DAVID GISTAU, ABC – 29/04/15
· Pablo Iglesias evolucionará como lo hacen los políticos como él según las leyes naturales de adaptación al medio.
Las cosas suceden tan deprisa en Podemos que ya tienen purguitas y personajes fundacionales que de repente son borrados de los retratos colectivos. Estos tiempos son menos dramáticos en los ámbitos ideológicos de Occidente que el volátil siglo XX. Todo parece un poco la repetición como farsa de aquello. Por tanto, no hay que temer que a Monedero lo abata nadie con un golpe de piolet. Ni siquiera ahora que este personaje menos mimético que Iglesias ha sido descartado por constituir un estorbo en la mutación del partido a sigla socialdemócrata perfectamente integrada en el sistema y en sus juegos de reparto de poder.
A Monedero casi lo hace respetable este preferir quedarse en la intemperie antes que acompañar a Iglesias a través de otra «puerta giratoria», la que abrevia el tránsito entre la falsa revolución y el acomodo en la casta como cualquier otro de los aspirantes a diluirse en las rutinas parlamentarias y los despachos en La Zarzuela. Mientras el oficialismo de Podemos completa sus negociaciones para un contrato fáustico con la casta, Monedero se condena a sí mismo a ser un profeta solitario que abordará incautos en los parques, no para abrirse delante de ellos la gabardina, sino para enseñarles el camino recto de la redención al que renunció Iglesias al dejarse tentar por los placeres inmediatos de la ambición.
Pablo Iglesias evolucionará como lo hacen los políticos como él según las leyes naturales de adaptación al medio. Si necesitara branquias para sobrevivir, le saldrían. También la Transición albergó mutaciones semejantes, justificadas en nombre de la conciliación y el «posibilismo» en un tiempo fronterizo que se propuso discriminar a los demasiado inflamados. Monedero se quedará atrás como una reliquia de la primera hora que no supo detectar el instante preciso de la renuncia a un estado mental en el que volvían a librarse todas las guerras perdidas. Monedero e Iglesias todavía son ambos personajes anacrónicos, retrospectivos. Pero Iglesias se ha metido ya en una aceleración evolutiva por la que muy pronto se nos sincronizará en términos históricos. Monedero permanece atascado en los años treinta, está en las primeras escaramuzas de la lucha contra el fascismo, está en la utopía comunista antes de que la intoxicaran primaveras como la de Praga, está en las arengas del «¡No pasarán!».
Cuando lo conocimos, Iglesias también estaba allí. Pero fíjense con qué velocidad atravesó el medio siglo, que ya lo tenemos en 1977, en el mismo trance que antaño Carrillo, discutiendo si su partido ha de aceptar al Rey y la bandera nacional como parte de un proyecto de refundación como el posfranquista. Puede sonar rancia, esta izquierda que aún gestiona como un conflicto su sentido de pertenencia al país y sus símbolos, como si éstos tuvieran una carga de ideología culpable. Pero, hace poco, Iglesias estaba echando a Alfonso XIII. Ténganle paciencia, que en breve estará ubicado en el presente de una democracia europea del XXI.
DAVID GISTAU, ABC – 29/04/15