Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 7/12/11
El pasado seis de diciembre conmemoramos la aprobación de la supuestamente vigente Constitución. Discursos, cócteles, parabienes y sonrisas que encubren una realidad amarga y decepcionante: nuestra Carta Magna es hoy un papel mojado que nadie respeta, ni siquiera los magistrados llamados a ser sus intérpretes supremos. Si se examinan fríamente el proceso mediante el cual fue concebida, el resultado al que condujo aquel tan alabado consenso y la forma en la que se ha ido desarrollando durante las tres décadas largas de su existencia, no podemos extrañarnos de la situación en la que nos encontramos, caracterizada por un profundo deterioro institucional y por una alarmante fragmentación de la unidad nacional. Hubo tres fallos de partida que han condicionado la evolución negativa posterior de los acontecimientos, la suposición de que la transformación de la estructura territorial del Estado calmaría a los nacionalistas integrándolos en la tarea común, la confianza en que el método dispositivo para configurar las Autonomías sería manejado con sensatez y la seguridad de que los dos grandes partidos nacionales pondrían siempre el interés general y el sentido de Estado por encima de sus apetencias de poder y de sus necesidades electorales. Esta apreciación errónea de factores tan básicos nos ha conducido gradual pero inexorablemente al desastre actual, agravado sin duda hasta extremos angustiosos por la crisis económica devastadora que atravesamos. La reciente victoria en las urnas del Partido Popular por mayoría absoluta ha representado sin duda un alivio y ha abierto ciertas posibilidades de recuperación de un país destruido por los particularismos, la corrupción, la incompetencia de sus gobernantes, la partitocracia y el relativismo moral, pero la redistribución del voto de la izquierda y el ligero aumento de sufragios a favor del ganador respecto a 2008 no nos ha proporcionado lo que de verdad necesitamos, a saber, un auténtico land slide, un trasvase masivo de papeletas hacia el centro-derecha que lo sitúe en posición de utilizar el artículo 167 de nuestra Ley de leyes sin necesidad de otros apoyos. Nuestros problemas no son sólo de gestión, tienen naturaleza estructural y requieren reformas de enorme calado que no serán posibles sin una revisión muy seria de los fundamentos de nuestro ordenamiento. Para llevar adelante las iniciativas legislativas y las medidas de gobierno que la crisis nos exige, Rajoy podrá manejarse con la fuerza parlamentaria que le han dado los españoles, para remediar los males que nos aquejan en la raíz del sistema le faltan veinticuatro escaños hasta alcanzar los tres quintos indispensables. Por eso sus declaradas intenciones de contar con todo el mundo suenan tan impregnadas de melancolía. Su larga experiencia le ha enseñado que para enderezar de verdad un rumbo completamente perdido jamás podrá apoyarse en los que viven y se alimentan de nuestras desventuras.
Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 7/12/11