Iñaki Ezkerra-El Correo
Confieso que me tocó las narices ‘Un caballero en Moscú’, la novela que Amor Towles publicó en 2016 y que Ben Vanstone ha convertido en una serie televisiva que nos llega a través de Movistar Plus. Me mosqueó el teatral desdén hacia el Rioja que manifiesta el protagonista, ese conde Rostov condenado por las autoridades soviéticas recién surgidas de la Revolución del 17 a vivir confinado en un lujoso hotel moscovita bajo amenaza de muerte si se atrevía a pisar la calle. La idea es original. El aristócrata ruso es desalojado de la suite y reubicado en un sórdido ático. Aparte de ese contratiempo, puede andar por el recinto hotelero como Pedro por su casa. Es en ese marco incomparable de pasillos, escaleras y salones en el que no falta un bar donde poder pegarle al vodka, ni un esplendoroso comedor en el que es atendido como un cliente, donde tendrá oportunidad de degustar todos los caldos de la bodega y donde se produce la imperdonable ofensa al vino español que escenifica la serie en una escena tomada de la novela.
Un altivo camarero apodado el Obispo, que es en realidad un comisario del régimen, le propone a una joven pareja que acompañe un plato clásico de cerdo, cebollas y albaricoques con el vino de la célebre región española, momento en el que interviene el conde: «El Rioja era un vino que podía acabar con el estofado, con la misma violencia con que Aquiles había acabado con Héctor».
No pienso discutir con un personaje de ficción. Más que un conde ruso, Rostov es un yanqui esnob deslumbrado por los vinos franceses, como Towles es un autor que cae en el topicazo. Peor para él si no ha probado el vino de la Rioja alavesa ni el de la Rioja riojana, y si no sabe que esa hermosa región es la Toscana española. En cuanto a los franceses, lo que siempre me ha chocado es que sacan el vino a la mesa con una reverencial y ceremonial solemnidad de pobres, que es la misma que imita el imaginario conde ruso. Uno se queda con la naturalidad de ricos con la que aquí gozamos de nuestro vino y de todos los de la carta global. Dejemos a Rostov haciendo reverencias a esas botellas totémicas, en la serie y en la novela.