Por fin una buena noticia llega desde Cataluña: el bloque separatista eligió ayer a Quim Torra presidente (vicario y provisional, pero presidente) de la Generalitat. Con esa decisión, el independentismo se ha cargado su principal activo político internacional y, en parte, también nacional: su relato. Épica, lirismo, democracia directa, integración, victimización, resistencia… eran los ingredientes con que los secesionistas vendían su mercancía averiada. Por cierto, bien adquirida en los mercados internacionales. Es de suponer que de ello, entre otras cosas, hablen hoy en La Moncloa Rajoy y Sánchez, este último curtido en rondas internacionales —la última, en la London School of Economics— en las que ha comprobado la inanición comunicativa del Gobierno.
Ayer, el portavoz de mayor jerarquía de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, preguntado por los exabruptos del líder catalán contra los españoles, contestó: “No los dignificaré con un comentario”. Una severísima e inteligente respuesta que trasluce la perplejidad creciente que causan los escritos de Quim Torra, que muy pronto alcanzarán una extraordinaria notoriedad. Se encargarán de ello, además de algunos partidos, organizaciones que ya están en la búsqueda y atenta lectura de ensayos y escritos en la prensa comarcal de Cataluña y en algunos digitales que contaban con la colaboración habitual de este activista.
No voy a reflejar en este ‘post’ las vejaciones, desprecios e insultos que Torra dedica a los españoles —catalanes no independentistas incluidos— a lo largo de años en una militancia desaforada en el separatismo. Sí es muy útil, sin embargo, insistir en cómo Quim Torra ha mostrado su admiración por los personajes más siniestros de la Cataluña de los años treinta del siglo pasado.
Ayer, dos solventes periodistas catalanes, Luis Mauri (‘El Periódico’) y Xavier Vidal-Folch (‘El País’), denunciaban en unos textos concisos y precisos (“Torra y ‘el capitá Collons”, el del primero; y “El Estat català: la alcantarilla”, el del segundo) cómo el nuevo presidente provisional de la Generalitat ha mostrado su admiración por Miquel y Josep Badia y Daniel Cardona. El primero de ellos era conocido como “el capitán Collons” y fue un hombre violento, torturador y fascista que organizó los ‘escamots’, ‘aprendices de nazis’. Se escapó por las alcantarillas en la asonada de 1934 y buscó el amparo de la Alemania de Hitler. De él y de su hermano, así como de un tipo parecido como Cardona, dijo Quim Torra en 2011 que “son los mejores ejemplos del independentismo”.
Les aconsejo lean los dos artículos que he referenciado. Y quizá se sorprendan de que la izquierda catalana (ERC) y la extrema izquierda (CUP) hayan apoyado por acción o por omisión al nuevo presidente, admirador de los que en el primer tercio del siglo pasado asesinaron y torturaron a miembros de la FAI, de CNT y de las Juventudes Libertarias. Xavier Domènech, al fin y al cabo historiador profesional y líder de los comunes, no dudó ni un momento en retratar la factura cívica y ética del personaje que se sometía a la investidura, mientras republicanos y cuperos incurrían en una dolosa —y gravosa en el futuro— incoherencia.
Quim Torra ha mostrado su admiración por los personajes más siniestros de la Cataluña de los años treinta del siglo pasado
También les sugiero la lectura del trabajo de Pablo R. Suanzes, corresponsal de ‘El Mundo‘ en Bruselas, en la revista ‘Letras libres’ (“La vista desde Bruselas”) de este mes (nº 200), en el que se cuenta de qué forma España ha sido derrotada en la batalla de la imagen y el relato en las capitales europeas, hecho reconocido por el hispanista y buen conocedor de nuestra democracia el alemán Jürgen B. Donges, que terminaba así una de sus reflexiones: “Y hay que preguntarle al Gobierno de España por qué no se involucra con determinación, a nivel internacional y en la propia Cataluña, en una política de comunicación rigurosamente razonada para contrarrestar esa nefasta propaganda”. Esa pregunta está en la mente de todos los ciudadanos sensatos de este país.
Torra no representa un ápice del extinto catalanismo (es lo contrario a ese movimiento) ni refleja los valores más acendrados de la catalanidad tan bien glosada por el profusamente citado Agustí Calvet, ‘Gaziel’, periodista, escritor e intelectual que ha renacido como referencia de buen criterio ante el desvarío independentista.
Lo importante es que con Torra se acaba el relato del ‘procés’ y comienza otro: hosco, antipático, étnico y rencoroso. Los separatistas no lo van a poder blanquear, porque lo que ha escrito reiteradamente el presidente provisional de la Generalitat está ya en las hemerotecas y en internet. El domingo por la noche, un amigo catalán y catalanista me enviaba el siguiente wasap: “Estoy de acuerdo [conmigo] en el escándalo que se puede organizar cuando se conozca el contenido de sus libros. Va ser peor que Puigdemont. Es muy afable en el trato y muy correcto en las formas, pero muy dogmático y tozudo. Será más problema que Puigdemont y creo que no le tiene miedo a nada”.
Lo dicho. Como hay que hacer de la necesidad virtud, celebremos que el independentismo ha cometido su peor error al elegir a Torra, lo cual es una buena noticia si con la difusión de su obra intelectual (¿?) se consigue quebrar de una vez por todas el traído y llevado relato de la Cataluña independiente como solución de todos los males de los catalanes (exclúyase a los españoles) y que se alcanzaría bajo el liderazgo caudillista del fugitivo Puigdemont y su de incalificable —éticamente hablando— vicario, Joaquim Torra.