Una cultura

EL MUNDO 19/09/13
ARCADI ESPADA

Riquer. No creía que hubiera una cultura castellana y una cultura catalana. Creyó que había una cultura que se expresaba en dos lenguas. Una cultura española. Este pensamiento complejo, y tan certero para describir parte de la circunstancia peninsular, volvía aún más idiotas a los que identifican mecánicamente lengua y cultura, que son aproximadamente los mismos que identifican Estado y nación. Hubo algo más, naturalmente. Riquer había ganado la guerra. Perdió el brazo derecho, pero ganó la guerra. No solo eso. Explicaba que mientras combatía había sentido una gran alegría. Y una gran seguridad en que los suyos iban a ganarla. Por fortuna se dedicó al mundo de los trovadores y eso, al margen de sus opiniones, favoreció una cierta integración poética en el régimen nacionalista durante las tres últimas décadas de su vida, que suelen ser las de los honores. Aun así, se le prodigaron grandes cuidados paliativos. Destacó en la tarea su hijo el historiador Borja de Riquer. Contaba ayer Pericay en su blog cómo pidió permiso al hijo para reeditar unos artículos del padre, del tiempo de la guerra. Y el hijo le contestó que si estaba loco, que esos artículos no se reeditarían jamás. El historiador Riquer.
Entre los grandes trabajos del sabio destacó su lectura de El Quijote, reunida por el editor Vallcorba en un volumen fino, culto y entretenido. Riquer estaba presente aquella tarde en que el entonces presidente Jordi Pujol dijo con gran solemnidad que se sentía tan próximo de Cervantes como de Goethe. No sé, en realidad, si Pujol dijo esto con intención fraternal. Al fin y al cabo estudió en el Colegio Alemán durante la época nazi, y es probable que llevara a Goethe y Weimar en el corazón. Pero en todo caso fue interpretado en el sentido contrario que Riquer daba a la dialéctica entre lenguas y culturas. Para el nacionalista, Cervantes era tan extraño a la cultura catalana como Goethe. Aunque su alergia a El Quijote tenía, y sobre todo tiene, mucha razón de ser. Barcelona es fundamental en la novela. No hablo de eslóganes de feria de muestras. Hablo de su playa. Allí donde el caballero, en una escena desolada, recupera la razón vencido. Esa playa cervantina le vino siempre a contrapelo al nacionalista. ¡A Barcelona no se viene a recuperar la razón!
Quiero decir que Riquer ha muerto.