PEDRO CHACÓN-EL CORREO

  • El líder del PP quiere trasladar su gestión en Galicia al resto de comunidades: alto grado de autonomía sin intromisiones centralistas ni veleidades centrífugas

El Estado de las autonomías en España exige a nivel autonómico no solo que los partidos políticos y sus representantes parezcan autónomos, sino sobre todo que ejerzan como tales. Eso, hasta ahora, solo lo pueden hacer sin ningún esfuerzo los partidos nacionalistas y los regionalistas. Los demás tienen el hándicap de contar con un partido matriz de ámbito nacional que ya de entrada les quita, por ese solo hecho, un porcentaje significativo de voto. Salvo que tengan una fuerte impronta local, algo que solo ha pasado con el PSOE andaluz y con el PP gallego, con la diferencia, a favor de este último, de que su líder, Alberto Núñez Feijóo, con cuatro mayorías absolutas en su tierra, es ahora presidente nacional. Este hecho, en sí, es insólito en la historia de los partidos en España y vamos a ver, por eso, cómo es capaz de sacarle réditos el PP.

La idea de Feijóo, en cuanto a modelo territorial, parece bastante evidente que consiste en trasladar su exitosa gestión en Galicia al resto de comunidades, sobre todo en el sentido de ejercer un alto grado de autonomía sin permitir intromisiones centralistas ni caer por eso en veleidades centrífugas. El modelo a seguir lo ha acuñado Juanma Moreno Bonilla en Andalucía. El discurso y el método han quedado, así, meridianamente claros. El reto para el PP consiste ahora en aplicarlo a comunidades como la vasca y la catalana, donde sus partidos nacionalistas son mayoritarios y el PP está en el límite de la representación política.

El pasado 14 de agosto, segundo domingo del mes, como marca la tradición, se celebró en Cabezón de la Sal el Día de Cantabria, festividad que se instituyó en 1967 como Día de la Montaña (así se denominaba la provincia desde siglos atrás), por iniciativa del entonces alcalde del municipio, Ambrosio Calzada, que fue también el impulsor en 1979 de la autonomía regional. Este señor, en pleno franquismo, era consciente de los valores propios y de la singularidad de su región y tomó decisiones que así lo demostraron, avaladas por la autoridad competente de la época.

Este año, quien viene siendo presidente de la comunidad desde 2003, acumulando ya cuatro legislaturas -solo dejó el cargo entre 2011 y 2015-, Miguel Ángel Revilla, en su preceptivo discurso del Día de Cantabria, incluyó esta reflexión: «Hemos construido, además, un binomio perfecto y el binomio es que nos sentimos orgullosos y defensores de nuestra patria chica que se llama Cantabria y, por ende, nos sentimos orgullosos de defender y amar nuestra patria grande, que se llama España. Ese binomio Cantabria y España es indestructible».

Miguel Ángel Revilla, con quien tantas veces se ha reunido el lehendakari Urkullu, es un político singular por muchos motivos. Por su avanzada edad (el año que viene cumple 80 años) y su vocación de servicio público, le alcanzó para ejercer el sindicalismo vertical y proclamar la unidad de destino en lo universal. Y ahora tiene uno de los discursos más frescos y convincentes del autonomismo. En un sistema partitocrático como el actual español, no tener a nadie por encima que te diga lo que tienes que decir es decisivo para resultar creíble. Y Revilla lo es y eso le convierte en un tipo joven. Gente con treinta años menos parece más vieja tan solo porque no es capaz de articular un discurso propio y creíble, algo que solo se da con muy pocos políticos en España. No sé si harían falta los dedos de ambas manos para contarlos.

Feijóo lo que necesita ahora es encontrar a un Revilla vasco que sea capaz de decir algo tan simple como lo que dijo el presidente cántabro en Cabezón de la Sal hace unos días: nos sentimos orgullosos de defender a Euskadi y, por ende, de amar a España porque ambas instancias forman un binomio indestructible. Algo tan sencillo como eso le quitaría, de entrada, unas decenas de miles de votos ‘prestados’ al PNV. Pero hay que saber decirlo. Con convicción, con fundamento, creyéndoselo uno, sin complejo hacia los nacionalistas y sin miedo a que en Madrid te tomen por disolvente. El binomio patria chica/ patria grande es la esencia de la foralidad, pero también del regionalismo, del autonomismo bien entendido. No es cierto que solo podamos tener una patria, como creen los nacionalistas. Es como en el fútbol, que tanto aglutina. Uno puede ser incondicional del Zalla e hincha del Athletic, de la selección de Euskadi y de ‘la Roja’, por este orden. E incluso de una selección de Encartaciones, si la hubiera. Por qué van a ser excluyentes todas esas aficiones. Lo raro es querer enfrentar a la selección de Euskadi contra España, como quiere el nacionalismo. Sería como poner al Athletic a jugar contra Euskadi.

Un Revilla vasco cambiaría toda la cultura política del PP de aquí y demostraría que se puede y se debe hablar por uno mismo, con convicción y sobre todo sin miedo a que te muevan la silla.