WINSTON Churchill hizo muchas frases célebres, aunque se le acusa de tomarlas prestadas de Edward Gibbon, el gran historiador de la caída del Imperio Romano. Sin embargo su ingenio lucía en dicterios que dedicaba a sus adversarios y aun a sus amigos, pullas que no pudo copiarle a un hombre que había vivido dos siglos antes. Fue muy célebre la del laborista que en 1945 lo derrotó en las urnas y lo sucedió como primer ministro: «Frente al número 10 de Downing Street para un taxi vacío. Se abre la puerta y de él sale Clement Attlee».
En estos momentos, el taxi vacío de España, ese lugar flagrante y nulo que habría dicho Saint-John Perse, es el PSOE y de él baja, declaración tras declaración, negativa tras negativa, su sorprendente secretario general. Felipe González ha hecho una declaración con mucho eco: «Si nos llevan a unas terceras elecciones, les pediría a los cabezas de lista que no se vuelvan a presentar». Es bastante razonable, y lo sería aún más si empezara la exigencia de responsabilidades por el que le toca más de cerca y que es el principal responsable del bloqueo: el pasajero del taxi vacío.
Felipe es un virtuoso en el arte de subsumir las responsabilidades propias entre la generalización y la elipsis. Descalifica a los cuatro para no referirse expresamente a uno. «La decisión de Rivera (negociar el voto a Rajoy) es el primer acto de responsabilidad política desde las elecciones», dijo el 10 de agosto, para sugerir la falta de dicha responsabilidad en su secretario general. En octubre de 2010 fue rotundo contra el entonces jefe de la oposición, Mariano Rajoy, con un pellizco hacia su entonces presidente: «Decir yo soy más inteligente, moderado y razonable que Zapatero, eso sólo se le ocurre decirlo a un imbécil, aunque fuera verdad». Rajoy sólo se había jactado de ser más moderado y razonable que Zp y visto lo visto, comparado con Pedro, José Luis era Otto Bauer, un pedazo de líder austromarxista.
Las encuestas para las terceras elecciones siguen la tónica de lo ya sabido: crece la abstención, sólo mejora el PP, cinco escaños, que no son suficientes; el PSOE pierde cuatro, Ciudadanos dos y Podemos, uno. Pedro Sánchez Pérez va a quitarle a Mas el título del increíble hombre menguante, pero eso no es lo que más le importa. Mientras le queden suficientes escaños para el bloqueo, habrá bloqueo. Él cuenta con el otoño judicial del PP, aunque no pueda sacar mucha agua de ese pozo.
A lo largo de estos meses ha embutido dos falacias en una sola propuesta: los socialistas no pueden apoyar (abstenerse) al PP porque aspiran a sustituirlo y recomendar a don Mariano que negocie con sus iguales (nacionalistas catalanes y vascos). Lo dice el tipo que en su ronda de contactos ha dado status preferente a Quico Homs y que tiene acuerdos de Gobierno con el PNV en las tres diputaciones forales y en los ayuntamientos de las tres capitales vascas. El PSE, el mismo que había gobernado once años en coalición con el PNV, desde 1987 a 1998, lo sustituyó en 2009 ¡con el apoyo del PP! Y apenas desbancado por Urkullu en 2012 empezó a pactar con los nacionalistas el gobierno de las diputaciones y los ayuntamientos.
Sólo un desastre electoral podría quizá estimular a los Brutos y los Casios que de momento disimulan en el Comité Federal. Pero quizá sea muy tarde para la tarea que el PSOE debió afrontar tras el desastre Zapatero: la refundación. Los socialistas deben plantearse qué quieren hacer en el futuro. Ya dejó advertido Séneca que «nunca hay viento favorable para quien no sabe adónde va».