Pedro Chacón-El Correo

  • Con Iván Illarramendi sentimos más cerca el horror de Oriente Próximo

Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU

En el momento de escribir este artículo se sabe que hay un ciudadano vasco desaparecido, presumiblemente secuestrado por las milicias de Hamás que invadieron territorio israelí sembrando la muerte y la destrucción a su paso. Se trata de un zarauztarra de 46 años llamado Iván Illarramendi Saizar, casado con una israelí y que vivía en un kibutz a dos kilómetros de la frontera de Gaza. Estaríamos así ante un episodio que, más que de guerra, cabe calificar de terrorismo en tanto que se está atacando de improviso a poblaciones civiles y practicando con ellas el terror indiscriminado.

En Israel es sabido que la población civil también está adiestrada en la autodefensa y que las casas aisladas u organizadas en kibutz, como en este caso, cuentan con espacios de seguridad. Pero la desaparición del vasco y su pareja israelí no ha dejado rastro de lucha y hasta ahora no se sabe nada más. Podría ser que se los hubieran llevado a Gaza, territorio que ya está sufriendo un acoso feroz por parte del Ejército israelí, con la finalidad de intercambiar prisioneros, o algo peor, utilizarlos como escudos humanos o como chantaje a cambio de peticiones imposibles de cumplir por parte de los israelíes.

Lo que es seguro es que a Iván Illarramendi Saizar nadie le habrá tenido en cuenta su condición de vasco. Tampoco le habrán preguntado por su ideología: si está más próximo a las tesis israelíes o a las palestinas. Para los de Hamás lo único que cuenta es que habitaba en un kibutz y por lo tanto era un israelí enemigo de su pueblo. Es por lo que podemos decir que estamos ante terrorismo en estado puro: un maniqueísmo simple que deshumaniza a sus víctimas.

Todo esto formaría parte de un atroz escenario súbito de guerra a gran escala, desencadenado por Hamás y que contaría con apoyos en el exterior, como Hezbolá e incluso Irán, que algunos analistas colocan como el cerebro lejano de toda la operación. De lo que no cabe duda es de que la respuesta de Israel está convirtiendo ya la estrecha y abigarrada franja de Gaza en un lugar infernal, donde las ubicaciones conocidas de los efectivos y recursos de Hamás están tan estrechamente imbricadas con edificios civiles, que cualquier ataque del Ejército israelí, por mucho que se ciña a objetivos militares, supondrá, con total seguridad, afecciones a la población civil, con lo cual la escalada de acción y reacción estará asegurada.

En España conocemos bien el carácter del terrorismo islamista. Empezó con los atentados de los trenes de Atocha del 11 de marzo de 2004 dejando 192 víctimas mortales, aparte de casi 2.000 heridos, y aquello supuso, para la población española en general, un salto cualitativo sustancial en nuestra percepción del terrorismo. Con ETA teníamos muertos colaterales, por supuesto, pero no a esa escala ni erigidos en protagonistas únicos de sus acciones. Y los terroristas siempre actuaban a resguardo, a distancia, protegiéndose, no como los yihadistas, que eran capaces de inmolarse, como hicieron en Leganés al verse rodeados por las fuerzas de seguridad.

Tras la matanza yihadista de Atocha, ETA entró en la etapa final de su actividad. De hecho, aquel año y el siguiente no cometió asesinatos y hasta el final de su macabra historia fue autora de otros doce. Quiere decirse que los atentados yihadistas en España, paradójicamente, dejaron a ETA como capitidisminuida, convertida en una banda terrorista de segunda, por así decir, abocada a un pronto final, por mucho dolor que causara hasta entonces y el que le quedaba todavía por provocar hasta su extinción.

Iván Illarramendi Saizar nos afecta mucho porque es de aquí mismo, de Zarautz. La mayoría de nosotros hemos estado alguna vez en esa hermosa localidad costera guipuzcoana y, quieras que no, con él sentimos más cerca el horror de lo que está pasando en Oriente Próximo. Nos afecta porque es de Zarautz, sí. Y nos habría afectado igual de haberse apellidado González García, o con otros apellidos de origen castellano, que son los mayoritarios en Euskadi. Entre las 192 personas fallecidas en los atentados del 11 de marzo de 2004 en Atocha, hubo al menos cinco con apellidos euskéricos: Ibarra, Samaniego, Murga, Bedoya y Mendoza. Y a pesar de que identificamos siempre los apellidos euskéricos con ser vasco, resulta que, además de que en Euskadi más de la mitad de los vascos no tienen ninguno, en el resto de España viven también más personas con algún apellido euskérico que las que viven en el País Vasco y Navarra juntos.

De Iván Illarramendi Saizar se ocupará, como de la joven andaluza también implicada en el mismo episodio, el Ministerio español de Asuntos Exteriores. Esperamos con toda intensidad que ambos puedan ser rescatados en las mejores condiciones y lo más rápidamente posible.