Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
El alojamiento de inmigrantes ilegales en un lujoso complejo hotelero de Maspalomas suscita una lógica polémica
La Subdelegación del Gobierno en Las Palmas ha pedido a los hoteleros que acojan, a gastos pagados por ella, a inmigrantes llegados a las islas y el propietario del complejo Vista Flor en Maspalomas es el primero que ha aceptado la oferta. La noticia incendió ayer las redes sociales y la verdad es que da para mucho. Habrá quien vea en esto un salto de gigante hacia la igualdad. Unos desamparados inmigrantes disfrutando de unas instalaciones de lujo, en pie de igualdad con los altivos industriales alemanes y los orgullosos comerciantes británicos. Y también una muestra de solidaridad, al proporcionar gratis a los que vienen de fuera y nada tienen, lo mejor de lo que disponemos los de dentro.
Pero a mí hay algo que me chirría. Lo primero es el efecto llamada que puede suscitar. ¿Se imagina la reacción que provocará la noticia si salta a los periódicos marroquíes o senegaleses? ¿Quién no querría disfrutar de semejante acogida? Luego está el efecto que proyectará en la imagen exterior del turismo canario, una vez que los fabricantes de ‘fakes’ hicieron ayer su agosto ‘dramatizando’ la situación con niños saltando en las piscinas. Si de los periódicos de los países subsaharianos pasa a los tabloides centroeuropeos, ¿cómo juzgarán allí este episodio? ¿Supondrá un atractivo más, por lo que tiene de solidario e igualitario, o pensarán por qué razón deberían pagar ellos por el hospedaje, cuando sus compañeros de pasillo lo reciben de manera gratuita? ¿Mejora la imagen del complejo, lo hace más atractivo para los clientes potenciales o los retrae?
No se puede olvidar que si el disfrute es idéntico, la situación de partida no lo es. El industrial alemán y el comerciante británico disfrutan de unas vacaciones tras haber generado unas rentas con su trabajo y/o su capital, de las que detraen el coste de su alojamiento. Los inmigrantes, simplemente, se benefician de unas condiciones de acogida en un país distinto al suyo realmente generosas. ¿Debería ser esto así? ¿Es una muestra de insolidaridad intolerable y de insensibilidad imperdonable pensar por un momento que, si se va a recibir el mismo trato, no merece la pena diferenciarse en el esfuerzo?
La medida generará problemas en el turismo, ya de por sí arrasado por los efectos del Covid
Se podrá decir, y con razón, que los inmigrantes ilegales alojados en el Vista Flor no han tenido las mismas oportunidades que los industriales alemanes para obtener las mismas rentas, ¿pero cómo repartimos la culpa entre el colonialismo egoísta de los siglos anteriores y la horrible gestión de los asuntos públicos realizada por las élites locales desde que alcanzaron la independencia? ¿Y cómo lo arreglamos? ¿Por dónde debemos empezar a trabajar, por la mejora de la igualdad de esas oportunidades, creando empleo en sus países de origen o por la garantía de igualdad de trato en el país de destino? Con el problema añadido de que lo primero afecta al futuro y lo segundo se refiere al presente.
Sinceramente no lo veo claro. Una cosa es que debemos encarar y con urgencia el problema de fondo de la inmigración ilegal desde bases más imaginativas y seguro que más solidarias, y otra que parece exagerado proporcionar un tratamiento de lujo a los que llegan de manera clandestina. Primero por la desigualdad que se genera entonces con respecto a los nacionales. ¿A cuantos perceptores de la pensión mínima o de la RGI se ha alojado en el Vista Flor? Y segundo porque es evidente que esta es una solución (?) imposible de generalizar y de mantener en el tiempo.
Por eso creo que serán más importantes y graves los problemas que generará en el turismo de las islas, ya de por sí bastante arrasado por los efectos de la pandemia, que los eventuales beneficios que puede aportar esta decisión al asunto de la inmigración ilegal. En resumen, ha sido una decisión poco meditada y, al menos potencialmente, dañina para los intereses que se supone deben defender quienes la han adoptado.