Editorial-El Correo

  • La Conferencia de Presidentes se salda sin acercamientos y confirma que Sánchez apuesta por la singularidad en la que se basa el Gobierno

La Conferencia de Presidentes celebrada ayer en Santander dio cuenta de las serias diferencias existentes entre el Gobierno y las distintas comunidades sobre cuestiones de enorme relevancia como la financiación autonómica, la política de vivienda o la acogida institucional de la migración de menores no acompañados. En torno a este último asunto, el lehendakari, Imanol Pradales, defendió una propuesta elaborada con Canarias que merece ser debatida como una posible vía de acuerdo. Sería simplista reducir las discrepancias a la confrontación entre un Ejecutivo central de izquierdas y una amplísima mayoría de regionales de derechas. No solo porque destacara el disenso del socialista Emiliano García-Page, sino sobre todo porque las críticas y demandas de las autonomías no obtuvieron respuesta alguna por parte de Pedro Sánchez, exceptuando la convocatoria de una reunión del Consejo Fiscal y Financiero para abordar la posible quita de la deuda territorial.

La cita en el palacio de la Magdalena resultó infructuosa para la parte que da sentido a la Conferencia de Presidentes: la España autonómica. Más de dos años después de la última convocatoria de una cumbre de esta índole, el encuentro fue decepcionante. Y no solo para las responsables autonómicos que llegaron a Santander con posiciones abiertamente disconformes respecto al Gobierno. Es que la cita no dio mucho más de sí que la puesta en escena de la reunión, junto al elocuente detalle de que el menú del almuerzo acabó sustituyendo en las noticias a un orden del día que decayó, a pesar de su enorme relevancia, por la inconsistencia de un cónclave sin resultados. Aunque en el reciente congreso del PSOE Sánchez se comprometió a compatibilizar «multilateralidad y bilateralidad» en el abordaje de los asuntos territoriales, ayer quedó claro que se inclina por la bilateralidad y prima la singularidad sobre la que se mantiene su Gobierno. Haciendo de la necesidad virtud, puede que le valga con sortear las demandas autonómicas una por una para mantenerse al frente del país. Pero cuando menos debería dejar de hablar de «cogobernanza» y de «federalismo», aceptando que está entregado al gobierno del mínimo posible.

El desarrollo de la cumbre en La Magdalena no pudo ayer suplir todas las carencias con las que se convocó la Conferencia de Presidentes, y mucho menos las frustraciones finales que, a todas luces, La Moncloa dio por descontadas.