Menos mal que el diputado Erkoreka sólo ha leído el Quijote, porque si conociera algo más de la producción cervantina aún serían mayores sus quejas.
Hace muy bien Erkoreka quejándose de Miguel de Cervantes, ese mesetario que hacía parodia de todo lo que le daba la gana, por el capítulo del Quijote en el que el hidalgo manchego vence al vizcaíno, pero alguien debería advertirle de que la obra del tal Cervantes Saavedra necesita una purga urgente. Que Anjeles Iztueta ponga a sus secretarios y subsecretarios a hacer una criba de las obras del alcalaíno porque no se puede consentir tanto ataque por parte de ese autor, buque insignia de la literatura españolista, a la lengua y al ser del pueblo vasco.
Detengámonos en uno de sus entremeses titulado «El vizcaíno fingido» . Ningún vasco de pro puede leer dicha pieza teatral, breve y jocosa, sin anegarse en llanto y rechinar de dientes. ¡Cuánta desvergüenza, cuánto descaro! El tal Cervantes Saavedra, de apellidos rotundamente gallegos y ascendencia castellano-andaluza, y por tanto, genéticamente traspasado de astucia y malicia judeo-celtibérico-mora, se permitió escribir unos diálogos jocosos a costa de la identidad vasca, diálogos ideados para ser representados en los corrales de Madrid, en esos corrales donde la chusma mesetaria se carcajearía del ser y sentir de los hijos de Aitor.
La trama de «El vizcaíno fingido» es sencilla: dos prostitutas pretenden estafar a un joven vizcaíno que ha salido de su tierra camino de la Universidad de Salamanca para realizar estudios, en compañía de otro caballero, amigo del padre del muchacho. El vizcaíno y el otro caballero son en realidad una pareja de pícaros que a su vez intentan, y consiguen, engañar a las prostitutas. Toda la gracia, todo el chiste gira en torno a la fanfarronería, a la simplicidad y a la manera de hablar del fingido vizcaíno. La identidad vasca es la clave del entremés. Veamos cómo el caballero acompañante presenta a su supuesto protegido vizcaíno ante las prostitutas:
«…la suerte ha querido que de Vizcaya me enviase un grande amigo mío a un hijo suyo, vizcaíno, muy galán, para que yo le lleve a Salamanca y le ponga de mi mano en compañía que le honre y le enseñe. Porque, para decir la verdad a vuesa merced, él es un poco burro, y tiene algo de mentecato; y añádesele a esto una tacha, que es lástima decirla, cuanto más tenerla, y es que se toma algún tanto, un si es no es, del vino, pero no de manera que de todo en todo pierda el juicio, puesto que se le turba; y, cuando está asomado, y aun casi todo el cuerpo fuera de la ventana, es cosa maravillosa su alegría y su liberalidad: da todo cuanto tiene a quien se lo pide y a quien no se lo pide; y yo querría que, ya que el diablo se ha de llevar cuanto tiene, aprovecharme de alguna cosa, y no he hallado mejor medio que traerle a casa de vuesa merced, porque es muy amigo de damas, y aquí le desollaremos cerrado como a gato. Y, para principio, traigo aquí a vuesa merced esta cadena en este bolsillo, que pesa ciento y veinte escudos de oro, la cual tomará vuesa merced, y me dará diez escudos agora, que yo he menester para ciertas cosillas, y gastará otros veinte en una cena esta noche, que vendrá acá nuestro burro o nuestro búfalo, que le llevo yo por el naso, como dicen; y, a dos idas y venidas, se quedará vuesa merced con toda la cadena, que yo no quiero más de los diez escudos de ahora. La cadena es bonísima, y de muy buen oro, y vale algo de hechura. Hela aquí; vuesa merced la tome.»
Ya ve, Erkoreka: burro, mentecato y borracho, así describe Cervantes al vizcaíno. ¿Cómo se quiere construir una España plural con tal bagaje literario? Adviértase también la frase «aquí le desollaremos cerrado como a gato», claro antecedente de lo que Madrid hace, ha hecho y hará: despojar a los vascos de su riqueza con engaños y trapacerías. Pero la cosa no queda aquí, el supuesto vizcaíno acude a casa de las prostitutas e imitando la manera de hablar castellano de los vascos, influenciada por la sintaxis eusquérica, provoca un diálogo absurdo (Quiñones es el pícaro que se hace pasar por vasco):
CRISTINA.- Bien puede comer el señor vizcaíno, y sin asco; que todo cuanto hay en esta casa es la quintaesencia de la limpieza.
QUIÑONES.- Dulce conmigo, vino y agua llamas bueno; santo le muestras, ésta le bebo y otra también.
BRÍGIDA.- ¡Ay, Dios, y con qué donaire lo dice el buen señor, aunque no le entiendo!
SOLÓRZANO.- Dice que, con lo dulce, también bebe vino como agua; y que este vino es de San Martín, y que beberá otra vez.
CRISTINA.- Y aun otras ciento: su boca puede ser medida
SOLÓRZANO.- No le den más, que le hace mal, y ya se le va echando de ver; que le he yo dicho al señor Azcaray que no beba vino en ningún modo, y no aprovecha.
QUIÑONES.- Vamos, que vino que subes y bajas, lengua es grillos y corma es pies; tarde vuelvo, señora, Dios que te guárdate.
SOLÓRZANO.- ¡Miren lo que dice, y verán si tengo yo razón!
CRISTINA.- ¿Qué es lo que ha dicho, señor Solórzano?
SOLÓRZANO.- Que el vino es grillo de su lengua y corma de sus pies; que vendrá esta tarde, y que vuesas mercedes se queden con Dios.
¡El habla de los vascos motivo de risas en Madrid!…así se ganaba la vida Miguel de Cervantes, ese vascófobo. Dado que el tal Cervantes tuvo gran habilidad para pasar al papel de manera paródica las situaciones cotidianas de la vida diaria, deberíamos preguntarnos si este entremés no responderá a alguna base cierta, si esa burla a costa del ser y sentir vasco no está tomada de casos reales. ¿Cuántos muchachos euskaldunes se perdieron para Dios y para la Patria en brazos de prostitutas madrileñas? ¿Cuántos fueron timados y estafados en sus haberes y sus bienes por los pícaros españoles? Si esos jóvenes vascos se hubieran quedado en su tierra defendiendo la casa de su padre no hubieran sido arrastrados a la vida disoluta en Madril.
Urge que el señor Erkoreka dé parte de todos estos textos y documentos a la Consejería de educación vasca para que se depure la obra del tal Cervantes de los planes de estudios del País Vasco, y conviene que se elaboren unas disculpas públicas y reformas institucionales:
1.- Que el alcalde de Madrid, señor Ruiz Gallardón, pida disculpas públicas en nombre del pueblo de la capital de España por todas aquellas trampas, engaños y seducciones que en aquella ciudad se tendieron a los jóvenes vascos hace 400 años, con el propósito genocida de debilitar la raza vasca.
2.- Que los ciudadanos de Alcalá de Henares se dejen de lutos por sus víctimas del 11-M y que lamenten públicamente el nacimiento del tal Cervantes Saavedra en aquella localidad, declarándole persona non grata, cerrando su casa natal y borrando su nombre de plazas, calles y comercios.
3.- Que el Premio Cervantes y el Instituto Cervantes dejen de llevar dicho nombre. Se propone en su lugar el de Premio Bergamín o Instituto Bergamín.
La lista puede ampliarse con otras propuestas que deseen sugerir los amables lectores de esta web.
Mosquita Muerta 18/4/2004