¿De quién se habla cuando se alude a la dirección de ETA? Esta pregunta ha sido recurrente después de que la banda terrorista anunciase su desarme para este sábado, en un acto en las inmediaciones de Bayona. En la actualidad, quienes están tomando la decisión sobre el mismo, según fuentes de la lucha antiterrorista, son un reducidísimo grupo de etarras –no más de cuatro miembros– que, en parte, residen en el País Vasco.
Hace meses que ETA decidió que iba a entregar las armas o, al menos, las que su actual dirección tiene controladas. Harta del inmovilismo de los gobiernos español y francés respecto a sus presos; harta de las presiones de la izquierda abertzale, que en un arrebato de clarividencia le ha hecho saber que cuanto más tarde se produzca este hecho, a menos gente le va a importar; harta del argumentario de la Comisión de Verificación a la que ven más cercana al Gobierno vasco que a los radicales; y harta de los movimientos del Ejecutivo de Urkullu.
Harta de todo esto, la dirección de la banda anunció recientemente que el próximo día 8 de abril se va a producir el desarme –en palabras de Arnaldo Otegi, «la foto de la derrota»–. Dada su situación terminal, es lógico preguntarse de quién se habla cuando se alude a la dirección. Algunos miembros de la izquierda abertzale tienen dos frases que definen de forma descarnada la realidad: «ETA está en la cárcel» y «ETA nominalmente existe, pero como organización ya no».
Sin embargo, quedan cuestiones de interés por resolver –presos y huidos– y alguien ha de dar los pasos para hacerlo. Según fuentes de la lucha antiterrorista, quienes están tomando las decisiones son unos cuantos miembros de ETA –no más de tres o cuatro– residentes, en parte, en el País Vasco que decidieron hacer una excepción con la última cúpula reconocible, la formada por David Pla e Iratxe Sorzabal, e integrarlos a ambos en lo que pudiera llamarse la actual dirección.
Según los expertos, como antaño, en ETA quien entra en la cárcel deja de tener ningún tipo de autoridad. Sin embargo, la actual dirección necesitaba de «cierta masa crítica», mayor entidad numérica e incluso referencial, y optó por dar un lugar a estos dos etarras a quienes siempre se les ha atribuido una apuesta por la línea dura tan fuera de la realidad que, entre otras cosas, acabó provocando que los noruegos los echaran de Oslo cuando esperaban al Gobierno español para negociar.
Su inclusión en la suerte de minisanedrín decisor no implica necesariamente que sus opiniones sean tenidas en cuenta o prosperen. El contacto entre David Pla y el mundo exterior a su prisión en Francia lo constituyen un par de personas entre las que está su abogada Xantiana Cachenaut, con despacho en Bayona, integrante del llamado colectivo de abogados de ETA dedicado a mantener cohesionado el frente de cárceles.
Así, las opiniones de Pla salen de prisión, pero no han sido escasas ni poco relevantes las ocasiones en las que, cuando el ex número uno etarra ha visto reproducidos internamente sus puntos de vista, ha constatado que éstos habían sido convenientemente editados por algún miembro de la dirección.
Sea como sea la relación interna entre sus miembros, lo que se sabe es que cuando la dirección de ETA tomó la decisión de entregar las armas, para enfado de la izquierda abertzale lo hizo al margen de los procedimientos que ésta consideraba oportunos (Otegi se enteró por el periódico). Huyó de conferir protagonismo al País Vasco y prescindió de los miembros de la Comisión de Verificación.
Con la excusa de que se trataba de dar el protagonismo a la «sociedad civil», eligió a varias personas de su confianza para que personificasen el papel de lo que en otros lugares han sido denominados «artesanos de la Paz» aunque, en realidad –excepto Michel Tubiana, el presidente de Honor de la Liga de Derechos Humanos– llevan años siendo vinculados de algún modo por las Fuerzas de Seguridad españolas al entorno de ETA.
Jean-Nöel Etcheverry fue portavoz de Abertzaleen Batasuna, asistía a los congresos de Jarrai, las juventudes de ETA, y ha sido detenido al menos en cinco ocasiones por distintos asuntos: por golpear a un policía en una manifestación, o por encaramarse a la cárcel de Bayona a favor de los «presos políticos vascos». Al dirigente de ETA Pototo le fueron intervenidos una Carta Nacional de Identidad y un permiso de conducir francés a su nombre con la foto del histórico terrorista.
Fue detenido también cuando devolvía una furgoneta usada por cuatro miembros de Gazteriak para atacar la sede del Consejo General de los Pirineos Atlánticos. Y en la operación en la que fue arrestado el número uno de ETA, Mikel Antza. Más recientemente, otro etarra, Pitxas, le identificó como uno de los correos entre los abogados de ETA y la organización.
Por su parte, Bergouignan, de 69 años, se presentó en febrero de 1986 como candidato a las elecciones francesas por el partido EMA, «brazo político de la organización terrorista Iparretarrak». Y el tercero en liza, Berhokoirigoin, es un activo integrante también de Batera que antaño asistía a las manifestaciones de apoyo a los presos de ETA.
El primer lugar elegido para la entrega el pasado 16 de diciembre fue el País Vasco francés, en concreto, un caserío de la localidad francesa de Louhossoa propiedad de una periodista, Beatrice Molle, en su día simpatizante del PNV. Un cura irlandés y otra persona cuya identidad no ha trascendido esperaban en un hotel próximo para asistir como testigos a la entrega y destrucción de armas de la organización terrorista. Una operación de la Guardia Civil y de las fuerzas policiales francesas impidió escenificación. Hace 15 días Etxeverri anunció que en la tarde del 8 de abril, ETA estará totalmente desarmada.
A día de hoy, no muchos saben cómo se va a realizar esa escenificación del sábado. Arnaldo Otegi, el portavoz de EH Bildu, dando de nuevo cobertura a las excusas de ETA, ha asegurado públicamente que los estados español y francés son los culpables de que la banda haya tardado tanto tiempo en desarmarse.
Pero es sabido que los propios abertzales consideran en privado que la banda ha realizado «una gestión desastrosa y ha llevado a los suyos a la peor de las situaciones imaginables». Hace mucho, dicen, que ETA tenía que haber dado la geolocalización de los zulos y algunos pasos más para solventar los frentes que tiene abiertos, mejorando la situación de los suyos en prisión o en el extranjero.
Ahora, lo cierto es que si las armas o la geolocalización de los zulos acaban finalmente en manos del Estado francés sin contrapartidas, aunque se disimule con intermediarios, ETA estará escenificando su rendición.
Por el momento se desconoce si los «artesanos de la Paz» llevarán armas de nuevo al lugar elegido. Según las fuentes consultadas, otro intento –como el de diciembre– de manipularlas o destruirlas podría conllevar la imputación de cargos penales. Sobre todo si de lo que se trata es de ocultar los delitos en los que pueden haber sido utilizadas.