Editorial, LA VANGUARDIA, 20/11/11
Más de 34,2 millones de españoles están llamados hoy a las urnas para decidir la composición de la X legislatura desde 1979, cuando se celebraron las primeras elecciones generales después de la muerte de Franco y con la Constitución aprobada. Una convocatoria que llega en medio de una tormenta financiera que sitúa a España en zona de riesgo de rescate por la crisis de la deuda y la desconfianza de los mercados, una vez que cuatro países de la zona euro han sido intervenidos y que Italia ha recurrido a la excepcional formación de un Gobierno de tecnócratas. Una tormenta que ha situado el nivel de paro en casi cinco millones de personas. No hace falta destacar la importancia de esta cita en la que todos los sondeos colocan al Partido Popular en mayoría absoluta y a Mariano Rajoy como presidente.
A pesar de esta predicción, son trascendentes las cosas que están en juego hoy. De los resultados de otros partidos dependen el nivel y la calidad de los apoyos que, a pesar de la probable mayoría absoluta del PP, precisará el futuro gobierno para emprender las reformas a que le obligan los mercados y que difícilmente podrá realizar en solitario. Reformas y recortes que, sin duda, provocarán más malestar a una ciudadanía que está pagando los platos rotos de una época anterior desbocada financieramente y de una gestión nefasta en los últimos cuatro años, que según los sondeos hundirá electoralmente al PSOE. No existe sacrificio sin dolor, y los meses y años venideros precisarán de un timonel con ideas claras y comprensibles por el conjunto de los españoles, con capacidad de reunir apoyos políticos para tener una cierta capacidad de maniobra y con mano izquierda para mitigar los efectos de estas políticas sin romper la cohesión social de la que los españoles han hecho gala en estos 35 años. No es un reto fácil de superar, más allá de la necesidad de recuperar la confianza de los mercados.
Una de las cuestiones sobre las que parecen existir más dudas es la participación electoral. El peso de la crisis económica ha provocado un enorme descrédito sobre la capacidad de los políticos para resolver la situación, especialmente en las filas de los electores socialistas, cuando se percataron estupefactos, en mayo del 2008, de que la reiterada promesa de no tomar medidas que rebajaran el Estado de bienestar daba paso a los recortes que dictaba la troika europea para que España escapara del riesgo de un rescate que amenazaba seriamente el futuro de la economía. Una baja participación electoral no sólo tendría graves consecuencias para algunos partidos –aquellos que, como los socialistas, tienen un electorado menos fiel– sino que además alteraría sin duda la composición de un Congreso de los Diputados que precisará más que nunca del apoyo del mayor número de ciudadanos posible. Una buena participación electoral, en cambio, sería en esta ocasión una excelente señal para el futuro. Por esa razón, buena parte de la campaña ha estado dirigida a recabar la participación ciudadana.
Otro de los interrogantes es el resultado electoral en Catalunya, que sigue siendo uno de los referentes en España, no sólo económica y socialmente, sino también políticamente. Los sondeos predicen un triple empate entre PSC, CiU y PP, y el orden que obtengan estos tres partidos influirá en las necesarias políticas de consenso y en la capacidad del Govern para avanzar en el autogobierno. Un día, por tanto, decisivo.
Editorial, LA VANGUARDIA, 20/11/11