Una consulta ciudadana que es una operación de imagen

EL MUNDO  23/02/17
EDITORIAL

AL EQUIPO de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid le ha desbordado la primera gran consulta ciudadana que ha organizado. Tanto que todavía no está claro cuándo se conocerán los resultados, después de tener que llamar a última hora a decenas de voluntarios para el recuento de los votos. El Consistorio había convocado a los madrileños con gran despliegue publicitario y propagandístico para que contestaran sobre algunos asuntos de gobierno de la ciudad: la petición al Consorcio Regional de Transportes para la creación de un billete intermodal que sirva para EMT, el Metro y Cercanías, la implantación de medidas para que la ciudad sea 100% sostenible y la elección del proyecto de reforma de la Plaza de España entre los dos finalistas del concurso convocado previamente, entre otras propuestas para algunos barrios.

En la consulta podían participar los madrileños empadronados mayores de 16 años y se podía responder a través del correo postal –se distribuyeron 2,7 millones de cartas prefranqueadas–, presencialmente y por internet en la página web Madrid Decide. La comprobación de los datos y la eliminación de posibles votos repetidos son las causas que han motivado el retraso del escrutinio.

En Ahora Madrid, formación que dirige el consistorio de la capital, se han mostrado muy satisfechos con la participación, que según sus datos ha superado los 130.000 votos. El concejal Pablo Soto ha calificado de «éxito sin precedentes para un proceso de participación de un ayuntamiento». No hay duda de que la convocatoria ha atraído la atención de los ciudadanos. De lo que no estamos tan seguros que, a la postre, tenga algún beneficio práctico para la ciudad y que haya compensado el dinero invertido en la iniciativa. El Ayuntamiento no ha dado cifras de la inversión pero, desde luego, las cartas enviadas a los hogares madrileños y la campaña de publicidad exterior desplegada han tenido un coste.

¿Quién va a responder que no a una medida, como la del billete intermodal que abarata y agiliza el coste del transporte? Nos parece una simpleza preguntar algo así. Es de suponer que ningún madrileño se va a oponer a ello, por lo que el Ayuntamiento podía haber realizado las gestiones con Renfe y el Consorcio Regional de Transporte para ponerlo en marcha. Y preguntar a los ciudadanos sobre algo tan complejo como la remodelación de una de las zonas más céntricas de la ciudad tampoco tiene mucho sentido. Como mucho, podrán responder si les gusta más uno u otro proyecto, pero como es lógico el madrileño medio no sabe nada de infraestructuras, de reordenación del tráfico, de construcción de túneles o de conservación del patrimonio urbano como para que su opinión pueda ser considerada relevante. Y si al final, no sirve ¿para qué se hace?

El asunto de fondo es que bajo la excusa de la democracia participativa–esta consulta no lo es en absoluto– el Ayuntamiento delega algunas de sus decisiones en los ciudadanos, cuando precisamente es al revés: son los ciudadanos quienes han elegido al Consistorio para que gobierne la ciudad. Si llevamos al extremo este tipo de incoativas, se colapsaría la gestión municipal. ¿Por qué, por ejemplo, Carmena no ha sometido a votación ciudadana si se puede inaugurar o no el nuevo estadio del Atlético de Madrid aunque no estén terminados los accesos adecuados?

Las administraciones están para gestionar. Para ofrecer soluciones en el ámbito de sus competencias. Para resolver los problemas de los ciudadanos. Consultas populares como la organizada por el Ayuntamiento de Madrid quizá queden bien de cara a la galería pero apenas tendrán una repercusión práctica, entre otras razones porque no son vinculantes. Por ello, no compensa el trastorno y el gasto ocasionado por una mera operación de imagen política.