Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- Una abstención a tiempo garantiza no llevarse la contraria cuando se alcance el Gobierno. No se salva a Sánchez, que se comió en su paz las uvas en Doñana, ni mucho menos
El PP se opuso a los dos puntos de subida del IVA y a los recortes de Zapatero. A los seis meses de Gobierno, Rajoy le metió otros tres puntos al IVA, subió todos los impuestos, además de pegarle un tajo más al gasto. España evitó el rescate total en la crisis del euro, con la reforma laboral impuesta por Bruselas. El préstamo europeo, para reparar el agujero hecho por los gestores políticos a las cajas de ahorro, completó el rescate parcial sin que el Gobierno perdiera el control de las cuentas públicas como en Grecia, Portugal o Irlanda. De los errores se debería aprender. España no depende de sí misma para hacer el presupuesto. Nos lo hemos buscado nosotros solitos con el engorde de nuestra deuda. Este Gobierno y el próximo, sea de los mismos tonos o de otro, mirará tierno cada mañana al Banco Central Europeo, con cara de no haber roto un plato.
El acuerdo de la CEOE y los sindicatos UGT y Comisiones Obreras plantea al PP un dilema que la experiencia resuelve: «La reforma laboral se ha dejado como estaba». Si lo dice Mariano Rajoy, ayer en ABC, por algo sensato será. Ni roza las zonas vitales, llamadas lesivas por la vicepresidenta Díaz, derrotada al darse de bruces con la realidad, ni deroga al PP como voceaba el presidente Sánchez en la clausura del Congreso del PSOE. Los pilares no se tocan y los cambios introducidos se limitan a una porción del poder recuperada por los sindicatos. Un asunto menor si se recuerdan los puntos de partida de la negociación. Con estos hechos y con el precedente de la oposición a Zapatero, el PP debería abstenerse, dejar pasar el acuerdo para evitar el contagio de ERC y Bildu. Un mal menor acompañado de una propuesta reformista, resolutiva con el paro juvenil, continuadora de Rajoy.
Una abstención a tiempo garantiza no llevarse la contraria cuando se alcance el Gobierno. No se salva a Sánchez, que se comió en su paz las uvas en Doñana, ni mucho menos. De ese rescate decisivo ya se ocupó Vox cuando le regaló el control político de los fondos europeos sin saber por qué.