ABC 25/04/14
ENTREVISTA JEAN-CLAUDE JUNKER
· Con casi dos décadas de experiencia como primer ministro y después de haber estado al timón de la zona euro en los peores tiempos de la crisis, el luxemburgués aspira a suceder a Barroso
· La moneda única «Sin el euro, sin duda hoy estaríamos en guerra abierta país contra país»
· Rescate financiero «El sistema financiero español ha sido salvado por el interés de todos los españoles, no de los banqueros»
· El PP europeo «Los países que son gobernados por partidos del PP europeo tienen mejores resultados, aunque aún sean insuficientes para crear el empleo necesario»
Tiene una de las biografías políticas más largas de Europa y a sus 59 años, el luxemburgués Jean-Claude Juncker se ha lanzado a la aventura de una campaña electoral para lograr que el Partido Popular Europeo gane las elecciones del 25 de mayo en toda la UE y él se convierta en presidente de la Comisión. En su primera entrevista a un medio español desde que fue nombrado candidato deja claro que es consciente de los desafíos que tiene la UE ante sí y asegura sobre el proceso secesionista catalán que «no es el momento de dividirse».
P—¿Su candidatura a la presidencia de las Comisión es un experimento o un verdadero gesto para dotar de legitimidad democrática a las instituciones?
R—No es un experimento. Es un nuevo comienzo; las principales fuerzas políticas han decidido que propondrían cabezas de lista a la Comisión y el Consejo Europeo no podrás sustraerse a esta propuesta, que está basada en lo que se puede considerar el sufragio universal paneuropeo. Por tanto será necesario que el Consejo y el Parlamento tengan en cuenta el resultado de las elecciones. Yo me someto a los rigores de la campaña electoral, visitaré todos los países de la UE, que por cierto ya he visitado muchas veces como responsable europeo.
P—Tal vez hubiera sido mejor que usted mismo fuera candidato al Parlamento Europeo.
R—Acabo de ser elegido, debo decir que confortablemente, en mi pequeño Gran Ducado, donde mi partido ha ganado las elecciones, pero ha sido relegado a la oposición por la acción de otros tres partidos que habían sacado menos votos que el mío, y los resultados personales que he tenido han sido los más elevados del país. Es decir que desde el punto de vista de la legitimidad democrática no hay ninguna duda. Yo soy candidato a la presidencia de la Comisión, no soy candidato al Parlamento Europeo y no creo que hubiera sido honesto ser candidato por Luxemburgo, algo que naturalmente me merece un gran respeto, pero ya tengo un mandato parlamentario y no tengo vocación de coleccionarlos. Creo que es una señal de respeto con los electores.
P—El candidato socialista Martin Schulz sí se presenta.
R—Es su elección: o será presidente de la Comisión o será miembro del Parlamento Europeo. Él ha estado siempre presente en el Parlamento. Yo no quiero engañar a los electores diciendo que voy a ocupar un escaño si no tengo intención de hacerlo.
P—¿Qué piensa de su adversario?
R—No es mi adversario, es mi competidor. Hay una convergencia bastante amplia en las opiniones que puede tener Schulz sobre la situación actual y el porvenir de la Unión Europea y las que puedo tener yo, pero competimos por el mismo puesto. Me sorprende bastante leer como una crítica en los medios de comunicación que hay pocas diferencias entre él y yo. ¿Por qué deberíamos inventarnos esas diferencias donde no las hay por estúpidas razones electorales? Esa no es mi concepción de la vida pública, yo tengo cierta idea de la democracia que incluye que cuando estemos de acuerdo lo digamos abiertamente.
P—Pero para los electores es más fácil cuando hay diferencias. ¿No hay ninguna?
R—Pero ¿por qué razón los democristianos deberíamos decir que no estamos de acuerdo cuando no es verdad? Estamos de acuerdo en la necesidad absoluta de seguir construyendo la Unión Europea, pero nos diferenciamos en lo que se refiere a las políticas de consolidación financiera y las políticas de crecimiento. Nosotros pensamos que no se puede nadie imaginar tener un crecimiento sostenible basado en el déficit creciente y acumulando deuda sin cesar. No encontrará ningún país ni en Europa ni en el mundo que haya logrado así un crecimiento sostenible. Para nosotros son dos caras de la misma moneda: la consolidación presupuestaria y las políticas orientadas al crecimiento y el empleo. Y eso se puede ver claramente porque los países que son dirigidos por el PPE tienen menos déficit y más crecimiento y mejores resultados, aunque ahora haya todavía casos claramente insuficientes en materia de empleo. Alemania está mejor que Francia, ¿no?
P—En Alemania también hay socialistas en el Gobierno.
R—Eso explica por qué cuando Schulz habla de austeridad –que es una palabra que no me gusta- dice unas cosas cuando está en Alemania y otras muy distintas cuando está en otro país, en Portugal o en Grecia. Schulz dijo en un primer debate que Alemania es un ejemplo para Europa. Pues que lo diga en Madrid, o en Atenas o en Lisboa y no solo en Alemania.
P—En España mucha gente está enfadada, busca culpables de la crisis y muchos señalan a Europa.
