Rosario Morejón Sabio-El Correo

  • Reino Unido y Francia apuestan por reforzar el pilar de la OTAN en el viejo continente, aunque aún no se pueden excluir compras de armamento a EE UU

Doctora en Psicología y analista de relaciones internacionales

Afalta de entendimiento completo en defensa, Londres y París acuerdan lo esencial: el refuerzo de una disuasión común. La visita de Estado de Emmanuel Macron al Reino Unido entre el 8 y 10 de julio era algo más que el reencuentro de dos viejos vecinos del Canal de la Mancha. Separados por el Brexit desde 2020 y la ‘traición’ Aukus -acuerdo de defensa entre Camberra, Londres y Washington de 2021-, la salida de Boris Johnson del 10 de Downing Street en 2022 facilitó las relaciones bilaterales. Hoy el relanzamiento de una agenda con la UE es obra del laborista Keir Starmer, primer ministro desde julio de 2024. Sin caer en el psicodrama de una adhesión, la invitación a Macron, primero desde el Brexit, envía señales al continente para profundizar en un diálogo ya entablado con Berlín.

Si la cooperación militar entre Francia y Reino Unido siempre ha sido tortuosa, la declaración de Northwood revitaliza el entendimiento entre las dos potencias nucleares europeas. El tono del compromiso se inscribe en una era en la que la gran guerra ha vuelto al continente con la invasión rusa de Ucrania y en la que la hostilidad de Donald Trump hacia Europa aumenta tras su reelección. En este contexto de degradación de la seguridad, Londres y París, que ya declararon hace 30 años defender recíprocamente sus intereses vitales, amplían aquel acuerdo de Chequers: «Francia y Reino Unido convienen que no existe amenaza extrema sobre Europa que no provoque una respuesta de las dos naciones». Con esta solemnidad, el acuerdo de Northwood recoge también que sus fuerzas nucleares seguirán siendo «independientes».

El paso franco-británico supera los trabajos limitados oficialmente a la investigación o la doctrina de no proliferación. Se establece «una profundización de la Comisión Nuclear Conjunta de 1992», con la que se organizan patrullas submarinas o ejercicios entre aeronaves británicas y fuerzas aéreas capaces de transportar los misiles nucleares franceses. Defensa y seguridad deben ser operativas desde la zona del Indo-Pacífico a la OTAN, desde los desafíos migratorios a los ciberataques, desde el desarrollo espacial, los sistemas electrónicos de guerra a las redes bilaterales garantizadas. Y la joya: la producción del SCALP-Storm Shadow, único ingenio cuya concepción pertenece a los dos países así como las líneas de producción a cada lado del canal.

Los vaivenes de Trump movilizan a los dirigentes europeos. Ante el Parlamento británico, Macron reiteró: «Los europeos no abandonarán jamás a Ucrania». Los aplausos de los electos de Westminster compensaron los sinsabores de su llamada baldía a Putin. Si Moscú no tiene intención de parar su guerra, Starmer y Macron no cejan en la «presión» sobre Rusia. Los planes de la coalición de los países voluntarios están «dispuestos» para llevar a Putin a la negociación. El incremento de la fuerza expedicionaria franco-británica (CJEF) servirá en el inmediato de soporte al eventual despliegue de tropas en suelo ucraniano caso de cese el fuego. Las disposiciones de Northwood estrechan un hermanamiento en lo convencional y en lo nuclear. Es necesario disuadir a una potencia como Rusia de seguir fanfarroneando con el uso del arma atómica, como hace desde el comienzo de su ‘operación especial’ en febrero de 2022. Northwood no solo reanuda la producción de los SCALP-Storm Shadow sino que cursa el programa militar destinado a reemplazarlos y apuesta por fabricar misiles de crucero y antibuques comunes de nueva generación.

En la cumbre de la OTAN, entre serviles adulaciones al presidente multimillonario, Macron subrayó la profunda contradicción entre alianza militar y guerra económica. Este «esfuerzo colectivo» de los europeos para su defensa requiere «unidad» y «respeto», declaró el francés. «Impone una manera evidente de paz comercial. No se puede, entre aliados, decir que hay que gastar más y, en el mismo seno de la OTAN, hacerse la guerra comercial. Esto es una aberración».

No para Trump, que considera los países europeos como mercados y vasallos, antes que naciones soberanas y preocupadas por defender sus fronteras. Para él, la OTAN es el caballo de Troya de la industria armamentística estadounidense. Desde la invasión de Ucrania, los industriales norteamericanos han reforzado su dominio: en 2024 representaban el 43% de las exportaciones mundiales de armamentos y siguen ganando mercado. El esfuerzo económico de los europeos beneficia en gran medida a los ‘Big Five’: Lockheed Martin, RTX, General Dynamics, Boeing y Northrop Grumman.

Para Starmer y Macron el rearme debe traducirse en el refuerzo del «pilar europeo de la OTAN». Esto implica mejor coordinación de las fuerzas armadas, pero también el desarrollo de una verdadera base industrial y tecnológica de defensa europeas. Una preferencia europea, aunque sea ilusorio, por ahora, excluir cualquier importación de armamento de EE UU.