Fernando Savater, EL CORREO, 18/6/12
Lo que de veras me preocupa es la sospecha de que muchos de los vasquistas internacionales que se nos ofrecen como mediadores para ‘pacificar’ el País Vasco compartan deliquios parecidos a los del voluntarioso Mark Kurlansky
Reconozco que nunca he tenido claro qué significa ser ‘vasquista’. Lo juzgo en el mejor de los casos algo parecido a ‘hispanista’, un término que suelo aplicar comúnmente a un estudioso de cuestiones hispánicas pero que no es español: vamos, que no dudo en calificar de hispanista a John Elliott o Pierre Vilar, aunque me cuesta llamar así a don Ramón Menéndez Pidal. Por eso me deja perplejo que haya vascos empeñados en ser vasquistas, un énfasis sospechoso, como el de los machos que además quieren ser machistas o algo así.
Pero por fin me parece que he localizado a un vasquista, en el más ajustado y hasta combativo sentido del término. Y precisamente ha sido en una de las revistas de mayor tirada mundial. Hace pocas semanas, ‘Newsweek’ publicaba un artículo sobre San Sebastián, que como donostiarra conv ic to y confeso despertó mi interés. Lo firma el norteamericano Mark Kurlansky y se titula ‘Un puerto pintoresco que está en España pero no es de España’. Podría haber versado sobre Gibraltar pero no, ya les digo, trata de San Sebastián. Y además el señor Kurlansky ha escrito también ‘La historia vasca del mundo’, según parece, de modo que no es alguien al que pueda pasarse por alto.
Cuenta Kurlansky que, siendo un joven periodista, viajó a España a comienzos de los años setenta tras el atentado que costó la vida a Carrero Blanco. Quería ver por sí mismo cómo iba la resistencia contra la dictadura, pero se llevó un chasco: no existía ninguna oposición, salvo la guerrilla de ETA. Encontró que los españoles eran muy bajitos, debido a la mala alimentación (incluso el propio Franco, si no recuerdo mal, apenas daba la talla), y además abundaban los mutilados de una pierna o un brazo a causa de la guerra civil. De gente tan maltrecha, pocas empresas liberadoras podían esperarse. Pero Kurlansky no quería dejar piedra sin remover y se fue a ‘Basqueland’. Y allí, oh deslumbramiento, le pasó lo mismo que a Gene Kelly cuando descubrió Brigadoon…
Enseguida se dio cuenta el perspicaz yanqui de que aquellos nativos no se parecían en nada a los españoles. Para empezar, eran mucho más grandes, mas altos y supongo que menos mutilados (gracias a la prudencia demostrada en Santoña). Su cultura era mucho más rica, aunque Kurlansky nos ahorra detalles sobre el asunto y sólo se refiere a la comida, gracias a la cual la gente había aumentado de tamaño. Por lo demás «el verde terciopelo» de sus colinas y el «profundo cobalto» de su mar (el articulista también ha escrito novelas y se le nota el original ramalazo poético) convertían su paisaje en algo excepcional. Al verle extasiado, los lugareños le comentaban: «Bonito, ¿eh? Pues esto no es España». Incluso el nombre de la ciudad era diferente, porque allí se llamaba en vascuence Donostia en lugar de San Sebastián, fíjense lo poco que tiene ver lo uno con lo otro. Para mimetizarse mejor, el decidido Kurlansky se puso una txapela y se atrevió a pasear con ella por el monte, tropezando con un policía español «de diecinueve años» (por lo v isto él también le pidió la documentación, en reciprocidad por mostrarle la suya) que le trató con inoc ultable desdén, hasta que se identificó como americano. Cuando después comentó el episodio con un amigo del PNV, el antiguo alcalde Ramón Labayen, éste concluyó: «Pues ya sabes lo que supone ser vasco».
En fin, que a Kurlansky le gusta San Sebastián/Donostia, celebra que no sea española y vuelve siempre que puede, lo que me regocija como donostiarra. En cambio la revista ‘Newsweek’ es indudablemente made in USA y vende millones de ejemplares en más de ciento cincuenta países: supongo que algunos de sus reportajes están mejor doc umentados que el que nos oc upa, aunque tampoco me hago demasiadas ilusiones. Aún me ac uerdo de c uando inv ité a un c urso de la UIMP en Santander a un profesor de la Sorbona al que admiro mucho y que se asombró al enterarse de que los ciudadanos de Canarias no son todos negros… Lo que de veras me preocupa es la sospecha de que muchos de los vasquistas internacionales que se nos ofrecen como mediadores o verificadores para ‘pacificar’ el País Vasco, ahora que parece desistir la violencia terrorista, compartan deliquios parecidos a los del voluntarioso Mark Kurlansky. Echan pie a tierra entre nosotros como quien llega a Brigadoon. Y debo confesarles que, a mi juicio y con perdón del gran Vicente Minelli, ‘Brigadoon’ me parece la memez más grande jamás filmada…
Fernando Savater, EL CORREO, 18/6/12