Edmundo Bal-El Confidencial
Con la mayoría de los ciudadanos y gracias a la responsabilidad, generosidad y altura de miras de los líderes políticos, se forjó un proyecto común al que debemos 40 años de paz
La democracia debe respetar a quienes la hicieron posible. En España no fue fácil construir el sistema de derechos y libertades que hoy gozamos, uno de los más avanzados del mundo. En apenas unos años, se desmontó todo el aparato y los resortes de la dictadura franquista para construir en paralelo una democracia liberal homologable a la del resto de países europeos. Y se hizo sin reproducir el enfrentamiento civil, con el apoyo de una apabullante mayoría de los ciudadanos y gracias a la responsabilidad, generosidad y altura de miras de los líderes políticos que supieron unirse para forjar un proyecto común al que debemos estos más de 40 años de paz, prosperidad y progreso, sin duda el mejor que ha vivido nunca España. Fue la Transición, un periodo del que podemos sentirnos muy orgullosos. Y fue posible por personas como Felipe González.
Esta semana hemos asistido a un proceso de demonización de su figura por parte de partidos nacionalistas y populistas con la excusa de un «informe» de la CIA que no revela nada nuevo sobre los GAL (escándalo que fue juzgado hace más de 20 años y acabó con la condena de la cúpula de Interior) pero en el que han visto una oportunidad para desacreditar al expresidente del Gobierno. Y deslegitimar así de un plumazo cualquier aportación que pueda hacer al debate público en un momento tan crítico para España como el actual. González ha apostado por tejer acuerdos transversales, huir de agendas ideológicas y dar una respuesta de país a la crisis del Coronavirus. Lo mismo que ya hizo cuando en 1978 tuvo que elegir entre la ideología y la política de enfrentamiento o España y su futuro. Y lo ha hecho con unas palabras muy puestas en razón, en la línea de lo que ya se está haciendo en otros países de Europa y en el Parlamento Europeo y con argumentos que desmontan a quienes quieren aprovechar también ahora para dividir a los españoles.
Fue la Transición, un periodo del que podemos sentirnos muy orgullosos. Y fue posible por personas como Felipe González
Los partidos que no creen en nuestra democracia parecen dispuestos a no pasar por ahí y por eso han desatado esa campaña ‘ad hominem’. Los que sí defendemos la libertad, la igualdad y la unión entre españoles tenemos la obligación de reaccionar. Así lo siento personalmente. No puedo permanecer impasible ni callado ante una injusticia de ese calibre. Como miembro de una generación que ha sido testigo de la modernización de España, como portavoz de un partido que defiende la vigencia de los valores constitucionales y como ciudadano libre, creo que tengo ese deber.
En 1982, cuando González ganó sus primeras elecciones, yo tenía 15 años y la única impresión que tenía, sin entender muy bien lo que estaba pasando en España, era que había electricidad en el ambiente. Algo cambiaba, aunque no sabía muy bien qué. Después vinieron los aciertos y los errores de esos 14 años de gobierno, mientras yo iba madurando y entendía algo mejor las cosas. Aprobé mi oposición de Abogado del Estado en 1993 y Felipe González seguía siendo presidente. El Ministro de Justicia que presidió mi toma de posesión en el Palacio de Parcent fue Tomás de la Quadra-Salcedo. Lo vi con mis propios ojos, nadie me lo ha contado, nadie va a hacerme cambiar la idea que tengo de la historia de mi país, ni de quienes hicieron que llegáramos a donde estamos ahora. Los que quieren reescribir la historia con simplezas y mezquindades son solo fanáticos.
No estoy dispuesto a aceptar que Bildu, un partido que a día de hoy todavía se niega a condenar la historia criminal de ETA y que está dirigido por el mismo personaje que lideraba Batasuna en los años de plomo, dé lecciones de derechos humanos. Ni a Felipe González ni a nadie. Si quieren empezar a redimirse de su pasado, que empiecen por dejar de organizar homenajes a los asesinos que tanto dolor causaron a nuestra sociedad durante tanto tiempo.
Los partidos que no creen en nuestra democracia han desatado esa campaña ‘ad hominem’. Los que sí defendemos la libertad, tenemos que reaccionar
No sorprende que a rebufo de Bildu se hayan situado el resto de partidos que impugnan el sistema de 1978 —hasta el punto de llevar el tema al Parlamento Europeo y de pedir una comisión de investigación en el Congreso—, pero sí es más llamativo el silencio que desde amplios sectores del PSOE se ha extendido sobre el asunto. Tristemente llamativo. Nosotros, desde luego, no vamos a sumarnos a ese silencio. Siempre que se trate de defender la dignidad de nuestra democracia, Ciudadanos dará un paso al frente.
Y es que ese es el objetivo real del acoso y derribo a González: el acoso y derribo a la democracia española, al espíritu de consenso y entendimiento entre quienes piensan diferente. Atacan al expresidente no por escándalos del pasado ya juzgados y sobre los que no hay novedad alguna, sino por todo lo que representa su legado. Porque necesitan manchar su figura para que no se la asocie a los logros de su trayectoria (la entrada de España en la Unión Europea y en la OTAN, el desarrollo del Estado del bienestar, llevar a nuestro país a ocupar un escenario relevante en la política internacional, en especial en Iberoamérica…) y para despreciar sus postulados presentes (particularmente su apuesta por los consensos en España y su defensa de la libertad en Venezuela).
No lo consentiremos. Hay cosas mucho más importantes que los colores políticos. Nacionalistas y populistas pueden seguir haciendo uso de sus libertades para denostar a nuestra democracia, pero aquí recibirán siempre la contestación que merecen. Aquí tendrán siempre una voz que les recordará que no están en disposición de dar lecciones a nadie y que sí deberían mostrar un poco más de respeto por las personas de todas las ideologías que construyeron el sistema de libertades del que hoy se valen para intentar destruirlo.