El Gobierno no puede decidir qué es verdad y qué es mentira y mucho menos obligar a los ciudadanos a asumir y dar por buena su verdad oficial
Pedro Sánchez presentó este miércoles su supuesto plan para regenerar la democracia en España, lo que terminó siendo una amalgama de amenazas veladas y expresas, propuestas sin concreción teórica y práctica, frases hechas, contradicciones varias, medias verdades o mentiras flagrantes y ataques a los adversarios políticos y a los medios críticos, en línea con lo que ha venido balbuceando desde que volvió de su retiro espiritual pagado con fondos públicos al que decidió recurrir como estrategia política en cuanto vio embarrada en problemas judiciales a su mujer Begoña Gómez, de la que está enamorado. Y todo ello bajo una misma premisa: su odio a quien ose criticarlo o llevarle la contraria. Y con cien millones de euros en el bolsillo a repartir prioritariamente entre los medios afines, como refuerzo positivo para que perseveren en sus conductas y renueven sus méritos para seguir siendo receptores privilegiados. Que la guerra contra la máquina del fango y los bulos continúa y hay que regar con dinero público todo lo que sirva a la estrategia del presidente del Gobierno de España. La clásica estrategia del palo y la zanahoria: el palo para los medios independientes y la zanahoria para los medios amigos, y no precisamente para metérsela por donde más duele, variante jocosa de la metáfora y teoría motivacional del siglo XIX.
Y toda esta parafernalia expuesta un caluroso día de julio porque su mujer Begoña Gómez, que sigue silente, esté siendo investigada por tráfico de influencias y corrupción en los negocios y acabe de ser acusada por la Universidad Complutense de falta de cooperación y apropiación indebida. O porque su hermano está siendo investigado por los presuntos delitos de malversación y tráfico de influencias. Y por eso nos trajo su supuesto plan para regenerar España y salvar la democracia, que no tiene otra intención que desviar la atención, llenar de humo el escenario de corrupción que lo amenaza, amordazar a los medios independientes y mantenerse en la Moncloa. En esta ocasión se ha salvado el Poder Judicial, la otra pata de su proyecto autocrático, parte del cual ya controla y ha utilizado para deconstruir las condenas de los ERE y excarcelar a sus socialistas corruptos, que son corruptos pero son los suyos-
¿Acaso piensa Sánchez que el PNV va a permitir que le toquen su coto cerrado gracias al cual mantiene su poder y su hegemonía en Euskadi?
Sin embargo, sus habituales socios no parece que estén por la labor esta vez de apoyar su plan, al menos de momento: unos, los más brutos, porque no concretó o se queda corto en sus intenciones intervencionistas, esos que desean dejarse de milongas, pasar a la acción y sacar la motosierra para cerrar sin contemplaciones los medios incómodos, a ver qué va a ser esto; otros, los más pragmáticos, porque desconfían de que su control mediático en las comunidades autónomas donde gobiernan pudiera verse afectado. ¿O acaso piensa Sánchez que el PNV va a permitir que le toquen su coto cerrado gracias al cual mantiene su poder y su hegemonía en Euskadi?
De momento no ha concretado nada, cierto, pero no porque no mantenga en su cabeza una batería de medidas coercitivas e intervencionistas para cercenar la libertad de expresión y controlar a los medios. Antes prefiere reunirse con sus socios de investidura y tratar de aprobar el plan por partes, hasta donde le permitan sus apoyos parlamentarios porque les convenga o saquen algo a cambio. Lo que es obvio es que no va a cejar en su empeño de coartar la libertad de prensa de los medios críticos, cuando no eliminarla. En el fondo, su plan de regeneración no es otra cosa que una cruzada para eliminar o debilitar todo lo que lo incomode.
Porque, además, ¿cómo va a liderar un plan de regeneración democrática el principal responsable de haberla degenerado durante sus años de gobierno indultando y amnistiando a sediciosos, malversadores y corruptos? ¿Cómo va a luchar contra las mentiras quien no ha hecho más que mentirnos desde que alcanzó la Moncloa? ¿Cómo va a garantizar la independencia y la neutralidad de los medios privados que quiere controlar para silenciarlos si ha convertido a los medios públicos, que son los que ya controla, en instrumentos a su servicio? ¿Cómo va a liderar la lucha contra los bulos, las fake news o la desinformación quien más los ha empleado para engañar a unos y a otros sin contemplaciones de ningún tipo? ¿Cómo va a promover que las encuestadoras sean más transparentes quien ha convertido el CIS en un órgano de propaganda dirigido por un afiliado socialista? ¿Cómo va a defender la transparencia quien ha colonizado todas las instituciones del Estado y no rinde cuentas ante la ciudadanía?
Si quiere salvaguardar la independencia de los medios de comunicación, que empiece por sacar sus manos de aquellos que controla. Que permita la pluralidad informativa
La regeneración de la democracia y la transparencia debe aplicarla Sánchez a sí mismo, a su familia y a su gobierno, respondiendo, por ejemplo, a las siguientes preguntas: ¿Qué actividades profesionales ha llevado a cabo su mujer desde que él es presidente del Gobierno, algunas de las cuales están siendo investigadas por la Justicia? ¿Con quién o quiénes se han reunido él o su mujer en el Palacio de la Moncloa y con qué objetivos? ¿A qué periodistas o directores de medios ha llamado durante todo este tiempo desde Moncloa y con qué intenciones? ¿Y qué uso va a dar a los cien millones de dinero público que presentó anteayer para apoyar a los medios? Es decir, ¿cómo va a repartirlos y por qué? O sea, ¿a cuánto toca y a quién? Y, desde luego, ¿qué criterios va a seguir para repartir el dinero? ¿Va a elegir primero los criterios para luego repartirlo entre los medios que los cumplan o va primero a elegir a los medios a los que quiere repartir el dinero para después elegir los criterios que los medios afines cumplan y salgan así beneficiados? ¿Y a qué espera para despolitizar la RTVE? ¿Y a qué espera para descolonizar el CIS? Y tantas otras.
El Gobierno no puede decidir qué es verdad y qué es mentira y mucho menos obligar a los ciudadanos a asumir y dar por buena su verdad oficial, esa que le interesa. Somos los ciudadanos quienes elegimos dónde queremos informarnos de entre la pluralidad de medios que existen. Y ya existen instrumentos legales para proteger el derecho al honor y a la rectificación. Si quiere salvaguardar la independencia de los medios de comunicación, que empiece por sacar sus manos de aquellos que controla. Que permita la pluralidad informativa que él abomina porque es incapaz de soportar la crítica. Y que deje a los medios hacer su trabajo en lugar de intimidarlos.