Gorka Maneiro, EL MUNDO, 10/6/12
El autor lamenta la ocasión perdida por el PSE y PP para acometer en el País Vasco los cambios que la aplicación del constitucionalismo llevaban consigo, con la lamentable pérdida de credibilidad de una alternativa necesaria
Antonio Basagoiti, tras tres años mirando a las musarañas desde su escaño parlamentario, decidió hace un mes, y lo conocimos vía entrevista radiofónica, romper la relación que unía al Partido Popular con el Gobierno socialista de López. Independientemente de las formas, por lo demás muy habituales en el PP vasco, entremos al fondo del asunto y a lo que este pacto ha supuesto para los ciudadanos vascos.
UPyD apoyó inicialmente la candidatura del actual lehendakari, con la esperanza de que se abriera un nuevo período radicalmente distinto al que había protagonizado el PNV, y dispuestos, en uso de nuestra autonomía, a ser críticos y exigentes con cada decisión que tomara el Gobierno y dispuestos también a reconocer todas aquellas iniciativas y propuestas
que considerásemos acertadas. Lo cierto es que enseguida pudimos comprobar que se trataba de un matrimonio que no tenía intención de acometer los cambios que el País Vasco necesitaba… cambios que, es obvio, a día de hoy siguen pendientes. Estéril es la definición que se me ocurre para definir este pacto de legislatura, este matrimonio corresponsable del fraude al constitucionalismo en régimen de gananciales. Estéril cuando no contraproducente, porque los resultados del acuerdo han supuesto una decepción inmensa para miles de ciudadanos… y ahora se trata de hacerles ver que lo que no se ha hecho no se hizo no porque no pudiera hacerse… sino porque el PSE y el PP no han querido llevarlo a cabo. Hay quien alza ahora la voz para recordar que durante tres años se evitó al menos que gobernara el PNV: sin embargo, no se trata ba sólo de que no gobernara el nacionalismo sino sobre todo de que el constitucionalismo se hiciera visible.
Nunca dije, como dijeron otros, incluidos algunos dirigentes populares y socialistas, que el Partido Socialista y el PP fueran extraños compañeros de viaje. Nunca dije tal cosa porque la ocasión lo merecía: se trataba de acometer la defensa y la aplicación del cons titucionalismo en Euskadi, con todas sus consecuencias, sin miedos ni complejos y dejando al margen intereses partidarios. Visto lo visto, es obvio que el fracaso alcanza límites que nunca quise imaginar… y eso que me lo avisaron. La defensa del constitucionalismo en Euskadi era (y, obviamente, sigue siendo) una tarea inmensa con tintes casi heroicos… aunque en el fondo se base en defender cosas sencillas: los derechos de ciudadanía y un País Vasco para todos.
Durante estos tres años no se ha defendido una alternativa reconocible y argumentada a las mentiras del nacionalismo vasco. No se han corregido las políticas lingüísticas discriminatorias aplicadas durante décadas. No se ha sostenido un argumentario contundente de defensa de las instituciones democráticas frente a las marcas proetarras y no se ha garantizado que la educación sirva para que surjan ciudadanos libres y diversos, en lugar de nacionalistas-tipo… del tipo que todos conocemos. Durante estos tres años no se ha desenmarañado el entramado de organismos públicos dependientes del Gobierno vasco, ni se ha cambiado el continente y el contenido de la Televisión Pública Vasca. Tres años después, la EiTB sigue teniendo sedes en Pamplona y en Bayona, sin otro objetivo que informarnos de lo que allí ocurre aunque no ocurra nada… para trasladarnos finalmente la idea nacionalista por excelencia: que vascos, navarros y franceses del sur formamos parte de una misma comunidad política llamada Euskal Herria. Tres años después, juzguen ustedes mismos, los ciudadanos vascos seguimos financiando a las ikastolas francesas y sostenemos las embajadas del extranjero, tantas veces criticadas por la entente ahora rota. Hoy ya no hablamos del Plan Ibarretxe, es cierto, pero hablamos a diario de los presos de ETA y de las «víctimas policiales», y con mucha más asiduidad, por cierto, que de las necesidades de las víctimas del terrorismo. El actual lehendakari, que ya no es Ibarretxe ni tiene el carnet del PNV, solicita mensualmente que se excarcele a Otegi y que se legalicen las marcas de la izquierda abertzale que siguen sin condenar el terrorismo y sin asumir la democracia. Además, la crisis económica sigue agravándose y el paro crece como la espuma. En fin, más allá de algunos aciertos menores, éste ha sido el desolador y deprimente resultado de este pacto entre el Partido Socialista y el Partido Popular del País Vasco.
Finalmente, el PP decidió dejar de apoyar al lehendakari López. Es revelador: nada de todo esto que yo he citado citó Basagoiti para argumentar y explicar la ruptura. Las razones se basan en que el lehendakari socialista osó criticar los recortes sociales del Gobierno de Rajoy. Pensándolo fríamente, al menos ha sido coherente, pues el PP no ha movido un solo dedo durante estos tres años para que fuera posible ofrecer a la ciudadanía vasca ni uno solo de estos objetivos. El PP pasó de estar de brazos cruzados a levantar la mano para pedir elecciones anticipadas, por simples intereses particulares y partidarios.
Para dar la puntilla a esta legislatura, surge con brío la entente conservadora conformada por el PP y el PNV: esta nueva relación evitará la tan necesaria modificación del entramado institucional vasco, hará imposible que tengamos la mejor Ley Municipal posible que sitúe a los municipios en el lugar que les corresponde y bloqueará los aspectos más progresistas de la recientemente presentada Ley de Vivienda. En fin, es lo que a día de hoy tenemos.
Hay quien ha escrito en prensa estos días que el constitucionalismo vasco ha fracasado en Euskadi. No es exactamente así. Lo que ha fracasado clamorosamente ha sido el pacto PSE-PP para defender el constitucionalismo en nuestra tierra. No sólo no lo han intentado, sino que ya no tienen remedio. Ambos son corresponsables de este fraude. Fíjense ustedes si tiene UPyD tarea por delante.
Gorka Maneiro, EL MUNDO, 10/6/12