Gregorio Morán-Vozpópuli

  • Me consta que Sánchez, antes de alcanzar la categoría honorífica de “Puto Amo”, siempre durmió como un ceporro

No basta decir que el presidente Sánchez está acosado, tampoco que el PSOE se disfrace de banda borracha, ni que los socios y aliados se exhiban como prestamistas que exigen el pronto-pago. Lo más letal es que la sociedad, harta del espectáculo, pueda echarse al monte y arrase con el Sistema. Porque hubo un tiempo en que luchar contra el Sistema se entendía como una pelea hacia una sociedad democrática, pero las cosas se han ido enredando tanto que ahora el Sistema son ellos, por más que hagan aspavientos de modernidad y progresismo. Vox no deja de ser un tumor político que se alimenta de un cuerpo enfermo. Con el agravante de que los médicos están muy contentos de haberse conocido. ¡Qué importan los pacientes desquiciados mientras el Hospital que les mantiene aún siga en pie!  Lo que dure siempre será más lucrativo que atreverse a asumir el riesgo del quirófano.

Fuera metáforas. Para la aplastante mayoría de las fuerzas políticas parlamentarias, tal y como están hoy conformadas, ir a elecciones les parece como entrar en el quirófano. Allí donde nadie sale lo mismo que entró; ni los cirujanos ni los pacientes. Les importa un carajo el tumor mientras el cuerpo aguante. Por paradójico que resulte, el Sistema se comporta como siempre: hay que alimentar el miedo, y sin embargo el miedo no inquieta especialmente a la ciudadanía. El que está desesperado en la búsqueda de una vivienda, por ejemplo, no siente miedo sino indignación porque sabedores todos de su angustia, y siendo la primera palabra que ponen en su boca los que llevan años repitiéndola, no se avanza un centímetro; se retrocede a palmos.

Cuando la separación entre la sociedad y el antiguo Régimen se hizo insostenible se inició la Transición, lo demás por muy importante que fuera ¡y vaya si lo fue! puede considerarse como accesorio. Debemos empezar a cavilar sobre la agonía social que deja esta semana convulsa.

El PSOE montó un festival federal que le salió patético, el PP se consolidó como aparato con ambiciones de alternativa y el Congreso de los Diputados reunió al equipo médico habitual para confirmar que el enfermo está jodido pero que aguantará un poco más si no le sobrevienen achaques añadidos.

Mientras nadie se dé por aludido asistimos a un psicodrama con diálogos de comedia. ¿Cómo interpretar si no la intervención del Amo? Tiene el descaro de los falsarios patológicos; no es que diga mentiras sino que alcanza la sublimación de convertir sus mendacidades en argumentos. El sentenciador siniestro explica ante sus iguales que es la víctima de una conspiración universal: de sus compinches que le llevaron al estrellato, de los jueces que persiguen a su mujer, a su hermano… a todo lo que ama más que nada, de la derecha resentida que le ganó las elecciones, de los supremos tribunales que limitan su inocencia, de la prensa descontrolada que no admite su superioridad, en fin, de todo aquello que excede a su control, de momento; ya les llegará su hora para ajustar cuentas.

Confieso que escuchándole no sé si se está burlando de mí o sencillamente tiene la convicción profunda de que soy idiota. (Idiotas, para los griegos antiguos, eran los que no tenían derecho a votar).

Un tipo taimado desde que tuvo uso de razón, que lo ha demostrado reiteradamente dentro y fuera de su propio partido, dice con un gesto de dignidad ofendida: “soy un político limpio”. Desde hace muchos años tengo el hábito de intercalar dos preguntas adaptadas a los dirigentes políticos que entrevisto. Una está en saber si duermen bien. Ninguno me dijo nunca que algo le hubiera quitado el sueño. Me consta que Sánchez, antes de alcanzar la categoría honorífica de “Puto Amo”, siempre durmió como un ceporro; baste decir que aseguró que no pactaría con Podemos “porque quería dormir bien”, y a continuación formó gobierno con ellos. La otra pregunta consistía en seguir la corriente de un mantra que figura en todos los discursos: “hemos cometido errores”. Si tenían a bien señalarme uno. Siempre se enredaban en las respuestas para no concretar un solo caso.

Con la que está cayendo, que la eximia garante de la honradez y líder de Sumar, Yolanda Díaz, afirme de manera inapelable y en sede parlamentaria, que el Puto Amo es “un político honrado”, debe constar en su currículo. Si me da una prueba, sólo una, estaría dispuesto a repensarlo. Quizá haya diversos tipos de honradez no homologables. Cuando escuchamos las palabras, se nos pierden los muchos sentidos que tienen; de ahí la importancia de también leerlas. Es como ponerlas bajo el microscopio; les empiezan a salir bichitos que se mueven, excrecencias, detalles que se nos pasan desapercibidos en la escucha; los oídos están tan sobresaturados de ruidos que hemos ido perdiendo la sagacidad con la que los ancianos retenían lo que oían. (Disculpen la pedantería. Homero no escribió ni la guerra de Troya ni el periplo de Ulises; lo suyo iba de oído).

Francina Armengol, un personaje tan misterioso para mí que presiento debe tener algo que no alcanzo a ver; por eso quizá la ha digitalizado el Amo para puesto tan egregio como la Presidencia de las Cortes, el tercero del Estado. Tan ignota lumbrera ha dicho de sí misma que tiene “la conciencia hipertranquila”. Ese forzado superlativo no pasaría desapercibido bajo las lentes del microscopio.

Insuperable Gabriel Rufián, siempre haciendo honor a su apellido. Mientras sean “3 listos en 4 mordidas”, la dignidad política del Ángel Protector está asegurada. Pero si aumentara la dosis, tendrían que volver a pensárselo. No soy capaz de meterme en la cabeza de un votante de Esquerra Republicana; de intentarlo caería de nuevo en la duda. ¿Se burla de mi o me toma por idiota? Para todo aliado el mejor gobierno es el más débil; el que los necesita para sobrevivir. El lunes toca el Salvador Illa, pagador de deudas; el martes Imanol Pradales con ofertas imposibles de rechazar. El componedor no tiene recursos, sólo relatos; ha entrado en la UCI, dicen quienes administran la respiración artificial.

Nos hemos vuelto tan cínicos que competimos con Oscar Puente, el ministro desfachatado de los “sabotajes” al Gobierno que perpetraron un par de quinquis reincidentes de un poblachón castellano. Con sinceridad no tertuliana: ¿alguien pondría su mano en el fuego sobre el Puto Amo y los prostíbulos del avispado suegro, en el momento que necesitaba ayuda para su despegue hacia el poder? ¡Hay tantas manos quemadas y tantos modos de empezar! Ya que no nadamos en la honradez, al menos seamos honestos con nosotros mismos.