La política viene a ser por estos pagos un asunto que resuelve el escalafón, una suerte de tú la llevas, para entendernos. Recordarán algunos el nombre de Jesús Caldera, a quien Rodríguez Zapatero nombró su mano derecha, ministro de Trabajo y de Asuntos Sociales, pero estrictamente durante su primera legislatura. Al afrontar la segunda, su amigo del alma lo dejó caer: “Jesús, te vas porque tu política de inmigración me ha costado muchos votos» a lo que Caldera, algo perplejo, le respondió: «Será la tuya, presidente».

Sánchez ha dejado caer a sus más allegados sin pestañear. Recordarán ustedes a la vicepresidenta Calvo, al gurú Iván Redondo, al ministro Ábalos, carne de su carne en el Gobierno y sangre de su sangre en el partido. Bueno, pues en el Gobierno lo sustituyó por Raquel Sánchez, extraordinaria nulidad, y en el partido, donde ejercía como secretario de Organización, aupó a Adriana Lastra, que debía de parecerle más capaz porque la nombró número dos, vicesecretaria general, para sustituir al número tres.

Ahora se tiene por muy próximos a la ministra de Defensa, Margarita Robles, a quien Joaquín Leguina señaló como artífice de la moción de censura que sacó a Rajoy de La Moncloa y lo sustituyó por Pedro Sánchez y Fernando Grande Marlasca, un ministro del Interior indigno, como dice cada vez que tiene ocasión la diputada Olona, un tipo que se trabajó los votos de los antiguos batasunos, acercando de uno en uno o de cinco en cinco a los terroristas presos a sus pueblos. También a quienes habían asesinado a socialistas, también. Y resultó que asociaciones policiales y el Sindicato Profesional de Policía dieron en organizar un homenaje a los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil que combatieron a ETA y ayudaron a acabar con ella.

El acto se iba a celebrar en el WiZink Center el pasado 25 de abril, había sido invitado el Rey y la Casa Real había mostrado su predisposición favorable. Solo faltaba un detalle: que el Gobierno refrendara la asistencia al homenaje de Felipe VI, refrendo que no llegó. A mediados de abril se desveló el supuesto espionaje del CNI a los golpistas catalanes y poco después se votó la convalidación del real decreto con las medidas paliativas de los efectos de la guerra de Ucrania, para lo que Sánchez necesitaba los cinco votos de EH Bildu, no me atrevo a sacar más conclusiones. El caso es que la Casa Real declinó la asistencia del Jefe del Estado y todo se quedó en agua de borrajas.

El ministro del Interior saludó con besos en las mejillas a un coronel de la Guardia Civil, pero no es tan cariñoso con todos los mandos, piensen en los coroneles Sánchez Corbí y Pérez de los Cobos. Lo último, negar asilo a Mohamed Benhlima, ex militar condenado a muerte por denunciar la corrupción en el ejército argelino. Y lo han enviado a Argelia vía exprés, ignorando el Derecho internacional y desoyendo las peticiones de A.I.. Todo sea por el gas.

Margarita, la mujer, hacía lo que podía, defenestrando a la directora del CNI, Paz Esteban. Ninguno de los dos debe equivocarse. Llegado el momento, el psicópata usará la fórmula Zapatero: “Fernando, Margarita:  os vais porque el CNI ha espiado a mis socios catalanes y además a ti, Fernando, te pitan mucho en los actos de la Policía”. El Gobierno de Sánchez es una campana de Huesca.