R—Siempre es lo más fácil culpar a Europa. En unos países nos critican por haber sido rigurosos y en otros por haber sido solidarios.
P—¿Qué les dice a los que han perdido todo y están en el paro y creen que es injusto haber gastado recursos en salvar al sistema financiero?
R—El sistema financiero español se ha salvado en interés de todos los españoles. Si no lo hubiéramos hecho, la gente de menos recursos lo habría perdido absolutamente todo. ¿Si el sistema bancario español se hubiera hundido España estaría mejor hoy? Absolutamente no. No es que hayamos querido salvar los bancos para complacer a los banqueros (en realidad los banqueros no forman parte del círculo de mis amistades), sino porque no queríamos poner en peligro los sistemas sociales y presupuestarios de los países. Eso no es un consuelo para los españoles que sufren, pero a medio y largo plazo los programas que hemos puesto en marcha en circunstancias difíciles probarán que teníamos razón.
P—Comparando con otras, ¿esta crisis ha sido peor o mejor gestionada?
R—Imagínese por un solo instante que la crisis hubiera sucedido estando todavía en el sistema monetario europeo, antes del euro, con paridades determinadas ¿qué habría pasado? ¿De qué dimensiones habría sido el desorden monetario entre nosotros mismos? ¿Qué nivel de enfrentamiento habría habido entre las monedas nacionales en el momento del «crash» de Lehman Brothers o ahora mismo con los acontecimientos de Ucrania? Sin duda hoy estaríamos en guerra abierta país contra país. El euro es el paréntesis de disciplina entre las economías europeas. Con 18 países con monedas distintas, estarían en guerra Alemania contra Francia, Francia contra España o España contra Italia. No nos podemos ni imaginar el nivel de desorden que se habría producido.
P–¿Cómo explicar eso a los euroescépticos?
R—Los euroescépticos son los que aceptan que las economías nacionales se combatan unas contra otras, son alérgicos a la solidaridad, y habrá que rebatir sus argumentos. Quieren dar la impresión de que todo sería más fácil sin Europa, cuando es todo lo contrario. Es verdad que Europa no puede dar respuesta a todos los problemas, porque no todos los problemas son europeos, pero sin Europa los estados miembros no tendrían capacidad para responder a los grandes desafíos.
P—También es cierto que Europa está lejos de lo que ser lo que soñábamos.
R—Es verdad, pero convendrá conmigo que España no sería el gran país que es sin la UE y el euro. Europa puede estar orgullosa de sus logros sin llegar a una adulación beata. Hemos salvado la paz, mire a la periferia de Europa, mire a Crimea, mire a Siria. Y sin ir más lejos, mire los comentarios que hay sobre Grecia en Alemania, etc. La paz es un estado muy frágil, hay que explicar a los jóvenes que creen que la paz está asegurada, que no lo está. Que Europa está debilitándose y que incluso un gran país como España no sabría tener influencia en los asuntos internacionales sin la UE. Todos los países miembros del G-7 probablemente ya no lo serán dentro de veinte o veinticinco años. Somos muy pequeños, nuestro peso económico en el mundo disminuye. A comienzos del siglo XX éramos el 20% de la población mundial, ahora somos el 11% y seremos apenas el 7% en 2050. Si Europa quiere seguir existiendo con su modelo social, hará falta que los países europeos hagan piña. Hace falta que Europa tome conciencia del problema del envejecimiento. En 30 años, habrá diez millones de alemanes menos. ¿Cómo se puede imaginar que un país que ahora consideramos un gigante en Europa podrá subsistir a la amalgama de problemas y desafíos internacionales que tenemos frente a nosotros. Si yo no fuera luxemburgués le diría que la respuesta no está en el pequeño «estatismo» sino en la gran Europa.
P—Pues eso no es lo que dicen los nacionalistas catalanes. ¿Cómo debemos actuar frente a este problema sobre el que le preguntarán muchas veces en la campaña?
R—Es un asunto que no puedo ignorar. Respeto muy profundamente a Cataluña y a los catalanes, esa no es la cuestión, pero a la vista de los grandes desafíos que esperan a Europa este siglo, especialmente en los próximos 50 años, es evidente que no es el momento de dividirse y sobre esta cuestión yo comparto la opinión de la mayoría en las Cortes españolas y, creo también, de la mayoría de los españoles, de que no es el momento de infligir a España una división innecesaria. Además, los que creen que Europa aceptaría, sin más, a una Cataluña independiente, se equivocan profundamente. Si Cataluña optara por esa independencia, en el caso de que eso fuera aceptado por España, dado que la Constitución lo prohíbe, si esa Cataluña presentase su demanda de adhesión a la Unión Europea, hay que saber que esa demanda –porque haría falta absolutamente una demanda de adhesión- no se resolvería fácilmente. No es el momento de las divisiones, sino de la conjunción de todas las fuerzas nacionales españolas para que España pueda seguir siendo el país que tanto ha aportado a la Unión Europea. ¡Que España no olvide su propia historia y el ejemplo que dio a Europa entera al final del franquismo!