Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 22/3/12
El periodismo debería ser considerado como una de las bellas artes, una actividad de utilidad pública de la que no podríamos prescindir. La cantidad de asuntos de interés que desvela para que la clase política tenga un conocimiento más preciso de la realidad que le circunda -incluso de la más cercana-, deberían granjearle un agradecimiento perdurable. El lehendakari ha sido el último responsable público que se ha “enterado por la prensa” de los asuntos concernientes al chalé de su cuñado en Castro. No todo el mérito es de los periodistas, claro. Hay veces que la mano párvula de estos debe ser guiada por la mano invisible, y no me refiero a la de Adam Smith, sino a la Hacienda foral en grado de presunción. El lunes pasado, Casimiro García Abadillo contaba que el caso de Melchor Gil era conocido por los socialistas desde hace dos años, cuando Iñigo Urkullu le contó a Zapatero, como un detalle de buena voluntad, lo que hasta entonces permanecía oculto.
El problema es por dónde se empieza a rezar el credo. Los socialistas consideran que el único asunto preocupante en todo esto es la presumible filtración por parte de la Hacienda Foral a los medios de comunicación de los 400 folios del expediente Gil sobre el asunto, que llegaron a todos ellos el mismo día, en un sobre cerrado y acompañado por una explicación pueril de un presunto ciudadano harto de tanto mamoneo. Pues anda que este Jon Nobody no había tenido ocasiones de más enjundia antes de ahora.
Melchor Gil ha denunciado la filtración de sus datos y ha hecho muy bien. Su presunción y la de su partido de que la Hacienda Foral ha servido de instrumento para el ajuste de cuentas político con el lehendakari por vía de parentesco colateral, son razonables, como es razonable pensar que si Gil no fuera cuñado de López, no se vería en este trance, o, al menos lo sufriría en silencio, discretamente. Recuerden ustedes el caso de la Hacienda Foral misma. El subdirector de Inspección Fiscal fue acusado de tener una lista de 209 contribuyentes protegidos, a los cuales excluía de inspecciones a cambio de su porqué. Todos ellos escaquearon cantidades muy superiores a las de Gil, sin que hayan trascendido nombres ni cantidades. El hombre explicó que 337.000 euros de procedencia no explicable, fue una herencia de su padre, ya fallecido, que le entregó ese pastizal en billetes grandes, sin marcar, metidos en un sobre. Fue absuelto, pero lo impresionante es que durante los ocho años que duró la instrucción del sumario y los prolegómenos no hubo ni una filtración, oigan.
Y está lo de Gª Abadillo: ¿De dónde sacó Urkullu la información sobre Gil de la que carecía su propio cuñado?¿Es posible que la Hacienda foral ponga datos de los contribuyentes a disposición del presidente del PNV para su uso libérrimo?¿Es posible que Zapatero no se lo contara a Patxi López, nada más despedir a su visita y le mantuviera dos años en la ignorancia, hasta que los periódicos le sacaron de ella una mañana de marzo de 2012? El lehendakari habló sobre el tema y acertó al pedir celeridad en la investigación, que se investigue todo (lo de su cuñado y lo de la filtración) y que se haga a fondo.
No tiene razón cuando dice que su cuñado no es que haya defraudado, sino que “había errores en su declaración, que ha corregido” y ha recordado que no está imputado y la fiscalía “ha dicho que no hay causa de ningún tipo de delito fiscal”. Hubo una ocultación a Hacienda de 419.074 euros de sus ingresos, que no provienen de ninguna de sus fuentes habituales de ingresos, lo que implica en primera instancia una defraudación a Hacienda de 103.000 euros. No alcanza los 120.000 que son la frontera del delito fiscal, pero defraudación sí es, lehendakari, y además admitida por su pariente, que ingresó dicha cantidad, además de la multa de 30.000 euros. Sobre esto no hay ninguna duda. Es razonable que la Hacienda investigue sobre el origen de esos 419.000 euros, mientras a Melchor Gil le ampara la presunción de inocencia. Pero es mucho dinero para un error, aunque uno fuera rico de familia.
En este caso hay dos asuntos y dos niveles de responsabilidad. Tengo para mí que el más grave es el de la Hacienda Foral si es quien ha filtrado la información de Melchor Gil -quién podría haberlo hecho si no-, porque lo de Melchor Gil sería en todo caso la avería de un particular, mientras el hecho de que los datos de un contribuyente se pongan a disposición del presidente de un partido para sus querellas banderizas, implica una corrupción del sistema, lo que es mucho más grave. Dicho lo cual, Melchor Gil debería haber empezado por dimitir de sus responsabilidades políticas. Ha defraudado a Hacienda y lo ha hecho siendo dirigente de un partido que defiende “un reajuste del sistema impositivo de forma que paguen más aquellos que más tienen”
Lo mire como lo mire Pastor, lo de Gil no es una desgravación. El problema es que si la investigación lleva a algún resultado, sí estará implicado el PSE, que ha defendido a su vicesecretario en Vizcaya.
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 22/3/12