y si miramos hacia dentro, nuestra gran referencia […] es la Constitución de 1978, su letra y su espíritu. El acuerdo en lo esencial fue el principio fundamental que la inspiró. Trabajar por el bien común es preservar precisamente el gran pacto de convivencia donde se afirma nuestra democracia y se consagran nuestros derechos y libertades”.

Fue un excelente discurso el de Felipe VI, que empezó refiriéndose a la mayor desgracia acaecida en España con las riadas y terminó  volviendo a ella al final de su discurso. La familia real había expresado esta preocupación en su visita a Catarroja, como antes lo había hecho en Paiporta. Su pretendido alter ego se fugó en Paiporta y no ha vuelto a aparecer por allí. Es una diferencia que ha sabido apreciar el personal.